Las Tablas tiene un punto barcelonés. Extrarradio. Esplugues de Llobregat, por ejemplo, solo que en vez de tram baix -¿se escribirá así?- hay Metro Ligero, con sus raíles marcados y sus semáforos en rojo. Un lugar extraño, por lo demás. Montañas al fondo y viento de cara, cuestas y edificios gigantes que hay que rodear. Algo más que un polígono, algo menos que una ciudad industrial. Indefinible.
Llegar a Globomedia no es fácil. Si alguien llega a este post buscando una manera de llegar a Globomedia le diría que no fuera en Metro. O que de hacerlo, que extreme las precauciones. Hache y yo, chicos muy poco precavidos, tuvimos que volver tras nuestros pasos al menos cuatro veces y les aseguro que a la tercera uno ya se desespera. Lluvia y frío. En un descampado, Miqui Nadal, Paula Prendes, Berta Collado y Dani Mateo hacen un sketch sobre el ejército español y su arma más poderosa: el flamenco.
Me doy cuenta en seguida de lo que he envejecido, y sé que esto le va a fastidiar a Ana Boyero, pero qué le vamos a hacer: señores, he envejecido. Falta esa pizca de entusiasmo de cuando uno se colaba en los platós de Smonka o de Noche Sin Tregua, esas ganas de trastear, de conocer gente, de cotillear... Lo primero que me llama la atención del plató de SLQH es que es muy grande. A Hache le llama la atención que es muy pequeño. Lo segundo, constatar que el programa se graba en directo. Excepto los sketches, claro. El resto, todo, absolutamente todo en riguroso directo. Sorprendente. Pausas para publicidad y la tentación de mirar a Patricia Conde en la pantalla en vez de ahí, en carne y hueso, desde nuestras localidades de público invitado.
Hay algo irreal todo el rato en esto. El hecho de haberlo visto tantas veces, supongo. Ahí está Ángel Martín, pero no deja de hacer de Ángel Martín, así que no hay diferencia. Está Paula Prendes, sí, pero trabajando. Como diría Kant, no hay diferencia entre la Paula Prendes real y la Paula Prendes imaginada. En una de las pausas, Óscar, viejo amigo de mi hermano de la universidad me lleva donde está Dani vestido de traje y corbata para la sección "Está pasando...". Me da la sensación de que Dani está un poco infrautilizado en este programa. Incluso Ángel Martín cada vez sale menos.
El programa dura más y sus dos mejores cómicos aparecen menos. Contradictorio.
Charlamos rápidamente. Como digo, la gente ahí está trabajando y no es que se respire una especial tensión ni un rigor extremo -al contrario, una señora salida de un grupo de Facebook está a punto de cruzar por delante del croma en directo mientras Miqui Nadal se disfrazaba de algo, no recuerdo el qué- pero yo detesto molestar y mucho más molestar a gente que trabaja. Ni siquiera el regidor es pesado. Al contrario. Gonzalo, el mismo Gonzalo de la tele, nos dice cuando aplaudir y cuando reírnos, pero sin malas caras y sin demasiado esfuerzo: normalmente, la gente ya se ríe y aplaude cuando debe.
Las secciones van pasando. El programa se hace largo. Se nos hace largo a nosotros y mucho más a ellos, con ese ritmo frenético. Patricia Conde aguanta lo que le echen. La gente va y viene y ella sigue ahí, sentada en su silla, sonriendo o haciéndose la tonta o simplemente introduciendo vídeos. Dos horas de directo con una naturalidad aplastante.
Cuando acaba todo, subimos a ver a Dani a la redacción. Otra visita breve. Hablamos del Barcelona y de Periodistas FC y de una posible entrevista con Ángel Martín, que me mira con desconfianza, dice algo así como "¿entrevista para dónde? A ver si vas a ser luego el típico tío que tiene un blog que solo lo leen dos personas". Es una buena definición. La próxima vez que alguien me pregunte qué hago o a qué me dedico contestaré: "Soy el típico tío que tiene un blog que solo lo leen dos personas". Será mentira, claro, pero ¿qué no lo es?
Hache y yo nos morimos de hambre. Yo nunca pensé que Hache estaría cerca algún día de cumplir los 26 años y seguiríamos juntos mirando torres faraónicas confundirse con el gris del cielo. Tirándole los trastos en los McDonald´s del barrio de Fuencarral mientras comemos dos menús -uno normal, otro grande- una ración de aros de cebolla y otra de McNuggets de pollo. Los niños corren detrás de las niñas, como debe ser. De repente, ya no estamos en Barcelona, sino en Estados Unidos. En cualquier área de servicio de Estados Unidos viajando de una punta a la otra del país.
El otro día, alguien se sorprendía de que la gente tuviera celos de Hache. Honestamente, no veo la sorpresa por ningún lado.