Hay que
dejar claro que el Barcelona es un gran equipo que, en ocasiones, aún juega de
manera maravillosa al fútbol y que viene de hacer semifinales en Champions y
ganar la Copa del Rey, así que este artículo no pretende ser una crítica a la
totalidad. No es una crítica al modelo de juego ni a la concepción del club
sino una alerta a determinados excesos y, lo que es peor, al peligro de no
cambiar el discurso, de atribuir toda derrota a "errores puntuales",
"desgracias que no tienen que ver con el juego" o "cosas
raras", como diría Pep Guardiola.
El hecho es
que de un año a esta parte el Barcelona ha dejado de competir al mismo nivel
que los tres anteriores. Creo que no se analizaron bien las razones de las
distintas victorias y por eso es complicado analizar bien las razones de los
altibajos actuales. El Barcelona de Guardiola no era heredero del de Cruyff ni
del de Rijkaard sino del Ajax de Van Gaal. Guardiola había jugado en Italia,
había aprendido de los italianos lo suficiente como para saber que sin orden
táctico, presión constante, recuperación inmediata del balón y ocupación
correcta de espacios en defensa es imposible ganar.
Todo eso,
más la calidad inmensa de sus jugadores, lo convirtió en el mejor equipo del
mundo y, forofismos aparte, el mejor equipo que yo haya visto en mi vida. Todos
los críticos coincidían en que el Barcelona era un equipo "aburrido",
es decir, que no ofrecía emociones fuertes porque ganaba siempre por
aplastamiento. Si llegaba el 1-0 o el 0-1, sabías que el partido estaba
acabado: el rival no iba a remontar salvo contadísimas excepciones. No en vano,
Víctor Valdés fue, holgadamente, el portero menos goleado de la liga en cada
una de las cuatro temporadas de Guardiola.
¿Qué pasó
entonces en el verano de 2011 para que todo esto cambiara? Bueno, hay razones
físicas y de mentalidad: es imposible competir cuatro años con la misma
fiereza, la misma intensidad y el sistema Guardiola-Vilanova obligaba a esa
concentración continua. La solución táctica fue cambiar dicho sistema y
venderlo como una adecuación a las "características históricas" del
barcelonismo cruyffista, es decir, apostar por un 3-4-3 con extremos puros
pegados a la banda y un delantero que funcionara como falso nueve rodeado de
canteranos.
Era la
recreación de algo que nunca había sucedido así: Cruyff apenas jugó con un
3-4-3 y desde luego nunca en partidos importantes. Su sistema fue siempre un
4-3-3, con Guardiola por delante de Koeman y Koeman a su vez acompañado por un
central de marca y dos laterales muy rápidos para las coberturas. Tampoco jugó
Cruyff habitualmente con extremos, como no lo harían Rijkaard y ni siquiera Van
Gaal, que sí lo hizo en el Ajax con Overmars y Finidi. Los extremos de Cruyff
eran Stoichkov y Begiristáin, dos delanteros puros, y en ocasiones el propio
Laudrup, que caía a un costado para dejar su puesto de falso nueve a Bakero.
Sí, podemos recordar las cabalgadas de Goikoetxea, pero Goiko era suplente con
Cruyff y a menudo lo ponía como lateral directamente.
El falso
nueve, de hecho, también tiene parte de mito. Cruyff podía colocar a Laudrup o
Bakero como referencias arriba, pero se cuidaba muy mucho de tener a Salinas
como relevo cuando hiciera falta. Van Gaal contaba con Anderson y Kluivert.
Rijkaard tuvo a Eto´o y a Larsson e incluso Guardiola empezó con el camerunés,
luego con Ibrahimovic y después fichó a Villa, teniendo siempre a Bojan en el
banco por si acaso. Bojan, por cierto, le dio media liga 2009/2010 cuando
Ibrahimovic se borró definitivamente del proyecto y se bajó del barco.
En cuanto a los
canteranos, otra leyenda: Mourinho lo comentó hace poco con poco rigor y mucha
prepotencia pero tenía parte de razón: ¿Qué canteranos jugaron durante los años
gloriosos del Dream Team incluso cuando solo podían jugar tres extranjeros?
Busquets padre, Ferrer, Sergi en el último año, Guardiola, Amor y es posible
que me deje a alguien más que no recuerdo. Si aquel equipo pasó a la historia
fue por los Koeman, Bakero, Txiki, Eusebio, Stoichkov, Laudrup, Zubizarreta,
Nadal, Goikoetxea y posteriormente Romario. El papel de la cantera con Cruyff
solo fue determinante en su última temporada, cuando decidió dar minutos con
regularidad a su hijo Jordi y a la quinta del Mini: De la Peña, Roger, Oscar,
Celades, Toni Velamazán...
Ese giro al
pasado del verano de 2011, a un pasado que nunca existió, insisto, fue una
vuelta de tuerca que descompuso el dominio blaugrana. Los partidos del equipo
de Guardiola pasaron a ser "divertidos", es decir, salvo cuando
jugaban en casa ante equipos menores, te podías esperar cualquier cosa: ya no
había un control absoluto sobre el juego, las recuperaciones costaban más, los
despistes defensivos abundaban y si el resultado final no fue tan espantoso se
debió simplemente a que Messi marcó 73 goles en una temporada, que es un escándalo
supremo.
Ese verano
se vendió a Bojan. Puede que Bojan no sea jugador para el Barcelona -yo creo
que no lo es- pero era el delantero goleador suplente y como recambio no vino
nadie. A su venta se sumó la lesión de Villa, al que se decidió no sustituir, y
la lesión y venta posterior de Jonathan Soriano, un tío que venía de meter más
de 30 goles en Segunda, pero que no cabía en una plantilla de 25 jugadores. El
resultado fue un equipo con enormes problemas para meter goles. Ya sé que la
cifra total fue la más alta de la historia, pero eso se explica porque Messi
aparte de meter sus 73 goles dio 29 asistencias. Participó en 102 goles durante
los 60 partidos que jugó. El argentino ocultó un problema que se hizo más
palpable que nunca en las semifinales de Champions ante el Chelsea: el
Barcelona seguía creando oportunidades pero su ratio de conversión era
lamentable.
Eso no es
casualidad. Un partido normal del Barça incluye a Busquets, Xavi e Iniesta como
mediocampistas. Ninguno de ellos es un goleador. Pueden marcar puntualmente,
pero no lo llevan en la sangre, su labor es otra. Si arriba empiezas a colocar
a Cuencas y Tellos para abrir las bandas, resulta que el único que te queda con
garantías para marcar es Messi... e incluso su mejor versión no fue suficiente
a final de temporada porque es humano, no puedes fiar todo tu ataque a que él
marque uno, dos, tres, cuatro o incluso cinco goles en un partido. Las
decepciones fueron Alexis y Cesc, los dos grandes fichajes que costaron en
torno a 80 millones de euros y apenas aportaron los goles que prometían.
Marcaron, sí, pero en ningún caso a la altura de Villa y Pedro. No había Plan
B.
La delantera
no fue el único problema del Barça, también estaba la defensa. Este es un
problema que me temo que es conceptual: existe una cierta creencia en La Masía
por la que cualquiera puede jugar de delantero o de central, por eso los
distintos filiales no se preocupan en sacar un solo delantero centro y los
centrales prometedores como Muniesa, Fontàs, Bartra o Gómez llevan atascados
casi desde que Guardiola les hiciera debutar, en algunos casos hace cuatro
años. Estos defensas son los que han convertido al Barça B en uno de los
equipos más goleados de Segunda y lo peor es que esa montaña rusa en que se han
transformado los partidos del primer filial se ha extrapolado al primer equipo.
Es cierto
que la defensa sí se trabaja en La Masía. Los centrales serán mejores o peores
pero ahí están. La sensación que me da a mí, sin embargo, es que los
entrenadores del primer equipo no acaban de valorar esa posición como no valoran
la de delantero centro. Me explico: Guardiola ya se jugó la final de Roma con
Touré Yayà de central y después, con la evidente baja forma de Gaby Milito,
pasó a probar en esa posición a Busquets para acabar acertando con Mascherano.
Abidal fue la otra opción -un lateral izquierdo reconvertido- pero su
desgraciada enfermedad le mantiene apartado del equipo.
Ahora mismo,
el Barcelona tiene cinco jugadores que pueden ocupar la posición de central:
Puyol tiene 34 años y sale de dos lesiones importantes, Piqué lleva un año con
la cabeza en cualquier otro lado y, como dijo Vilanova en el famoso verano
2011, "sin él se nos viene todo abajo", Mascherano es un
centrocampista, ha jugado 26 años en esa posición y aún comete errores
puntuales muy graves de colocación sobre todo, dejando enormes espacios a su
espalda. Los otros dos son Fontàs -transferible- y Bartra, aún inédito esta
temporada y sin visos de mejorar porque para esa posición se ha fichado a Song,
otro medio centro del que se espera pueda jugar de central.
A mí me
parece un exceso. Jugar con muchos mediocampistas está muy bien para mantener
la posesión, pero basarlo todo en mediocampistas hace que te conviertas en una
caricatura: posesión horizontal, dificultades para llegar con claridad arriba,
muchísimos disparos fallados porque no son la especialidad de los llegadores y
una cierta falta de contundencia y organización defensiva. Incluso Adriano,
lateral de emergencia en la Supercopa, jugó gran parte de su carrera como
extremo. Montoya, un defensa de verdad, mejoró con mucho sus prestaciones.
Todos estos
son los problemas del Barcelona: falta de agresividad, un dibujo demasiado
difuso, una defensa que queda vendida en demasiadas ocasiones y que depende en
exceso de tres jugadores, extremos que no crean peligro salvo cuando hacen la
diagonal hacia portería -es decir, cuando no juegan como extremos, igual que no
lo hicieron en su día ni Stoichkov, ni Rivaldo, ni Ronaldinho ni Henry ni el
propio Messi - y ningún delantero para decidir los partidos embarullados más
allá de la omnipresencia de Leo, que lleva seis goles en los cuatro partidos de
temporada. Entre el resto de sus compañeros han sumado cinco.
Con todo, el
inconveniente más peligroso es la falta absoluta de autocrítica, como si cada
comentario supusiera tambalear el sistema, el PLAN, con mayúsculas. Eso es
absurdo. Lo que hay que hacer con un plan, con un buen plan, es mejorarlo y
actualizarlo y acoplarlo a las condiciones de los jugadores en cada momento, pues,
obviamente, estos no son los de hace cuatro años, ni en lo físico ni en lo
mental. Nadie está pidiendo una revolución sino un debate y el debate no se ve
en ningún lado. Cuando en el partido de ida de la Supercopa, Adriano cede
alegremente el balón a su portero pese a estar presionado, en el minuto 89, con
una renta importante en el marcador, y Valdés, en vez de despejar quiere
regatear a Di María, ahí estamos ante un error de concepto que el entrenador
oculta: "A Valdés le pedimos que haga eso", dijo Tito Vilanova, y
sinceramente espero que no, que ni a Valdés ni a ningún otro portero se le pida
que saque el balón jugado a base de regatear delanteros contrarios y cuando
está presionado.
El portero
es uno de los vértices del juego de triángulos del Barcelona, pero, obviamente,
al ser el vértice más delicado tiene que saber cuándo hacer una cosa y cuándo
hacer otra. Si siempre tiene que hacer lo mismo, en cualquier circunstancia, no
es un recurso, es un dogma, lo que convierte el fútbol en una religión con
credo en vez de en un juego.
El principio
de temporada del Barcelona me deja dudas. Más me las deja el del Real Madrid
pero ese artículo se lo dejo a otro. El caso es que no se oye ni una voz que
sugiera algo parecido a una reflexión. "No tenemos que cambiar nada",
insiste Xavi. "Solo perdimos por dos errores puntuales", dice
Vilanova después de casi salir goleado del Bernabéu. "Fuimos mejores que
ellos y mantuvimos el control del juego", insiste el capitán y junto a él
los compañeros y la prensa afín, pese a que todos vimos la primera parte y cómo
Valdés evitó cuatro o cinco goles cantados.
¿Puede
seguir ganando el Barcelona? Sí, de hecho lo hará porque su calidad es enorme y
el sistema, incluso siendo mejorable, funciona en la mayoría de las ocasiones.
¿Se puede atribuir aún el título de "mejor equipo de la Historia"? Ya
no. Difícilmente el de mejor equipo del mundo. ¿La razón? El empecinamiento en
no atender a los detalles y el pánico a que el cambio en un matiz, en un
concepto, derribe como un castillo de naipes el trabajo de décadas y décadas.
Guardiola lo vio mejor que nadie: no se trataba de ganar 5-4 sino de ganar 5-0.
Como eso es imposible hacerlo siempre, al menos había que intentarlo. Pronto
sabremos si Vilanova y sus chicos están dispuestos a aceptar el reto por quinto
año consecutivo, de momento lo que más daño le puede hacer al Barcelona y al
barcelonismo es la autocomplacencia. Saber elogiar y saber criticar. Lo que se
llama "debatir ideas", sin fanatismos.
Cuando no
sabes lo que haces bien ni lo que haces mal sino que te parece que en todo
momento estás haciendo lo que debes independientemente de sus consecuencias es
que te has metido en una burbuja de difícil salida. Y las burbujas, lo sabemos
de primera mano, tarde o temprano explotan.