Pío XII es una calle árida, pesada, llena de oficinas y embajadas. Despoblada. Como no pasa nadie por ahí, nadie ha decidido abrir un bar, así que los cuatro tenemos que seguir subiendo la cuesta, divididos en dos parejas, rumbo al Alcampo -antiguo Jumbo- que queda a la altura del Metro. Delante, Joaquín y Ernesto charlan y consultan sus móviles a intervalos. Detrás, Julián me está contando su carrera musical en el conservatorio y el tiempo que le dedica a su grupo de música de cámara.
Un tipo adorable, Julián López.
Salimos de grabar el último programa de "Smonka". En el penúltimo, me he llevado un iPod, una camiseta, una taza y el planeta entero podrá oír vía satélite mi voz llena de helio. Al menos no hubo tarta, ni media sudada, ni gorro de "tontaco"... Una victoria limpia y con un claro punto generacional: Casi todas las preguntas se referían a los 80.
Es lo que tiene compartir edad. Joaquín tiene 32, yo tengo 29, Julián y Ernesto cumplen 28 este año. Los cuatro crecimos viendo las mismas cosas porque, por entonces, los dos canales eran los mismos en Albacete que en Madrid y "La bola de cristal" era "La bola de cristal" para todos y "Sherlock Holmes" era "Sherlock Holmes" para cualquier niño. Por no hablar de "Ulises 31" o "Dartacán" o similares.
Para darle un broche final al concurso, decidieron contar con participantes de lujo: Dani Mateo, Ignatius Farray y el propio Joaquín haciendo de Onofre. Obviamente, ganó Joaquín. Tiene cierta lógica. Están algo tristes porque el proyecto termine -no hay más presupuesto-, pero a la vez orgullosos, o al menos eso dice Ernesto: "Me alegro de haber acabado. Ha estado muy bien y ahora hay que moverse hacia otra cosa".
La televisión echará de menos "Smonka", pero sus autores mucho más. Un alarde de ingenio, de improvisación... todo hecho prácticamente sin guión, sin cortes: tres cuartos de hora para grabar un programa de 25 minutos. Ninguna redactora que te haga mil preguntas sobre tus cinco libros favoritos...
En definitiva, sensaciones de último día en la oficina para ellos tres mientras tomamos coca-colas y cervezas, cada uno lo suyo, y me cuentan historias de Albacete, de Cuenca, de anteriores proyectos en Paramount Comedy. Julián, el más callado. Ernesto, el más cercano. Joaquín, el hombre que siempre parece estar pensando en otra cosa: en lo siguiente que tiene que hacer, que escribir, que rodar, que estudiar...
Hablamos de un hombre que arrasa con "Camera Café" pero ni se plantea dejar "La Hora Chanante" a la vez que ha estado meses rodando "Smonka". Es normal que esté ocupado. Es normal que me intimide tanto llamarle cada vez que tengo que pedirle algo, por mucho que me repita que no pasa nada y que está todo bien.
Por un momento, sólo por un momento, fantaseo con la idea de que no estoy con los tres sino que estamos los cuatro: el dibujante, el cineasta, el músico y el escritor. Es muy pronto para todo eso, pero, tal y como yo lo veo, no hay nadie con ese talento en todo el país -nadie de esa edad, por lo menos, que es mi edad-. Sólo poder estar con ellos compartiendo unas cañas y una conversación ya me hace sentir tremendamente afortunado.
Y lo extraño es que son ellos los que se asombran de mi entusiasmo.
El Estado es un sensor
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*por Yaiza Santos*
Enumeró, en contra de su costumbre, lo que hasta ese momento había
declarado el señor Víctor de Aldama ante el juez. Por ejemplo los p...
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