Una vez más nos encontramos con un caso insólito: el ganador de una etapa da positivo. Algunos pensarán que eso no tiene nada de insólito, que lo insólito sería que el vigésimo de una etapa diera positivo.
No, a lo que me refiero es a la sensación de impunidad. Al vencedor de una etapa -igual que al líder del Tour- se le somete a análisis de sangre y orina. Cuando un tipo sale a ganar una contrarreloj haciéndose una transfusión de sangre es imposible que no sepa que le van a pillar... salvo que lo haya hecho antes y no lo hayan pillado. Salvo que sea algo tan común que uno realmente confía en la estadística y decide lanzarse.
El año pasado le sucedió a Floyd Landis. Hace dos años, a Roberto Heras, en una etapa en la que no tenía nada que jugarse porque ya había pasado a la historia: cuatro Vueltas a España que se quedaron en tres.
Si un tipo que lleva cinco minutos de ventaja en la general, que sabe que no corre riesgo de perder la carrera y que sabe que va a pasar un control antidopaje decide meterse EPO, ¿cuándo tenemos que suponer que prescinde de esa sustancia? Con el ciclismo nos pasa lo mismo todos los años: etapas ilusionantes, emoción, comentaristas entregados... y un reguero de mierda que va quedando según acaban los días.
La excusa de siempre es: en los demás deportes también pasa. Puede. Que lo demuestren. En atletismo, desde luego, hay una buena nómina de sancionados. Sólo que el ciclista parece apelar a una épica que acaba no siendo tal. Un día me pongo y gano la etapa, al día siguiente descanso, al otro vuelvo a ganar...
Es duro ver agonizar a algo que quieres.
El Estado es un sensor
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*por Yaiza Santos*
Enumeró, en contra de su costumbre, lo que hasta ese momento había
declarado el señor Víctor de Aldama ante el juez. Por ejemplo los p...
Hace 11 horas