domingo, febrero 27, 2011

Mallorca 0- Barcelona 3



El Barcelona viene teniendo problemas con las posiciones. Una mala ocupación de los espacios del campo especialmente al principio de los partidos, cuando las piernas están frescas pero también algo rígidas todavía. Si es una cuestión física o mental, de despiste, es imposible aventurarlo desde aquí pero sí se puede suponer que algo habrá de cada cosa. Recordemos una vez más que el Barcelona puede romper records de goles a favor y enlazar goleadas gracias a su talento arriba. Eso es indudable. Ese talento lo tiene el Barcelona y no solo el Barcelona: muchos equipos europeos tienen jugadores impresionantes en sus equipos. O al menos en teoría.

Lo que en realidad marca la diferencia del Barça es la organización. Uno puede marcar 40 goles en 12 partidos de casa a base de talento –aunque probablemente no solo a base de talento- pero es imposible recibir solo 5 sin un entramado táctico sobre el campo impresionante. Guardiola es un entrenador claramente minusvalorado. Como entrenador. Como gurú, probablemente su figura llegue a cansar: motivador, educado, contundente, elegante… sí, todo eso está muy bien, pero yo me quedo con cómo se coloca el equipo en el campo. Es un espectáculo. Fíjense en cualquier rechace y a ver de qué equipo es el jugador al que le cae el balón y normalmente al trote.

En efecto, siempre el mismo.

No fue así en los primeros 25 minutos del partido ante el Mallorca, que fueron posicionalmente terribles. Villa se ha colocado definitivamente en el medio, dejando al equipo en una especie de 4-3-2-1, y un importante embudo que solo pueden romper los laterales porque ni el asturiano abre el campo por la izquierda ni Pedro consigue entrar por la derecha como solía. Busquets empezó muy atrás, como protegiendo a sus centrales, y eso obligó a Iniesta y Messi a retrasar 20 metros sus posiciones naturales. Añadan un par de despistes de Maxwell descomunales y tendrán un partido más que competido, incluso con mayor sensación de peligro balear.

La clave estuvo en esos diez metros que avanzó Busquets. Es el jugador determinante del sistema, aunque no sea el mejor jugador del equipo. Cuando él se juntó arriba con Keita e Iniesta y se olvidó de proteger a Abidal y Piqué, curiosamente el equipo empezó a defender mejor… porque atacó mejor. Ni una oportunidad de los locales en todo el resto de partido, eso lo dice todo. Busquets se coloca pisando la línea del medio campo, los centrales se adelantan para no perder la referencia, no hay tantos espacios detrás de los laterales, Iniesta y Messi reciben en tres cuartos y Villa y Pedro pueden tirar desmarques y volver loca a la defensa sin más obligaciones.
Añadan a eso un Keita cumplidor en defensa cuando hizo falta y brillante en ataque. Sobre el jugador malí ya ha hablado mucho su entrenador así que no vamos a insistir: es un tapado que viene de lujo en determinados encuentros.

Así pues, de repente, como suele pasar, casi sin aviso previo, el Barcelona pasó de mostrarse vulnerable a arrollar. Esa manera de deambular siempre en los tres cuartos rivales con pase, pase, pase, en principio intrascendente pero que descoloca por completo al equipo contrario hasta que llega el desmarque definitivo. Pudo marcar Messi, que falló un gol cantado –imaginen el día que deje de fallar esos goles - pero acertó después en una decisión discutible de Aouate, que no achicó los espacios y permitió que Messi controlara primero y luego rematara con la cabeza por encima suyo casi en el área pequeña.

Ahí ya sí que se acabó el partido y empezó el monólogo. Lo han visto mil veces antes y no les voy a contar nada nuevo. Los primeros veinte minutos de la segunda parte del Barcelona fueron brillantes: concentración en el pase, acierto constante, recuperación inmediata, diagonales… Villa marcó el segundo en su clásica jugada al límite del fuera de juego y Pedro culminó la goleada con un tanto espectacular de folha seca que acompañó con un gesto de rabia: lleva un mes en el que las cosas no le están saliendo demasiado bien. Probablemente, ayer, fuera el más desacertado del equipo.

Le esperan ahora al Barça cuatro salidas de órdago: Sevilla, Valencia, Villarreal y Bernabéu. A su favor cuenta con la confianza de los siete puntos de ventaja, los 40 goles a favor en campo contrario y los 5 en contra. Muy mal se tendrían que dar las cosas para no rascar los puntos suficientes en esos partidos como para afrontar la temporada post-Bernabéu con una cierta holgura. Aunque puede pasar, claro. Llevo varias jornadas hablando de que el fútbol es un juego de aciertos y miren lo que pasó con el Madrid en Riazor. A veces las grandes conclusiones periodísticas se basan en una cuestión de centímetros. Milímetros, incluso.

sábado, febrero 26, 2011

Escoria humana


Una vez escribí que parecía que a Jorge Javier Vázquez le hubieran preguntado de pequeñito qué quería ser de mayor y él hubiera contestado "miserable", tras lo cual no habría parado hasta por fin conseguirlo. La miseria, obviamente, no es patrimonio exclusivo de Vázquez, ni siquiera de Telecinco, aunque trabajen en ella mañana, tarde y noche. La miseria, el odio y la estupidez son el pan de cada día en la vida de nuestro periodismo y no hay razones para pensar que nuestro periodismo sea algo distinto de nuestra sociedad.

Todos querríamos pensar que sí, pero es muy raro que un país con demasiados políticos miserables y demasiados periodistas miserables no sea en buena medida un país con ciudadanos miserables.

Es una pena, sí, pero a mí no me echen las culpas.

Simplemente vean el siguiente vídeo de esta mala gente que camina. Gente que se supone que se ha pasado cinco años en una universidad estudiando cosas, gente que se supone que tiene sentimientos más allá del dinero que le dan a fin de mes. Si se lo dan. "Es nuestro trabajo", llevan diciendo desde hace años, como siempre dicen los mafiosos y los generales. Nada personal, en definitiva. El periodismo de personas como periodismo de objetos. No hay dinero en el mundo ni hotel ni residencia que haga que yo y espero que cualquiera de los que me lea haga esto: coger a una señora claramente disminuida, hostigarla 24 horas al día, entrevistarla en pleno ataque de ansiedad, hacer todo lo contrario a lo que pide a lágrima viva y grabarlo todo para que la jefa sonría orgullosa.

Mierda de jefa. Mierda de jefes. Mierda de obediencia debida, esto no es Libia. Usted, Patricia, y los suyos, tenían una salida más respetable: poder mirarse al espejo cada mañana a partir de ahora.

Eligieron la contraria. No culpen a nadie más.

jueves, febrero 24, 2011

Pablo Gutiérrez -Nada es crucial

Crear universos es complicado. Adaptar la realidad para que encaje en tu fantasía, mucho más, porque las líneas son delgadas y el lector puede confundirse. Hay en “Nada es crucial” (Lengua de Trapo), de Pablo Gutiérrez, una mezcla de realismo detallista -nombres de grupos musicales, películas, series, libros, repaso contextual de las décadas de los 80 y los 90…- y fantasía casi onírica. Es algo más que “dos contra el mundo” pero también es, en parte, “dos contra el mundo”, en este caso, Lecu, Magui y esta realidad asfixiante que les rodea. El autor sabe saltar perfectamente de un lado a otro, ahí su mérito.

La realidad queda fija en las visitas del Papa, los yonkis heroinómanos de los 80, el grunge noventero, las películas de Tarantino, los movimientos neo-religiosos… mientras consigue convencernos de que Lecu y Magui viven en su propio mundo, con sus propias reglas.

En realidad, si uno lo piensa, este doble enfoque provoca una cierta perplejidad: las cosas que les pasan a Lecu y a Magui son a menudo increíbles e incluso inverosímiles… pero tienen el respaldo de los datos detrás, el respaldo de la realidad a la que se enfrentan. Y en el enfrentamiento surge, curiosamente, la coherencia.

Si Magui y Lecu no encajan es precisamente porque sus comportamientos y sus acciones son un punto más que excéntricas, a menudo inmotivadas. En este punto, es un libro que va a más conforme uno va leyendo, es decir, conforme uno se va ubicando, que ya digo que no es fácil. Al principio, el lector busca referencias y no siempre encuentra las correctas y se siente tan perdido y desamparado como los propios Lecu y Magui mientras crean su cosmos. Luego ya se deja llevar y deja de buscar explicaciones y se pierde en el lirismo controlado de la prosa de Gutiérrez, mientras el propio autor avanza con valentía en la historia de los dos “outsiders”.

“Nada es crucial” es una novela hipnótica en ocasiones, de un ritmo soberbio y en la que los personajes llevan todo el peso: no hay aquí cruzadas ni infecciones ni un final con giro maravilloso y sorpresivo. No, hay mucho más que eso: hay dos universos que se acaban confundiendo en uno y hay un sorprendente retrato generacional que desde luego es intencionado pero a la vez tremendamente sutil: cualquiera que tenga memoria de las tres últimas décadas encontrará esparcidos, casi como por accidente, motivos para la nostalgia, desde Ulises 31 a los Smashing Pumpkins.

El único problema que plantea el libro es que el lector no tenga la suficiente paciencia o, simplemente, el suficiente interés. No son buenos tiempos para el lirismo de Gutiérrez y la cantidad de personajes y subtramas que rodean las principales de Magui y Lecu a veces resultan redundantes y desvían la atención. Por lo demás, la novela es impecable.

miércoles, febrero 23, 2011

Ed TV y El Show de Truman


Era el miedo que se avecinaba. Los primeros años de Internet. Mi primer recuerdo de algo parecido a una conexión por modem era lo que tenían mis padres en su casa. Un servidor Compuserve que nos actualizaba los resultados de la NBA cuando llegábamos de madrugada. Los años de los Chicago Bulls. Intentamos seguir el escrutinio de las elecciones de 1996 pero aquello fue un desastre: la página aguantó cinco minutos online y se cayó.

Por supuesto ya había satélite y cable desde hacía veinte años, por lo menos en Estados Unidos, y la sensación de control se percibía con una mezcla de entusiasmo y pánico. Todos estábamos juntos. La red. Las distancias acortadas al mínimo. Aquí y ahora. 24 horas al día. La idea de la televigilancia caló en el cine, muy poco antes de que se instalara en la televisión. Por ejemplo, "Ed TV": un canal decide emitir 24 horas al día de la vida de un chico joven y sin recursos. Era una comedia pero con mensaje, y el mensaje era "esto puede arruinar tu vida, que te controlen 24 horas, que no tengas intimidad, que todo el mundo sepa lo que haces y te juicie permanentemente puede arruinar tu vida".

Antes, "El show de Truman" había afrontado el tema desde un punto de vista más maquiavélico pero a la vez más teórico: Ed era un tipo de la calle al que se le hace una propuesta y acepta. En ese sentido, Ed se puede considerar como el antecesor de Ismael, Iván, Ania y compañía. Pero Truman no, Truman no sabe nada. Truman forma parte de esa red y de esa programación 24 horas de la intimidad sin saber que forma parte de un guion. Aquello tenía un montón de significados sociales y políticos: el Gran Hermano de Orwell te vigilaba, te cuidaba, pero todos eran perfectamente conscientes de ello. El Gran Hermano de Truman, no. Le engañaba. Cuidaba de él, por supuesto, pero sin que él lo supiera en ningún momento.

Truman creía ser libre pero en realidad no lo era. Todo estaba determinado. De ahí a la teología había un paso.

Eran películas con un punto de ciencia-ficción, de escenario de futuro: "Se imaginan si...". Lo que pasa es que no hubo tiempo para el debate porque la televisión se adelantó. Unas cuantas fechas: "El show de Truman" se estrena en 1998 y plantea un problema filosófico-culural, "Ed TV" se estrena en 1999 y ya ofrece un programa de telerrealidad perfectamente aplicable aunque se esté burlando de algo así y lo retrate como algo ridículo, ese mismo año Endemol emite su primer "Gran Hermano" en la televisión holandesa y en Semana Santa de 2000 se anuncia la versión en español para Telecinco, conducido por una periodista de investigación, Mercedes Milá, y con el único propósito, nos insisten, de hacer un "estudio sociológico".

El resto ya lo saben.

Seguro que hay varias películas y libros que me dejo. Me resulta curioso que entre la advertencia del caos y el caos pasaran meses. Así iban las cosas ya a finales de los 90 y en esta década todo ha ido a peor. Pero de eso ya hablo en otros lados, así que recordemos a Jim Carrey y por si no nos vemos luego, buenos días, buenas tardes y buenas noches.

martes, febrero 22, 2011

Savater y el terrorismo



Odiar es fácil. Y también inmediato. Es como tener prejuicios, te arreglan mucho la vida y te ahorran tiempo de pensar, leer, investigar, formarte una opinión racional... Todos tenemos prejuicios y yo también, que no escribo desde lo alto de una columna sino desde aquí abajo, calle Churruca. Nos atrae lo fácil. Por ejemplo, nos es más sencillo repetir hasta la saciedad cincuenta segundos de un vídeo de YouTube que leer 40 años de ensayos, libros y artículos periodísticos. Mucho más sencillo, dónde va a parar.

Uno de los prejuicios que más han calado en este país es el "algo habrá hecho" o el "por algo lo hará". Era muy recurrido en la violencia de género, las vecinas cuchicheando en la escalera, pero afortunadamente esa lacra mental nos la hemos quitado de encima. También sirvió durante años para justificar de alguna manera el terrorismo y sigue estando ahí. No es que lo diga yo sino que lo dijo recientemente Felipe González: "Mayor Oreja teme que ETA desaparezca".

Un amenazado de ETA -y González lo sabe- es alguien que se queda sin vida. Puede hacerlo de manera literal, si le toca en la ruleta, y desde luego lo hace en el día a día: escoltas, viajes programados, familia continuamente controlada, adiós paseos tranquilos, adiós seguridad, adiós improvisación, adiós libertad, en una palabra. La sensación constante de que te pueden pegar un tiro en cualquier momento. En cualquier momento, insisto. O a alguno de tus amigos. Ver a tus amigos caer. Muertos. ¿A ustedes se les ha muerto un amigo de verdad, un compañero de toda la vida? Entonces saben a lo que me refiero.

Aun así, se ha instalado en el imaginario común que el PP se siente cómodo en ese sacrificio porque a cambio conseguiría supuestamente gobernar el país. A mí me parece tan ridículo y ofensivo a la razón como el que piensa que a las mujeres les gusta que les golpeen hasta la muerte o que su marido las viole porque, bueno, luego pueden comprar luego un armario nuevo para la casa. Asqueroso.

Lo mismo se dice, o se prejuzga, de los que se oponen en general al terrorismo. Da la casualidad de que los que más se oponen al terrorismo no son nacionalistas porque precisamente a los que matan son a los no nacionalistas. A los que matan, extorsionan, secuestran, amenazan, queman sus casas, persiguen a sus hijos, etc. Ser o no ser nacionalista es una opción política perfectamente respetable. No creo que Savater haya dicho nunca que ser nacionalista vasco sea una opción poco respetable y que merezca ser perseguida legal o ilegalmente. Ha dicho varias veces que él no lo es, que no lo entiende, y lo ha explicado en artículos en El País y otras publicaciones durante décadas.

De hecho, a Savater le han llovido hostias de todos lados. Dejemos a un lado las hostias proetarras, es decir, los paseos por La Concha con escoltas, los barrios de su propia ciudad en los que no puede entrar, los amigos -repito- en los tanatorios, los escupitajos a su paso o al de sus hijos y los períodos refugiado por una amenaza inminente. Vayamos simplemente a las hostias políticas: Savater, catedrático de ética desde los 70, una figura del progresismo antes y después de la muerte de Franco, un luchador por las libertades y, repito, un hombre amenazado por el totalitarismo, se convirtió en un fascista en el momento en que apoyó una unión entre el PP y el PSE para gobernar en el País Vasco.

A algunos les parecerá motivo de lapidación, pero, bueno, no estaba tan solo. ¿Quién gobierna el País Vasco ahora mismo?

Levantó las manos de Nicolás Redondo Terreros y Jaime Mayor Oreja. ¡Jaime Mayor Oreja! ¿Quieren más demostración de que es un fascista? No importa que se hubiera peleado con el propio Mayor Oreja en 1998, cuando la tregua de Lizarra, que Savater consideraba la gran oportunidad para la paz, ni importa que se alineara con Zapatero también en la segunda tregua, la de la T4, con lo que pasó a recibir todo tipo de varapalos e insultos por los Jiménez Losantos de turno.

"Savater se ha divertido con el terrorismo", titulan los medios, y tras los medios, los blogs y los de las cuentas pendientes que dicen "Ah, ese mentiroso, teníamos razón, todo era una estratagema para vivir del cuento del terrorismo y medrar en la vida". Vivir del terrorismo. Alguien que lleva años sobreviviendo al terrorismo. Alguien que no ha ocupado ni un solo puesto político en toda su vida, ni un cargo institucional, nada que no tuviera ya a los 25 años gracias a su trabajo y su intelecto. Si Savater ha vivido de algo en esta vida es de "Ética para Amador" no del Foro de Ermua, precisamente.

Pero da igual. "Se ha divertido con el terrorismo", dice, y se ríe. Y nadie lo pilla. Nadie pilla que lo que está diciendo es "Intentaron destrozarme la vida, intentaron que me callara, intentaron que cada día fuera una pesadilla y no lo consiguieron. Al revés, les combatí, me dieron una nueva juventud combatiéndoles intelectualmente. Me obligaron a no rendirme, a seguir con los míos. A disfrutar de la lucha intelectual y a buscar caminos". No, claro, para qué pensar eso. Para qué leer 40 años de artículos. Para qué presuponer que estamos ante un valiente y un pensador de altura. Habría que leerle a él y habría que leer a Nietzsche. ¡En los tiempos de YouTube, Facebook y Twitter!

Yo no pido que se le dé la razón automáticamente en todo lo que dice. Hasta ahí podíamos llegar, que la gente no pudiera discrepar y tener sus propias opiniones. Sólo pido un poco menos de miseria. Si Primo Levi hubiera escrito: "Al menos la comida de Auschwitz me ayudó a mantener la línea", nadie pensaría que se estaba riendo del holocausto. No, estaba sacando fuerzas de flaqueza. Estaba buscando la ironía necesaria para intentar olvidar el sufrimiento y seguir adelante en la lucha de la vida.

Así, Savater, le pese a quien le pese.

lunes, febrero 21, 2011

Barcelona 2- Athletic Bilbao 1



Y de repente al Barcelona le tocó ser el Real Madrid, es decir, ganar a la heroica, pedir el apoyo de la grada, convertir el partido en un intercambio salvaje de golpes, buscar la verticalidad en cada jugada… El encuentro acababa de ponerse 1-1 y la sensación de urgencia estaba muy por encima de la verdadera importancia de los tres puntos. Daba la sensación de que aquello era una final o una eliminatoria de Champions. El empate aún dejaba a los de Guardiola con tres puntos de ventaja sobre el Madrid pero, tras dos partidos consecutivos sin ganar, estaba claro que lo que estaba en juego era más simbólico que real: no mostrar más debilidades.

Y en la urgencia aparecieron dos genios: Iniesta y Messi. Sin ellos dos, el Barcelona jamás habría ganado un partido que, por otro lado, tampoco mereció empatar ni de lejos. Iniesta estuvo sublime: atento en el corte, omnipresente en el toque, repartiendo controles y regates espectaculares. Sus 30 últimos minutos fueron los mejores de la temporada con diferencia y posiblemente los mejores de cualquier jugador en lo que llevamos 
de liga, aun así. no habrían servido de nada de no aparecer Messi.

El argentino estuvo perdido en la primera parte. No solo perdido: enfadado, ansioso, con un lenguaje corporal parecido al de Londres; apático, no le salía nada. Todo cambió con el empate del Athletic. En ese momento pidió la pelota y solo tuvo un objetivo: la portería contraria. Ni paredes ni toques insustanciales. Hacia adelante, siempre. Si aquello era una batalla, él iba a hacer de mariscal.

Así que lo que había sido un partido más bien trabado y soso en la primera parte –el Athletic puso descaradamente el autobús, el Barcelona volvió a atascarse por el centro a pesar de la autopista enorme que tenía Alves por la derecha- se convirtió en un partidazo impresionante, en el que un equipo luchaba con todo por marcar y el otro luchaba con todo y más porque no le marcaran.

En esa sensación de caos tuvo mucho que ver también el árbitro. Estuvo sencillamente desastroso: el 1-0 del Barça puede venir precedido perfectamente de un fuera de juego de Alves, pero es que después se come hasta tres penaltis en el área del Athletic y una posible mano de Keita en el del Barcelona. Algunas jugadas son muy dudosas y ya hemos dicho mil veces que arbitrar es muy complicado, pero el penalti de Javi Martínez a Messi fue tan escandaloso que terminó de dar esa sensación de “todo vale” que ya impregnaba el encuentro.

Pero los partidos no se pierden ni se ganan por los árbitros: si hubiera empatado el Barcelona, a buen seguro hablaríamos de “antivillaratos” y cosas similares, repeticiones obsesivas, líneas perpendiculares, diagonales… El circo habitual. No olvidemos una cosa: si el Barcelona ganó fue porque tuvo una fe que no siempre tiene y se encontró con dos jugadores sobresalientes. La renuncia absoluta del Athletic a siquiera intentar una contra también le ayudó a mitigar el miedo y la ansiedad. Todo, razones futbolísticas, a las que hay que añadir la incapacidad del equipo vasco de defender a Alves, desde el minuto 1 al 90 entrando solo por el costado, con mayor o menor acierto.

De haber empatado, cargarlo todo sobre el árbitro hubiera sido una gran injusticia. Si el Athletic de Bilbao llegó a empatar el partido y dar la sensación de algo más fue porque el Barcelona siguió atascado por el medio, descolocado, con serios problemas en la salida del balón, sin banda izquierda por la nueva posición de Villa, que sin duda beneficia al asturiano pero perjudica al equipo, y con un empeño en la floritura que no estaba a la altura de la tensión del partido. Súmenle el desastroso partido de Piqué, que ha elegido el peor momento personal para ponerse fuera de forma.

Al final, Messi puso el 2-1 y los tres puntos. Tuvo algo de justicia poética. Del Athletic podemos elogiar su resistencia numantina, pero quizá se podía esperar algo más que un 20% de posesión y todos metidos en el área. En la última media hora el Barcelona tuvo una oportunidad cada dos-tres minutos. Fiarlo a que las fallen todas no es una cuestión de táctica sino de fe.

domingo, febrero 20, 2011

Egipto sí, Libia no


Twitter es un medio tan inmediato que abruma. Algunos pensarán que gracias a Internet la verdad está más cerca pero eso no es necesariamente cierto: todo está cerca, la verdad y la mentira. De hecho, generalmente, para formarse una opinión de lo que es verdad y lo que no, uno necesita algo de tiempo y bastante más de 140 caracteres.

Digo esto para relacionar Twitter y periodismo. No es la primera vez que lo hago, seguro, o al menos no es la primera vez que lo pienso, así que supongo que por ahí andará alguna reflexión parecida. El gusto del periodismo -y digo "el periodismo" pero debería decir "la sociedad"- por lo inmediato y la necesidad de que ese conocimiento inmediato sea verdad caiga quien caiga a veces me asusta. Me está pasando con las revueltas en los países musulmanes, por ejemplo. De la noche a la mañana, cada periodista de mínimo renombre tiene una opinión formada sobre lo que está pasando en cada uno de esos países, países que, por otro lado, y en algunos casos, probablemente haya tenido que mirar en el mapa antes de opinar.

Primero fue Túnez, luego Egipto, luego Bahrein, luego Yemen. Países de malvados dictadores en los que el pueblo quiere la democracia y la libertad y lucha por ellas. Por supuesto, la situación merece un análisis: se apunta a Internet -cómo no-, pero no se acaba de explicar uno que millones de personas se vean de la noche a la mañana dispuestas a salir a las calles frente a ejércitos y policías militarizadas solo porque en Twitter o en Facebook han visto que en Occidente... Algo tendrá que ver y no lo niego, simplemente, no me he formado aún una opinión al respecto y no me atrevería a ir dándola por ahí como dogma de fe.

Mi sueño es comprar una televisión, contratarme de tertuliano y contestar continuamente a cada tema: "Pues la verdad es que necesitaría tiempo para dar una respuesta sensata a eso, como puedes entender no he pensado demasiado en los últimos años sobre la situación política de Bahrein".

Movidos por la inmediatez se pierde el análisis. La perspectiva. Si hay un problema en Egipto todas las fichas se ponen en Egipto, como en el Risk. ¡Hasta Pilar Rahola fue a informar para TV3 en un gesto heroico! De acuerdo: en Túnez y en Egipto había regímenes muy semejantes a una dictadura. Cuando menos, democracias fraudulentas, pero si el pueblo ha conseguido tumbarlos y la prensa internacional ha conseguido contarlo 24 horas al día durante tres semanas, es porque el régimen no era tan fuerte ni tan opresor.

Vayámonos a Libia, por ejemplo. Hoy empieza a ocupar los primeros titulares. Me alegro profundamente, llevo días pidiéndolo. Los días que llevan unos cuantos valientes -y esos sí que son valientes- pidiéndole reformas a Gadafi. Yo no digo que sea fácil pedirle reformas a Mubarak, pero vete a pedírselas a Gadafi. Y que Rahola se vaya a informar a Trípoli, de paso, que queda mucho más cerca, dónde va a parar. No, ni una palabra durante días y las ONG hablando de decenas de muertos, centenares de muertos, manifestantes tiroteados, innumerables heridos, todo tipo de censura...

Nos cebamos con los dictadores y nos olvidamos de los tiranos. Ahí hay un salto importante. ¿Por qué Egipto sí y Libia no? Porque en Egipto, Mubarak y en Libia, Gadafi, así de sencillo. Una amiga le echaba la culpa al petróleo. Es el clásico problema de Occidente: si interviene en un lugar es porque le interesa el petróleo, si no interviene es porque en realidad no quiere poner en peligro los pozos de petróleo. De ahí no salimos. Petróleo aquí, petróleo allá. Si uno lo piensa, no debe de haber en Libia mucho más petróleo que en Bahrein o Yemen. No lo sé seguro, no he hecho la cuenta. En cualquier caso, si hablamos de geopolítica, amigos, Egipto tiene un canal que es clave en el negocio mundial y hace frontera con Israel, que no es cualquier cosa.

Digo yo que Gadafi tenía el mismo petróleo ahora que en los 80, cuando le bombardeaba Reagan.

Pero bueno dejemos a un lado a Occidente y a Estados Unidos porque ya sabemos que, hagan lo que hagan, para la opinión pública lo van a hacer mal y además a propósito. Volvamos a Libia y a los tiranos. Las primeras portadas, los primeros titulares, hoy. Y la cosa no viene de una semana, viene de 40 años. 42 casi, en septiembre. No está nada mal. Todos callados, mientras. De repente nos damos cuenta de que en Túnez y Egipto hay dictaduras y nos rasgamos las vestiduras. De repente nos damos cuenta de que en Libia se tirotea a los opositores. Así, como si hasta ahora la prensa hubiera denunciado algo. No digo ya la diplomacia ni los ejércitos, digo la opinión pública, tan dada a la indignación con lo propio.

¿Qué será lo siguiente? ¿Indignarse por la monarquía alauí? ¿Por qué es tan fácil llamar a Mubarak y a Ben Ali ex-dictadores y tan difícil llamar a Gadafi o a Mohamed VI dictadores? Una cuestión de valor, supongo. O el atractivo del poder, no sé. La prensa especializada va convirtiendo a jefes de estado en dictadores según el espíritu del tiempo y de la noche a la mañana. ¿El pueblo protesta? Dictadores. ¿El pueblo se calla? Jefes de estado.

Y precisamente la manera más sencilla de encontrar un país donde la dictadura se ha convertido en tiranía despótica es calcular el número de manifestantes contrarios al régimen. Cuantos menos protestan, más miedo, más represión. Cuantos menos medios pueden informar de ello, más opacidad. No digo que sea fácil, pero pensemos en ello. Si queremos una revolución, vamos a empezar por donde de verdad hace falta.

Y si no, al menos, no vayamos de revolucionarios.

sábado, febrero 19, 2011

Aniversario noventero


Hace justo un año decidí empezar mi blog noventero: una serie de recuerdos de aquella época trufados de nostalgia y adolescencia. La idea no era en ningún  momento contar las cosas tal como fueron y eso quedaba claro desde el principio, sino las cosas tal como fueron para mí: dónde estaba cuando sonaba esta canción, con quién vi esta película, hasta qué punto fue importante para mí esa noticia o ese libro o esa gesta deportiva...

Todo surgió a partir de una conversación con Pepe Albert de Paco sobre posibles columnas para Factual, pero fue justo en las postrimerías del asunto, los últimos días de Espada, y tuve que recurrir a mi ya clásico "hágalo usted mismo".

Parece increíble que mis recuerdos hayan llegado a los 68 artículos en estos 12 meses. A mí me parece increíble, al menos, no creía tener tanta memoria. Ya digo que si quieren datos y fechas, es mejor que vayan a la Wikipedia, que ahí lo van a encontrar todo pero si quieren recordar sensaciones: Nirvana, El Día de la Bestia, Ray Loriga, Tesis y Tierra, los seis anillos de Jordan, los cinco Tours de Induráin, Airbag, el Mississippi, Hulk Hogan, el PC Fútbol, Mañas, Los Rodríguez, Parker Lewis, Chimo Bayo, el doblete del Atleti, Miguel Ángel Blanco, Alcasser, los anuncios JASP, Sensación de vivir... pues solo tienen que pulsar los enlaces.

Disfrútenlo. Por supuesto, hay mucho más, solo tienen que buscarlo. Y habrá más, esto no queda aquí. Creo que no voy a defraudarles esta vez.

viernes, febrero 18, 2011

Roberto Bolaño en el Palau Sant Jordi


Murió mi abuela, me tuve que ir de casa, mi madre iba en silla de ruedas por una rotura de cadera, mi mejor amiga intentó suicidarse, yo iba a clases de preparación de unas oposiciones que igual quería aprobar, conmigo nunca se sabe, pero desde luego no quería estudiar bajo ningún concepto. No tenía dinero. Ni un duro. Perdí el trabajo y perdí a mi novia. Publiqué un libro pero nunca estuvo en ninguna librería.

Viajé a Barcelona en un acto desesperado. No crean que era infeliz, todo lo contrario. Si recuerdo aquella época de detective salvaje, probablemente les diría que fue la más intensa de mi vida. El cariño de la desgracia. Estaba tirado en una cama de un hostal de Las Ramblas esperando a mi compañero de habitación –un cantautor- y la llamada de una Chica Indecisa. Ninguno de los dos llegó. Pasaba páginas compulsivamente, imaginándome como a un poeta García Madero perdido en la inmensidad de su nueva vida bohemia. Imaginando las noches de lujuria en la casa de las hermanas Font.

Yo siempre quise ser un juguete del destino, soy un tipo peligroso.

Las cosas mejoraron. No porque la Chica Indecisa llamara, al revés, no volvió a llamar jamás, pero heredé un dinero, conseguí un trabajo, aprobé las oposiciones, me eché algo parecido a una novia, conseguí mi propio piso de alquiler en pleno Malasaña y, por supuesto, caí en una horrible depresión que me llevó a intentar combatir la angustia con ansiedad, una receta poco recomendable. Volé a Nueva York en busca de una amiga que empezaba un viaje suicida. Un viaje salvaje, si me permiten la rima interna y el topicazo. Atravesamos el norte del país de punta a punta hasta llegar a Seattle. Rosa y Amalfitano.

Yo ahora quería ser como Archimboldi. Yo ahora quería desaparecer. Una vez, a propósito de nada, una crítica de una película europea que pasó sin pena ni gloria por la cartelera española, escribí que el tema de nuestro tiempo era la desaparición. Alguien puede decir ahora que el tema es la crisis, pero en el fondo estamos hablando de lo mismo: crisis exterior, crisis interior y desaparición como respuesta. La necesidad de dejar de ser quienes somos. La constatación de que ya no nos aguantamos más y que tenemos que huir cuanto antes de nosotros mismos. Una especie de turismo suicidófilo.

Los dos suicidas acampamos en Badlands, Yellowstone y Grand Teton, que es lo más cerca de Suiza que he estado nunca. Contaba desaparecidas y muertas y peleas y tiros y Rosa, pobre Rosa, pero sobre todo, ya lo he dicho antes, soñaba con ser un escritor fantasma: publicar, cobrar y seguir con mi vida. El reconocimiento como algo ajeno. Como negocio, de acuerdo, pero no como circo ambulante.

Escribí un libro sobre aquel viaje. Era bastante bueno. 4000 millas y 24 días dan para mucha ficción o al menos para mucha reinvención de la realidad. Por supuesto, a nadie le interesó publicarlo. Las cosas siguieron más o menos en su sitio hasta que volvió a morir mi otro abuelo, mi padre sufrió un derrame cerebral, perdí mi trabajo, no tenía novia que me dejara y al menos no tuve que abandonar mi piso en Malasaña. Una especie de término medio. Tiempos del Quemado en una localidad perdida de Girona. Tiempos de El Tercer Reich. Tiempos de desapariciones, de nuevo, si se dan cuenta, que nos llevan a ayer mismo, de madrugada, justo mientras Dwayne Wade metía 22 puntos en 7 minutos a los Indiana Pacers: “Los sinsabores del verdadero policía” y el momento en el que entre Lezama Lima, Nicanor Parra, Octavio Paz, Santa Teresa y los demás habituales de Bolaño aparece Arvydas Sabonis.

No era un hostal, no era un saco de dormir en una tienda. Era mi cama. Me entraron ganas de llorar, qué tontería. Estaba tan tranquilo en aquel mundo inofensivamente latinoamericano y de repente apareció mi infancia y mi adolescencia. No ya como metáfora o como ilusión-yo-querría-ser-o-haber-sido-como… sino con nombre propio y apellido. Arvydas Sabonis. Búsquenlo. En serio. Página 165. Y pensé: “Jamás, jamás voy a conseguir escribir como él”.

Pero al menos vimos los mismos partidos.

Y no sé por qué razón extraña, en ese mismo momento, no me sentí mejor pero juraría que al menos sí me sentí menos solo.

jueves, febrero 17, 2011

Arsenal 2-Barcelona 1



Guardiola admira a Wenger, es un hombre completamente fascinado por el juego del Arsenal de principios de década y sin duda le considera un maestro. Eso por un lado sirve de acicate, claro, siempre quieres demostrar algo, pero, por otro lado, a veces te hace medir mal las fuerzas de tu rival. Tras un principio algo revolucionado y fallón, que recordó mucho al de Gijón de hace cuatro días, el Barcelona se hizo con el partido, marcó un gol, le anularon otro legal y Messi pudo marcar dos más que falló inexplicablemente.

No parecía que aquel Arsenal fuera para tanto, al menos en comparación con uno de los mejores Barcelonas de la temporada: Busquets estuvo inmenso, Abidal también, la banda derecha era un filón y Villa estaba más enchufado que nunca: uno paga 40 millones por un jugador para que aparezca en estos partidos y no contra el Levante. El caso es que entonces, cuando el Barça podría haber remachado la eliminatoria con otro gol, sencillamente se dejó llevar. En vez de buscar verticalidad, aguantó la bola. En vez de insistir por las bandas, trianguló por el medio… Todo tranquilo, todo en orden, el 0-1 es un gran resultado…

Y Guardiola lo interiorizó hasta el punto de hacer un cambio impropio. De mi admiración por Pep sabrán todos los que lean estas crónicas, pero ante el Arsenal cometió un error muy grave y así hay que decirlo: el cambio de Keita por Villa fue un desastre absoluto. No se veía necesidad de cambiar al asturiano y desde luego no se veía necesidad de reforzar un medio del campo que ya dominaba el partido. Tras el cambio, el Barcelona perdió el balón, Wilshere, Cesc y Van Persie mostraron todas las debilidades de Piqué y Alves en defensa, y los goles de la remontada fueron cayendo.

El primero en un error de Valdés, aunque hay que reconocer que el portero ya había salvado en la primera parte una muy buena al propio Van Persie y que lo que no puede ser es que un jugador te pueda fusilar a esa distancia completamente solo: el del Barça dio un paso a su izquierda para cubrir el pase… y el holandés la coló sin oposición por el palo corto. El segundo fue un desastre en cadena: balón perdido en ataque una vez más, buen pase en profundidad, Piqué se queda enganchado un metro detrás de la línea de sus compañeros, Nasri tiene la paciencia de ver a Arshavin llegar desde atrás solo y la cuela por el palo largo, precisamente donde debería haber estado Piqué en vez de colocarse justo delante de Valdés.

No dio la sensación en ningún momento de que el Arsenal fuera superior al Barça pero el resultado estaba ahí y si bien la reacción del equipo no fue del todo negativa –Messi tuvo otra oportunidad más para marcar- la del entrenador dejó que desear: cambiar a Adriano por Iniesta es muy difícil de entender cuando vas perdiendo 2-1.

Creo que el Barcelona es muy superior al Arsenal. También creo que tiene que demostrarlo y que hay dos fuerzas contradictorias empujando peligrosamente hacia direcciones opuestas: por un lado, los jugadores parecen confiarse en exceso, seguros de que no les marcarán jamás y que basta con amasar el balón para ganar siempre; por el otro, el entrenador muestra un respeto excesivo a este rival en concreto que no se acaba de entender bien. De acuerdo, el Arsenal es un pedazo de equipo, va segundo en la mejor liga del mundo con diferencia, y en su campo es un torbellino.

Pero no es mejor que este Barça. No es que lo diga yo, es que se estaba viendo sobre el campo.

El resultado no es un desastre, ni mucho menos. Un 2-1 en el Emirates es bastante aceptable de entrada si no se ve el partido. Lo malo es esa sensación de inseguridad, de no saber si ir para adelante o para atrás. Quizás, en la vuelta, con la necesidad de ganar y el objetivo claro del gol, la cosa cambie. En la Champions League no hay espacio para la especulación, esto es así. Si dudas, te eliminan. No vale de nada decir que eres el mejor, jugar como el mejor o mirarte mucho al espejo. Hay que ganar. Y si no, a casa. Que se lo pregunten al Madrid estos últimos años.

miércoles, febrero 16, 2011

Oasis- Live forever



Yo me empeñaba en cantar "Live forever" y mi hermano me miraba con una cara de paciencia infinita. Estábamos en el ático de nuestro chalet de clase media en Moralzarzal y bordeábamos los 20 años, una edad peligrosa. Grabábamos un Unplugged. Todo el mundo lo hacía, ¿por qué no nosotros? Elegimos varias canciones que salieron más o menos bien o regular hasta que llegamos a "Live forever", mi canción favorita, sin caer en que el estribillo subía tanto de tono que se me haría imposible, por mucho que pusiera las manos detrás de la espalda y alargara el cuello como Liam Gallagher.

Aquello era un desastre. Si me hubiera pillado un año más tarde, solo un año más tarde, hubiera elegido "Wonderwall", que siempre la he bordado, especialmente en las fiestas de universitarias, con Dani Pacios a la guitarra.

Eran los tiempos de las guerras del Brit Pop. Mi hermano, sin ir más lejos, detestaba a Oasis, aunque tampoco fuera un fanático de Blur. Yo era un fanático de Blur pero no me disgustaba Oasis. De hecho, algunas cosas me gustaban mucho: para empezar, "Live forever" -"maybe you´re the same as me, we´ll see things I´ll never see: you and I are gonna live forever"-, luego "Supersonic" -"You´ll need to find out, cause no-one´s gonna tell you what I´m on about"- y por supuesto "Columbia" -"I can´t tell you the way I feel because the way I feel is, oh, so new to me".

Todo esto, insisto, antes de "(What´s the story) Morning Glory?", que para mí es uno de los mejores discos de los 90 más allá de la ñoñería wonderwalliana y el insoportable "Don´t look back in anger".

En los conciertos hacían una versión de "I am the walrus" muy lograda. Estuve en Las Ventas cuando hicieron de teloneros de The Cure. Yo en realidad iba a ver a REM pero REM no aparecieron, así que me quedé con Oasis, les vi escupir a la gente y recibir escupitajos, decirle al público "fuck off" trescientas veces, levantar el dedo corazón otras trescientas y versionear a los Beatles. Luego ya me dio un ataque de ansiedad y me fui a casa.

Muy mío, si lo piensan.

De Oasis me gustaba el vitalismo. Del Brit Pop en general me gustaba el vitalismo. Por supuesto, Blur eran mejores músicos y Damon Albarn mucho mejor compositor. Blur tiene 40 canciones buenas y Oasis tiene 10, pero algo es algo. Un día alguien propuso jugar un partido de fútbol: fans de Oasis contra fans de Blur. Era imposible: solo mi tía Alejandra y yo simpatizábamos con los Gallagher.

Sus canciones duraban un minuto y medio y luego Noel hacía cuatro minutos de solo de guitarra. Era agotador, por supuesto, pero en ocasiones merecía la pena. Oasis conseguía que te sintieras especial. Chicos de clase media trabajadora de Manchester, fans del City cuando el City no existía, que de repente se convierten en estrellas del rock, como si a cualquiera de nosotros nos pudiera pasar exactamente lo mismo.

martes, febrero 15, 2011

Ronaldo, el juerguista más sufridor de la Historia


A Ronaldo se le conocía como Ronaldinho. Esto mucha gente lo ha olvidado pero yo no porque quería ligarme a una chica del Barça, de hecho, me ligué a una chica del Barça y compartí su entusiasmo por el fichaje y prometimos que nuestro primer hijo se llamaría así: Ronaldinho. Ronaldinho Ortiz.

Íbamos borrachos.

Ronaldinho llegó a Barcelona tras un intenso verano de negociaciones con el PSV Eindhoven. Tenía 20 años recién cumplidos y ya era casi una leyenda: con 18, fue convocado para el Mundial de Estados Unidos que ganó Brasil, aunque no jugó ni un solo minuto, tenía delante a Romario y Bebeto en su mejor momento de forma. Luego se rompió una rodilla, estuvo seis meses de baja, marcó unos cuantos goles en competiciones menores y acabó firmando por una cantidad que nos pareció indecente en su momento pero que no creo que superara los 1000 millones de pesetas, unos 6 millones de euros en la actualidad.

De hecho, me comentan, fueron 2500, menos de 20, lo que cuesta Huntelaar.

Lo primero que hizo lo hizo en la Supercopa contra el Atleti. Hablamos del Atleti del doblete, un equipo sensacional. En el partido de ida, en el Camp Nou, marcó un par de goles y sirvió otro majestuoso no sé si a De la Peña o a Giovanni después de un regate imposible a Geli. Ya entonces se veía de qué estaba hecho el chaval: una carrera impresionante, una habilidad técnica descomunal y una capacidad para definir solo vista antes en el citado Romario, peleado por entonces con Luis Aragonés allá en Valencia.

Ronaldo celebraba los goles imitando al Cristo de Corcovado de Río de Janeiro, con los brazos extendidos. Celebró varios goles ese año, hasta 47, que no está nada mal, goles que gustaban a Zico. El gol que le marcó al Compostela, aun trufado de rechaces y trompicones, ejemplificaba lo que era aquel Ronaldo: imparable, un tanque, un hombre entre niños que intentan derribarle. Luego marcó otro al Valencia saltando entre dos centrales dispuestos a tumbarle. Aquello era Oliver y Benji llevado a la realidad. El Barcelona eliminó al Madrid de la Copa con gol suyo, ganó la Recopa al París Saint Germain de Ginola con gol suyo y si se quedó sin liga fue por varios factores: entre ellos, que el jugador se fue con su país a jugar la Copa América cuando aún quedaban tres jornadas de liga, incluido el fatídico partido en Alicante ante el Hércules.

En un tiempo de comparaciones, digamos que cuando Messi coge el balón ahora mismo sabes que va a pasar algo bonito: regateará, combinará, penetrará... cuando Ronaldo cogía el balón entonces sabías que podía pasar algo tremendo. Ese es el adjetivo: tremendo. Sabías que estabas ante la Historia. Que él estaba ante la Historia cuando cogía la pelota igual que la cogía Mark Landers: desafiante, con la portería entre ceja y ceja, calculando el camino más corto.

La marcha de Ronaldinho, ahora ya Ronaldo, por jerarquía y porque el central brasileño de ese nombre abandonó la selección, fue un trauma algo incomprensible: reuniones de madrugada entre agentes, representantes, amigos y directivos. No se pusieron de acuerdo y llegó Moratti y se lo llevó al Inter. Era la época en la que el Inter, como ahora el Manchester City, lo fichaba todo: lo bueno y lo malo. Fue la imagen de Pirelli y tuvo un primer año glorioso en Milán, donde ganó la UEFA. Tampoco pudo con la liga. Luego llegaron los problemas: la crisis epiléptica -o algo parecido, aún no se sabe con detalle- justo antes de la final del Mundial 98, la destinada a consagrarle, la doble rotura de los ligamentos de la rodilla en un mismo año, los retornos siempre milagrosos, las finales perdidas con Cúper, la frustración en San Siro, la gloria absoluta, por fin, en el Mundial de Corea y Japón... y finalmente su fichaje por el Madrid.

Volvía Ronaldo y para entonces ya estaba gordo. La gente se lo cantaba en todos los campos: "Gooordo, gooordo, goooordo" y él se iba a casa y celebraba su cumpleaños por todo lo alto. Ahora le llamaban Ronnie, que era un nombre mucho más galáctico, donde va a parar. Carne de modeluqui de la pasarela Cibeles. Carne de camarera de Gabbana. Una vez le vi con muletas en un club de Martínez Campos. Yo había ido ahí a bailar salsa con una amiga, era la noche brasileña. Yo no bailo salsa, salvo cuando quiero ligar con la chica, y sí, también ligué con esa chica, dejemos que las excepciones cuenten mi historia.

A lo que iba: Ronaldo estaba sonriente, con muletas, en un reservado. Su equipo acababa de jugar sin él y dejarse media liga en Pamplona. Eran las tantas de la madrugada. Estaba gordo y no se cuidaba. Y muy cojo, estaba muy cojo, ya no había giros mágicos de rodilla ni tobillo. Era una especie de Sabonis, la duda constante de "¿hasta dónde podría haber llegado?" Ganó una liga con el Madrid y fue Pichichi. Gordo y cojo, insisto. Luego tuvo un par de temporadas más que decentes hasta que cumplió 30 años, Capello se cansó de él y lo mandaron empaquetado a Milán de nuevo, esta vez con Galliani y Berlusconi, dispuestos, una década después que sus vecinos, a fichar todo lo que se meneara.

Se rompió de nuevo la rodilla. Jugó algunos partidos, mal que bien, y buscó su retiro dorado en Corinthians. Daba un poco de pena y a la vez de alegría. Quiero decir: daba pena verle tan gordo, tan, tan gordo y tan torpe, y a la vez daba alegría ver que seguía marcando goles como churros y que incluso se rumoreaba que podría contar para Dunga en la convocatoria del Mundial 2010. ¡Para Dunga! No, imposible. Ronaldo se quedó en la playa mientras su selección caía en cuartos, consciente de que lo único que le quedaba era ganar la Libertadores y volver a Japón, a la Intercontinental, quizá contra su Madrid o su Barça o su Inter o su Milan y retirarse ahí, donde más grande fue.

Para ello dependía de sus compañeros pero el mejor de sus compañeros era Roberto Carlos, así que el sueño se truncó hace diez días, en la fase previa. No tenía sentido seguir sufriendo. Ronaldo era un juerguista, de acuerdo, pero el juerguista más sufridor de la historia: nadie se rompe la rodilla cinco veces y aguanta 16 años de carrera profesional al más alto nivel sin sufrir como un perro. Para muchos, especialmente para los que nos pilló aquella temporada 96/97 en plena juventud, es el jugador más impresionante que hemos visto nunca. Los que no le vieron entonces probablemente no lo entenderán, pero era un hombre que separaba los océanos, literalmente.

Por supuesto, Messi es mejor jugador y Cristiano Ronaldo más versátil y más atlético, pero Ronaldo era épico. Una tormenta. Ahora diríamos "un tsunami", pero es que ahora, discúlpenme, somos unos horteras.

lunes, febrero 14, 2011

Desmontando tópicos de la gala de los Goya



Algunos comentarios repetidos hasta la saciedad sobre la gala de ayer de los Goya:


- Se hizo eterna y el guion era muy malo

Estoy de acuerdo con lo primero y no tanto con lo segundo, aunque me temo que será imposible saberlo. Igual el guion era muy bueno sin agradecimientos de diez minutos de por medio. Quiero decir, igual la ceremonia tenía ritmo y los chistes hacían gracia y los números musicales no resultaban tan tediosos, pero para cuando llegaban el espectador ya estaba en las últimas: cada premiado parecía tener una lista de cosas interesantísimas y decisivas que decir sobre el cine español, la industria, las posibilidades de Internet, dónde le gusta más ver una película, gracias mamá, gracias papá, y ahora doy paso a mi compañero...

Obviamente, eso en los Oscars sería imposible: al minuto ya está la orquesta sonando, un señor muy amable echándote del escenario y además creo que no tienen esta necesidad de exponer sus teorías sobre su profesión y el mundo como si estuvieran en el psicoanalista cada vez que están en público. Hubo excepciones honrosas y algunas un poco chocantes: los dos niños premiados por "Pà negre" apenas se manejaban en castellano y no pudieron pasar de las tres o cuatro frases, algunas sin demasido sentido. Sí, los nervios, son niños, y es normal que el castellano no sea su primera lengua, pero supongo que será tema de discusión en Intereconomía toda la semana.

Volviendo al guion: el sketch inicial de Buenafuente fue glorioso, de lo mejor que he visto en tiempo, y algunas de sus intervenciones merecían la pena. El problema, ya lo he dicho, es que llegó un momento en el que ni me acordaba de quién presentaba, ni de dónde había dejado la anterior broma, ni de qué premios habían dado o cuáles quedaban por dar. Cuando Nora Navas recibió el premio a mejor actriz y empezó su discurso con un "Qué sueño" que venía a decir "esto es un sueño", creo que todos asentimos y bostezamos.

- El discurso de Álex de la Iglesia fue valiente y glorioso

Estoy de acuerdo con varias de las cosas que dijo Álex de la Iglesia, sobre todo con la principal: Internet es el medio de distribución del presente y el futuro. Nos guste o no. Mariscal prefiere ver las películas en una sala de cine y con sonido surround y yo también, y nadie quiere que se dejen de hacer películas pensando en la pantalla grande y los altavoces envolventes, pero efectivamente buena parte del público potencial está en Internet y lo que quiere es ponerse a ver "Pà Negre" nada más acabar la gala desde su ordenador sin necesidad de esperar al día siguiente, ver en qué cine la ponen, decidir si le merece la pena hacer el viaje o no...

Las películas deberían distribuirse de manera legal por Internet con plataformas estilo Filmin que incluyan prácticamente todos los títulos a un precio razonable.

Otra cosa es que esto quedara claro en el discurso. A mí me pareció que no. De entrada, habló de "Internet" y de "internautas" cuando esas cosas no existen como tales. Internet es un medio, sin más, que se puede utilizar en un sentido o en otro y cuya definición depende exclusivamente del uso. Internautas, Álex, somos todos. Los hay ladrones y los hay muy buenos, los hay que les gusta el cine, que no, etc. Hablar de "los internautas" como una especie distinta de ser humano puede llevar a engaño porque invita a pensar que se refiere a "los internautas que han protestado contra el cierre de las páginas de descarga ilegal y que están ahí fuera con sus máscaras".

Si lo que quería decir Álex de la Iglesia es que está a favor de que cierren las páginas de descarga ilegal a cambio de que se creen nuevas plataformas accesibles de descarga legal bajo demanda podría haberlo dicho así. Si lo que quería decir es que está a favor de que los contenidos artísticos de cualquier tipo estén a disposición de cualquiera en Internet aunque sea sin beneficio de los propietarios de los derechos y con el correspondiente lucro de terceros que piratean la película, la canción o el libro y los cuelgan en su página, porque de esa manera se llega a más gente, también podría haberlo dicho.

Se quedó en el medio y se entendió poco o nada. Tan poco, que cada uno está convencido de haber entendido una cosa distinta, lo peor en un discurso institucional. Frases como "una película no es tal hasta que no la ve alguien" suenan muy bien pero no se entienden y en cualquier caso no hay manera de encuadrarlas en un marco legal. Y a nadie se le escapa que estaba hablando del marco legal, no seamos ingenuos.

Por cierto, lo he comentado de pasada: era un discurso institucional. Creo, sinceramente, que antes de hablar en plural sobre determinadas cosas debería asegurarse de que ese plural existe y no es solo su propia convicción sacada de sus propias reuniones con los "internautas" que él mismo ha elegido y que han motivado su decisión de dimitir. Mucho pedir, supongo. Si cada premiado, ya he dicho, se sentía con libertad de explicar lo que debía ser el presente y futuro del cine español, así sin más, ¿cómo negárselo al presidente?

- La gala fue un triunfo del catalán

Hace tiempo que vengo diciendo que el mejor cine de España se hace en Cataluña. Posiblemente el mejor cine de Europa. Hay medios, hay formación artística, técnica, ganas, productoras, imaginación, talento... y bastante dinero. Si ruedas en catalán, claro, pero esa es otra historia. Si todo eso es posible, indudablemente, es por el empeño de artistas y técnicos, la apuesta de determinados emprendedores... y unas subvenciones públicas de órdago. Subvenciones públicas de la Generalitat que obviamente están respaldadas por el estado español.


El discurso final de la productora de "Pà negre" me disgustó profundamente. Agradeció a la Academia haber premiado a una película en catalán, dando por hecho un prejuicio victimista que se demostró que no era tal. Dijo que el mundo del cine se había adelantado en esto a la sociedad cuando, insisto, el dinero de esas películas es tan público y estatal como el que se hace en Badajoz y obvió una parte importante y a la vez decisiva: resulta complicado pensar que la película más premiada de los Premios Gaudí sea una película en castellano, por muy catalana que sea su producción.

Hablando de memoria, diría que la única película que no está rodada en catalán y ha tenido algún éxito significativo en los Gaudí durante estos tres años ha sido "Vicky, Cristina, Barcelona", rodada en inglés por Woody Allen.

La pose de víctima perseguida que por fin encuentra su reconocimiento me pareció innecesaria: el cine catalán -en la lengua que sea- se defiende por sí mismo y tiene un amplísimo reconocimiento en crítica y público por todo el país. Para mí, la mejor película de 2009 fue "Tres dies amb la familia", de Mar Coll y la mejor película de 2010 fue "Herois", de Pau Freixa, por cierto, gran perdedora de los Gaudí y que no consiguió NI UNA nominación a los Goya. La mejor manera de dar naturalidad a las cosas es precisamente no generalizar: la ceremonia de ayer fue el triunfo de una muy buena película, sus técnicos, sus artistas, sus productores, etc. Atribuirle la gloria a un idioma o a una idea política es una manera de quitársela a ellos.

domingo, febrero 13, 2011

Sporting 1-Barcelona 1


El Barcelona salió al campo de El Molinón sabiendo que su rival llevaba toda la semana preparando el choque y con el aviso de que no convenía pensar en el partido de Londres del martes que viene. No había excusa posible pero aun así no le sirvió de mucho: durante los primeros 25 minutos fue arrollado por el Sporting de Gijón, que se entregó en un derroche físico y táctico impresionante. Minimizó los huecos, obligó al Barcelona a atacar por el medio, entró con valentía pero nobleza en todas las jugadas y fue superior, muy superior.

Tan superior que, cuando llegó el gol de Barral, no hubiera sido descabellado pensar en una goleada. El Barça tenía la pelota pero no sabía qué hacer con ella: a Messi le pesaron los 90 minutos que él mismo se empeñó en disputar con Argentina. El único problema que se le presenta a Leo en su carrera es ese: su obsesión por demostrar que es más argentino que nadie y que está más comprometido con su selección de lo que ningún jugador lo haya estado nunca. Obsesiones que vienen forzadas desde fuera, por supuesto, pero que parece que el de Rosario ha interiorizado.

Con Messi sin explosividad y recibiendo muy atrás, Villa descolocado y Affelay perdido, el Barcelona se vio en muy serios apuros. Si el Sporting hubiera apretado más, si hubiera tenido un punto más de fe, probablemente se hubiera ido al descanso con más de un gol de ventaja. No fue así. Se vio por delante y le entró un vértigo comprensible. Abandonó la presión, se parapetó atrás y confió en que los minutos pasaran.

No sé si eso fue un error o un recurso: obviamente, el equipo estaba agotado. Tras el descanso, se vio un partido bien distinto. El Barcelona se calmó, abrió el campo, subió a Maxwell y Alves como extremos y empezó a tocar con más criterio. La diferencia entre el fracaso y el éxito en fútbol es una cuestión de centímetros, ya lo hemos comentado muchas veces. El acierto en un pase en profundidad, adelantarse en una jugada defensiva, no caer en el fuera de juego, evitar la mano del portero…

El Barcelona será muy criticado por este empate pero durante media hora de la segunda parte jugó un fútbol excelente: de dentro afuera y de fuera adentro, una oportunidad tras otra: Xavi, Iniesta, Messi dos veces, Alves… todos pudieron marcar y ninguno lo hizo. Justo cuando el vendaval parecía amainar llegó un despiste del omnipresente Cuéllar y la vaselina perfecta de Villa que puso el 1-1 casi en su única jugada de peligro. Curiosamente, los dos goles del Barcelona esta temporada ante el Sporting los ha firmado el asturiano.

A partir de ahí, más de lo mismo: el Sporting se conformó con su punto e hizo muy bien. Pedro pudo marcar el 1-2 tras jugada de Messi completamente solo en el área pequeña pero falló. Cuestión de centímetros. Obviamente, el Barcelona no jugó su mejor partido y el Sporting hizo un encuentro memorable, casi perfecto, pero en el fondo todo se reduce a lo que ya sabíamos: nadie gana siempre. Un día estás desacertado, rematas mal, el rival corre más… y ese día empatas o pierdes. Le pasó al Madrid, le ha pasado al Barcelona y les pasará más veces. Pocas, pero algunas.

Sin que eso tenga que responder exactamente a una tendencia o a una explicación lógica ni suponga, lo siento mucho, ningún drama.