lunes, octubre 13, 2014

So young



Leo en ABC unas declaraciones de Rajoy en las que afirma que no sabe quién manda en Cataluña. La noticia me alarma. En Cataluña, hasta donde yo sé, manda el estado a través de unas instituciones y uno de los encargados de hacer valer y respetar esas instituciones, entre ellas la propia Generalitat, es Mariano Rajoy. Si el presidente de España no sabe quién manda en una parte de España no es ya que el país esté en un buen lío sino que él es un incompetente de tomo y lomo.

Luego me meto en la noticia y la alarma disminuye. En realidad, Rajoy, y de manera coloquial ante unos periodistas ha dicho: "No sé muy bien quién manda ahí". A mí me gustaría que el presidente del gobierno fuera menos coloquial y más pedagógico y que esas cosas, a ser posible, las dijera en ruedas de prensa donde pudiera haber preguntas y por lo tanto debate. Esa falta de concreción es lo que permite al periodista de ABC asimilar que "ahí" no es el movimiento pro-consulta o el soberanismo o incluso la atribulada mente de Artur Mas sino "Cataluña".

Una asimilación peligrosa, especialmente extraña en un periódico conservador, pues viene a redundar en lo que el nacionalismo viene diciendo durante décadas: "Cataluña somos nosotros"

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Me meto en una discusión sobre un artículo de Arcadi Espada en el que viene a decir que las cosas van mejor que nunca y mejor irían sin unos cuantos idiotas que andan incordiando. En lo básico, estoy de acuerdo, pero estar de acuerdo y felicitarse de lo listos y sensatos y cínicos que somos no arregla demasiado: habrá que hablar con esos idiotas porque los acuerdos comunes también les afectan. Qué coño les afectan, ¡les incluyen! No son sujetos pasivos, sino agentes de esas decisiones.

¿Me gusta a mí que lo sean? A veces, no, claro. Si el taxista enloquecido del otro día no fuera tan ciudadano como yo y no tuviera los mismos derechos que yo a la hora de definir los acuerdos sociales y el modelo de convivencia, tengo la presuntuosa sensación de que el mundo iría mejor. El problema es que a ver si al final la democracia liberal vamos a ser mis amigos y yo y la única diferencia con los socialismos de izquierda o de derecha es que nosotros somos más listos. Ahí sí que no, hombre.

Cuando me meto en estas discusiones que a menudo acaban en pelea -cuando entran los idiotas, normalmente, o cuando tú caes en la más absoluta idiotez, esa idiotez que siempre acecha- me acuerdo mucho de Gonzalo Vázquez. De la amabilidad, la paciencia y la sensatez de Gonzalo Vázquez  Ayer estuve hablando con él de muchas cosas, incluido Dino Meneghin. Luego me fui muy contento a explicarle a mi mujer que si Gonzalo Vázquez  me considera su interlocutor -y no, insisto, un idiota- es que algo estaría haciendo bien. Ella me miró con cara de cierta condescendencia y me recordó que eso llevaba mucho tiempo diciéndomelo ella. Luego siguió viendo su capítulo de "Masters of Sex" en el iPad con esa tranquilidad que solo te da el saber que llevas la razón.

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La canción de la mañana ha sido "So young" de Suede. Bueno, antes de "So young" sonaron "Trash", "The beautiful ones" y "Animal Nitrate", pero yo me quedo con "So young" y esa sensación de alegría adolescente. Podría decir que cuando empecé a escucharla compulsivamente, allá por mis dieciséis años, sentía un subidón tremendo y un ataque de autocomplacencia juvenil, pero no era solo eso y esta mañana me he dado cuenta: me sentía seguro. No es fácil de explicar pero la sensación era esa: seguridad, todo va bien. Somos jóvenes y estamos perdidos pero si Brett Anderson lo dice, nada puede irnos mal.

Antes, por la noche, entre despertar y despertar del Niño Bonito, que tiene un concepto del dormir aún algo difuso, soñé con un examen de una asignatura a la que hacía mucho tiempo que no iba. Una asignatura abandonada de una carrera que no era filosofía. No era la primera vez que me pasaba: he soñado con carreras no terminadas, exámenes sorpresa, cambios de planes de estudios que me dejaban sin título... Pensando un poco en ello, quizá sea una expresión de lo mismo: inseguridad, falta de control sobre lo que me está pasando sin una banda sonora que venga a arroparme y me vuelva a dejar dormido.

En una palabra: miedo.