Salgo mareado del trabajo porque a veces el trabajo puede marear mucho. Coqueteo con la idea de la media jornada o la comida instantánea, cualquier cosa que me haga salir antes y no me impida perderme eventos como el de esta tarde: la presentación de los libros de Arcadi Espada y Xavier Pericay.
Llego a la FNAC una hora tarde pero siguen con el acto. Pese a lo que diga Verónica el sitio parece bastante lleno, yo, de hecho, me quedo de pie, en una esquina, junto a otros tres o cuatro curiosos. Cuando acaba de hablar el editor, la llamo; ella, que está bajando unas escaleras, se da la vuelta y me reconoce.
Empiezo a sentirme pequeño, además de mareado. ¿Saben esa sensación cuando uno cree que cualquier cosa que diga va a ser una tontería? Los complejos que tenemos todos ante la gente que admiramos. Realmente no sé por qué Arcadi es tan amable conmigo, por qué tiene tanta facilidad en el trato. Yo, al menos, me limito a no molestar. A veces, no molestar es una actitud de lo más activa.
De la FNAC vamos a La Vaquita Argentina. Explico la evolución de mis historias: "antes escribía sobre mí y mis amigos. Ahora también escribo sobre mí y mis amigos pero procuro fijarme en las pequeñas cosas: chicas en los anuncios, concursos donde la gente llama, buscar lo que nos hace sentir extraños dentro de situaciones normales". Mi interlocutor asiente, seguimos bajando la cuesta.
Bebo vino. No debería beber vino porque me da dolor de cabeza. No he cenado, además. Verónica me dice que van a cenar y me invita, pero el precio supera mi sueldo con creces. Cenar allí equivaldría a dos días de trabajo, más o menos. Me quedo en una esquina, superado, pero sonriente. Orgulloso porque hay gente que me conoce pero consciente de todo lo que queda por aprender.
Quizás debería echarle más morro. Quizás llega una edad en la que uno acaba controlando incluso las oportunidades de echarle morro. Hoy no era una de ellas. Besos a Verónica y medio abrazo de Arcadi. "Eres muy simpático", dice, y yo casi tiemblo porque crecí envuelto en el fenómeno fan. Un fan crítico, apunto, porque es verdad. No conozco a nadie inteligente que quiera feligreses, con lectores basta.
El Estado es un sensor
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*por Yaiza Santos*
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