Tengo la sensación de que el propio acto de escribir supone un extrañamiento del mundo, o, si se quiere, es el reflejo de un "sentirse extraño" en el mundo. "Desintonización", lo llamo en el principio de una novela que empecé a escribir y no sé cuándo terminaré.
El escritor, por ello, exagera su perspectiva y desconfía de las ajenas. De ahí que necesite plasmarla en el papel cuanto antes, con cierta ansiedad, con el miedo de que alguien haya contado ya lo mismo antes, con la seguridad paranoide de que "nadie le entenderá", con el estupor en forma de sonrisa idiota cuando se da cuenta de que sí es entendido.
Extrañamiento, ansiedad, falta de "pertenencia"...
Curioso que todo esto lo diga un escritor que ayer se vio rodeado no sólo de su familia más directa -Pancho y Gloria, sí, pero también los dos Luises y Jose- sino de lo más cercano a una familia que ha tenido nunca , de una familia que sé que me adoptaría sin ningún problema si yo me dejara un poco más y de los que, ellos mismos, en palabras de su Sumo Sacerdote -ese Rafa al que todos queremos como un padre responsable- se consideran familiares.
Cuatro familias, así, de repente. Imagínense qué Nochebuena me espera.
Podría hablar, como periodista, de las partes y estructura del evento, pero sería ridículo: había que estar ahí. Sentir las voces que vibraban, los murmullos, los silencios, las miradas, los dedos pasando por las cuerdas de la guitarra, los abrazos y las lágrimas a punto de brotar en cada instante.
No fue un desastre, no. Todo lo contrario. Recrearse en ello, de hecho, sería una manera de estropearlo, así que baste con una palabra:
"Gracias".
La fiesta del aguafiestas
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[La Brújula (Opiniones ultramontanas)]
Buenas noches. Mi aguafiestismo profesional me obliga hoy a la tarea,
ciertamente desagradable, de arremeter cont...
Hace 8 minutos