viernes, abril 29, 2011

La ciudad que nunca duerme


Creo recordar una película de Woody Allen en la que la familia protagonista vivía junto al puente de Brooklyn y cuando pasaba el tren armaba un estruendo importante. Igual estoy mezclando dos películas. Igual no estoy mezclando nada y es todo un invento. El caso es que el tren que pasa por Prospect Park se agita justo enfrente de casa de Inés, Brooklyn de nuevo, aunque de madrugada la frecuencia baja tanto que al menos te deja dormir sin problemas, siempre que estés tan agotado como estaba yo ayer, claro.

Sobreviví al viaje. A ustedes no les sorprende pero a mí todo lo que sea sobrevivir a un cambio me parece mágico. A mi lado se sentó una chica sudafricana que venía en conexión desde París y solo hablaba inglés. Era sudafricana pero los rasgos y el nombre -algo con muchas "r", "g" y "h"- eran hindúes por completo. Pronunciaba "Coetzee" de una manera ininteligible, aunque, supongo, verdadera.

Tras siete horas y media llegamos al JFK. Tuve que esperar una hora más entre Aduanas y maletas. Me tocó el funcionario más lento del mundo, un tipo asiático-americano ("chino", en la jerga de mis excitados colegas de viaje) que combinaba dulzura, acidez y una paciencia infinita. Sellaba pasaportes como el que hace tai-chi los fines de semana en el Retiro: inspirar, expirar...

La Chica Portada también llegó tarde, así que en eso acabamos empate: Air Train hasta el metro y de ahí una sucesión interminable de paradas hasta Prospect Park, sur de Brooklyn. Nos acostumbramos a ser los únicos blancos del vagón, aunque al hablar espanol tampoco quedaba tan rara la cosa. Cenamos los cuatro en un restaurante mexicano delicioso. Hamburguesa, sí, pero con muy pocas patatas. A brand new man with brand new food habits. Las chicas pidieron burritos y margaritas. En la tele, los Lakers ganaron y luego los Blazers perdieron. Es divertido entrar en un bar y que las pantallas pongan partidos de baloncesto en lugar de interminables partidos de béisbol, como en 2009. Un alivio, más bien.

El barrio de Inés es eso, un barrio, un autobusero obeso espera a la Chica Portada fumando un cigarrillo, algunos tipos con pinta de camellos esperan en las esquinas. Al fondo, el parque enorme con su jardín botánico y su zoológico. El plan de hoy es andar sin rumbo. El plan de manana es ver Manhattan. El plan del domingo es ir a un concierto de música clásica contemporánea. Echo de menos las chicas del tiempo y sus sonrisas rubias.

Voy a ducharme y desayunar. Y a estirar un poco. Tendré diez días para ser original y divertido. De momento, soy. Algo costipado, de hecho. Pero no importa. If I can make it there, I' ll make it anywhere, esa es la idea.