Cuando me despierto, la Chica Diploma me explica cuántas veces he gritado por la noche. Yo no soy consciente de nada de eso así que cada amanecer, en ese sentido, es una moneda al aire. Puede ser una vez, pueden ser dos, incluso tres si mi padre ha tenido fiebre el día anterior. Dice que generalmente me limito a repetir "No" pero que a veces puedo variar el repertorio con un "vale, vale, ya, vale" y que ella se despierta y se asusta y entonces me abraza porque se da cuenta de que estoy sudando y temblando y en ocasiones me arropa con una sábana y se queda dormida con sus manos en mi pecho.
Al día siguiente, ya digo, no recuerdo nada. Quizás el cansancio, algún ataque de ansiedad en la ducha, pero nada más. Nos levantamos, nos miramos, desayunamos y cogemos el coche hasta su trabajo, que resulta ser donde mi padre está pasando estos días, ahí vuelvo a desayunar con él, pasos lentos hasta el bar donde la chica ya nos conoce y me prepara tortilla antes de la hora solo para que la pueda comer a tiempo. El resto del día son paseos o médicos o terrazas con zumos de naranja y mucho teléfono, tanto que por la noche vuelven los gritos y las ansiedades y la Chica Diploma parece tan preocupada que me asusta.
En ocasiones, cambiamos la rutina. El sábado, por ejemplo, estuvimos en El Escorial buscando un poco de frío y encontramos un calor insoportable. Baños donde echarse agua, escaleras hacia arriba y hacia abajo intentando mantener el equilibrio. Lo peor, con diferencia, es ser capaz de recordar nada, o, más bien, de archivar nada. Todo pasa de largo, no hay hueco. El domingo vimos a España perder una final y acabamos de semi-borrachera en La Latina. Fue una buena decisión. Aquello parecía cualquier cosa menos una verbena hasta que me tomé un bocadillo de chorizo frito.
Recuerdo una noche de 2001, borracho como un piojo, comiendo chorizo y persiguiendo primas que me invitaban a sus casas de Ópera. En Geordie Shore follan como conejos. Paso las tardes libres escribiendo artículos sobre Louis Van Gaal y viendo programas de sucesos paranormales en cualquier canal de Imagenio. No consigo leer igual que no consigo escribir, simplemente no me concentro. Mañana cogemos un coche a Bilbao y nos perderemos ocho días por el norte. Cuando volvamos, el mundo seguirá ahí, esperándonos y no sé si eso me gusta o no. La gente me llama y yo entiendo que tengo que dar respuestas pero no las tengo.
Dejarse llevar suena demasiado bien.
En una semana, vuelvo.
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