Creamos metáforas absurdas y decimos cosas como que "ganar la liga es lo más grande que nos puede pasar". Somos futboleros, y ese es un adjetivo que excede a un deporte en concreto. Analizamos la realidad como si fuera la pizarra de un entrenador: Dudamos si colocar dos medio centros o sólo uno, si jugar con extremos o carrileros, si atacar todo el rato o esperar a la contra.
Cantamos el gol, hablamos de "Pichichis", odiamos el catenaccio, nos gusta que nos devuelvan el precio de la entrada y casi siempre queremos dar espectáculo. Así es la vida.
La primera vez que fui a un partido de fútbol me invitó mi tío y, si no recuerdo mal, era un Real Madrid- Rácing, uno de los primeros encuentros de Michel, recién subido del Castilla. Quedaron 3-0. Tendría unos siete u ocho años...
Curioso: a partir de ahí, el estadio al que más veces he ido no es el de mi barrio -el Bernabéu queda a unos 25 minutos andando de mi casa- sino al Sardinero, a unos 500 kilómetros de distancia. Cuando el Rácing le ganó la promoción al Espanyol en 1993, cuando le metió cinco al Barcelona en 1995, cuando goleó al Madrid de Valdano en 1996, poco antes de descender a Segunda, en mayo de 2001...
La pasión por el deporte es, como toda pasión, inexplicable, y exagerada a ojos ajenos. Sin embargo, es, y me parecía absurdo empezar a escribir después del fin de semana sin dejar claro que mi Rácing seguirá un año más en Primera División.
La fiesta del aguafiestas
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[La Brújula (Opiniones ultramontanas)]
Buenas noches. Mi aguafiestismo profesional me obliga hoy a la tarea,
ciertamente desagradable, de arremeter cont...
Hace 24 minutos