Nacho Azofra se retira a los 37, casi 38 años. Es una noticia esperada pero que desata la melancolía. Yo he visto jugar a Nacho Azofra en las mismas canastas de mi adolescencia, aquel Ramiro de Maeztu por el que cruzaban, a la hora del bocadillo, Alberto Herreros, Ricky Winslow, Djanko Cvjeticanin...
Azofra es el Ramiro y es el Estudiantes y es, en definitiva, mi juventud y parte de mi madurez. Es Estambul chim-pum y es la Copa de Granada, con el codo vendado, incluso la final perdida el año anterior en Zaragoza. Es un grupo de dementes interrumpiendo las clases para pasar una hucha en la que todos teníamos que meter algo de dinero para renovarle, antes de que se fuera al Caja San Fernando.
¿Adónde iría a parar ese dinero?
Es una vuelta esperada y una final que nunca existió ante el Barcelona. Un viaje de 500 kilómetros para no ver nada, en una esquina del Palau Blaugrana, callados e intimidados. Es otra final, un año después, en lunes, contra el Pamesa Valencia, en Vitoria. Una nueva excursión a los Delfines y el hermano de mi ex-novia empapado en todos los periódicos.
Es mi ex-novia, en parte, como es en parte mi propio hermano o mis primos o mis tíos o todos mis compañeros de Instituto que queden por ahí sueltos.
Es una final de la Liga ACB, un quinto partido en el que le da la alternativa a Sergio Rodríguez, ahora en la NBA. Es una no renovación tan esperada como la retirada posterior, alargada tan sólo por unos cuantos partidos en Bilbao.
Nacho Azofra no tenía unas cualidades excepcionales para el baloncesto: no era demasiado alto, no tenía demasiado buen tiro. Se forjó una carrera al más puro estilo Ramiro de Maeztu: correr como locos y hacer bandejas imposibles. Aprender a driblar sin caerte por las goteras del Magata o el resbaladizo suelo rojo de las pistas de fuera de La Nevera. Era un tipo muy inteligente al que a veces se le cruzaban los cables en la pista.
Ahora, casi veinte años después de que debutara junto a Antúnez y Vicente Gil, se retira. Dentro de nada le veremos dar más clases desde el banquillo, estoy seguro. Teniendo en cuenta quién es el seleccionador nacional, incluso podemos soñar con un banquillo en concreto.