Hay un error muy extendido en la cultura deportiva española
por el cual somos una gran potencia mundial simplemente porque ganamos en los
deportes que nos gustan. Obviamente, no siempre ha sido así pero ahora al menos
hay Eurocopas y Mundiales y Eurobaskets y Nadales, Alonsos, Lorenzos… que nos
hacen disfrutar frente al televisor cada fin de semana con el comprensible
entusiasmo derivado. Ahora bien, un país que desprecia todo aquel deporte que
no genere un ingreso económico no puede presumir luego de compromiso ni de
potencia.
El caso es que en España el deporte funciona bien mientras
otro ponga el dinero. En los deportes superprofesionalizados sí hay una
cantera, sí hay unos patrocinadores, sí hay estructuras más o menos decentes y,
lógicamente, hay resultados. Otra cosa es el resto de las disciplinas
deportivas, que se van extinguiendo poco a poco. La comparación del deporte
olímpico español no tiene que ser con su pasado –hasta Barcelona 92, el
olimpismo español prácticamente no existía, salvo infrecuentes talentos
individuales- sino con la evolución brutal del deporte profesional en los
últimos años, y ahí naufraga por completo.
Los Juegos Olímpicos se centran en tres especialidades:
gimnasia, natación y atletismo. Puedo incluir las distintas luchas, tiros y
juegos de equipo como siguientes atractivos, un poco por debajo, pero el centro
de la atención cada cuatro años en todos los lugares del mundo está en esas
tres grandes disciplinas. El problema no es que no tengamos medallistas en
halterofilia, tiro, voleibol o bádminton, creo que podemos asumir que no es
posible llevar a un gran campeón en cada torneo. El gran problema es que no hay
nadie con aspiraciones a medalla en atletismo, no hay nadie con aspiraciones a
medalla en gimnasia y en natación tenemos a Mireia Belmonte y unas cuantas
chicas con un gran futuro. De la natación masculina, no hay noticia.
De hecho, es chocante el rendimiento de los chicos en estos
Juegos. Chocante por decir algo. En vela, windsurf, piragüismo, natación,
waterpolo, balonmano… las mujeres han dado un paso adelante decisivo y se
codean con las mejores. Y eso que aún queda la siempre solvente natación
sincronizada. Los chicos, sin embargo, parecen haberse echado a un lado: más allá
del desastre del fútbol cuesta encontrar un deportista masculino que haya
rendido al cien por cien en su especialidad. Queda mucha competición y
generalizar es injusto, pero sí parece haber un cierto estancamiento de género
difícil de explicar.
Mujeres, hombres o viceversa, el problema va más allá del
número de medallas, que muchas veces es aleatorio. El verdadero problema es que
el deporte televisivo, profesionalizado, multimillonario… se ha comido al
deporte olímpico. Todo esto sin saber muy bien qué hace el COE para evitarlo o
las distintas federaciones. Para presumir de “la edad de oro del deporte
español” hay que asegurarse de que hay un futuro, unas inversiones, un talento
humano que va más allá del que quiera poner Movistar para las motos o Endesa
para el baloncesto, por no hablar del Banco Santander o BBVA.
Simplemente, no puedes ir con la cabeza bien alta
presumiendo de la envidia que te tienen determinados países cuando luego esos
países te doblan o te triplican en el gran evento deportivo universal. El “soy
español, ¿a qué quieres que te gane?” puede acabar haciendo mucho más daño que
beneficio y es una pena porque, bueno, estaría bien que fuera verdad, ¿no?
Artículo publicado originalmente en el diario El Imparcial dentro de la sección "La zona sucia"