No puedo decir que siempre haya sido un entusiasta de Xavi Pascual, el entrenador del Barcelona desde hace dos años. Desde luego, representa una política de club: cuando el equipo iba a la deriva, Laporta confió en él y le dejó tiempo para crear un proyecto. Era Messina o él y se quedó él, por las razones que fueran. Messina se fue al Madrid y de momento tiene mucho que demostrar, a tenor de lo visto hoy en Bilbao y hace unos meses en Vistalegre.
La superioridad táctica del Barça ha sido inmensa en ambos partidos. No estamos hablando de actuaciones individuales maravillosas o triples descomunales, sino de trabajo, esfuerzo, defensas mil veces practicadas y sensatez en el ataque. El Madrid sólo aguantó lo que le aguantaron las ganas y la motivación de una final, pero eso no iba a bastar después de jugar tres partidos en tres días. Ün ritmo que ni la NBA permite. Estaba claro que haría falta algo más: acierto y recursos tácticos, pero no hubo nada de eso.
Pascual ha creado un equipo rocoso, no demasiado espectacular pero sencillamente insuperable. Es difícil encontrar una plantilla mejor confeccionada: un base puro como Rubio, otro defensor como Sada y un tirador como Lakovic; dos escoltas tiradores en Basile y Navarro, junto a dos aleros aguerridos y penetradores como Mickeal y Grimau. Por dentro, dos artistas de la técnica -Lorbek y Morris- junto a dos intimidadores de primera: Vázquez y N´Dong. Eso sin contar ni a Trías, que es un jugador soberbio ni a Barton, lesionado desde principio de temporada.
A veces, el juego de Pascual me desespera. Sobre todo cuando confía en exceso en Lakovic y regula tanto los minutos de Ricky o cuando comete errores de principiante como tiempos muertos mal pedidos o cambios insólitos. Tiene lógica porque en parte es un principiante: el año pasado fue el entrenador más joven en ganar una ACB y en cualquier caso su futuro tiene una pinta descomunal: este año el Barcelona es serio candidato para ganar el triplete. En todo el año ha perdido tres partidos: dos en el último segundo y el otro en la prórroga.
Del otro lado queda el Madrid. Todo el dinero que se ha gastado este año el Madrid en Messina, Lavrinovic, Kaukenas, Hansen, Vidal, Garbajosa, Velickovic, Tomic, Prigioni y Jaric. Diez fichajes, así, como quien no quiere la cosa. Y dicen que buscan un alero. Es cierto que a un equipo completamente nuevo hay que darle un margen para funcionar, pero todo esto para acabar perdiendo por 20 puntos de diferencia en la final y tener un pie fuera de la Euroliga en octavos... pues tiene mala pinta. Tampoco podemos hablar de futuro: menos Tomic y Velickovic, el resto del equipo llega o supera los 30 años.
La dirección de Messina viene siendo caótica y aquí también lo ha sido. Se cabrea con un jugador y ese jugador deja de existir. De repente, Vidal, Tomic y Bullock han dejado de formar parte de la rotación. Velickovic, candidato a MVP en noviembre-diciembre, es ahora un suplente de Garbajosa, completamente desquiciado. Habrá razones para todo eso, por supuesto, pero ver la cara de Bullock, un histórico del equipo, con el chándal puesto y los pantalones cortos, brazos en los bolsillos y subiendo a recoger la medallita de turno daba un poco de pena. Entiendo que está lesionado, porque si no, es hasta cruel: cero minutos en una final que, en rigor, solo duró un cuarto.
Por cierto, esperpéntico protocolo en Bilbao: el Rey y la Reina abucheados tremendamente y el himno nacional durando apenas diez segundos. Lo de los abucheos es inevitable y forma parte de la libertad de expresión. Pero si pones el himno, no lo puedes quitar a los cuatro acordes solo para evitar la pitada. Lo pones, pitan y a otra cosa. Y si no, pues no lo pones.