martes, octubre 14, 2014

Horas de vuelo



Hay un chico en la biblioteca que huele realmente mal. Sudor de otoño. De vez en cuando se anima a sí mismo y habla con su ordenador en voz baja, suficiente como para que llame la atención en medio del silencio absoluto. A la salida, una loca de manual insiste en que si no se hacen responsables de sus efectos personales dentro de la sala, la próxima vez vendrá en bragas con solo un boli y unas gafas. Daños colaterales de lo público: el infierno muchas veces son los otros y tú, a su vez, eres su propio infierno. El bibliotecario le quita importancia: en su anterior destino venían borrachos y le amenazaban con navajas. Lo que no acabo de entender es exactamente qué querían, ¿el último libro de Blue Jeans para la novia?

Una de las pestañas de mi navegador está ocupada por la foto del Niño Bonito el día que ha cumplido sus cuatro primeros meses de vida. Le echo de menos. A él y a mi mujer. Sigo mandando emails que nadie contesta, mensajes a móviles que no reciben respuesta y trabajo como loco para pensar que al menos me merezco algo, pero yo lo que querría es algo parecido a lo de esta mañana: Álvaro y yo en la cocina, en el baño, los dos solos mientras la pobre Chica Diploma duerme tras una noche toledana. Un día entero de Álvaro con mimos y sonrisas. 

Exactamente lo mismo que me he pasado haciendo todo el verano. Entonces, por supuesto, me parecía angustioso.

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Mas quiere consultar a sus ciudadanos pero no tiene bien claro quiénes son. Hay que convenir en que las definiciones en Cataluña son complejas. Sin censos no hay garantías, sin garantías no hay referéndum. ERC pide una declaración unilateral de independencia, que habíamos quedado que no era lo que se votaba. Si era un plebiscito y no una consulta, haberlo reconocido desde el principio, y si el resultado del plebiscito se daba por hecho, también.

Otros problemas para consultar a la ciudadanía en Cataluña, más graves: la tendencia a la abstención. Incluso en las autonómicas de 2012 quedó por encima del 30%. Si consideramos a ERC, CiU y CUP como únicos partidos genuinamente independentistas -y habría que ver cuántos de Unió no lo son- tendríamos en torno a 1.750.000 de partidarios potenciales de la secesión. En un país con siete millones y medio de habitantes no parece demasiado. Si la gente no va a votar en las elecciones que le son más cercanas -en Barcelona, por ejemplo, al 48% de abstención de las municipales de 2011 hubo que sumarle otro 6% de votos nulos y en blanco, y eso que estaba en juego que la alcaldía pasara a CiU después de 30 largos años-, ¿cuántos van a votar en una consulta difusa y cuántos van a hacerlo en la investigación demoscópica esa que quiere hacer la Generalitat?

Sin embargo, no parece que hayan sido esos los motivos para desconvocar la consulta sino la torpeza de querer saltarse la ley con otra ley y luego desobedecer también tu propia ley. "Firmamos una ley que no podemos aplicar" viene a decir Mas, "así que aplicaremos otra cosa, lo que se nos vaya ocurriendo". A alguien le están tomando el pelo y no se lo está tomando Rajoy.

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Rajoy, por cierto, hablará del ébola en el Congreso durante dos minutos y medio. La oposición se queja pero, bueno, dos minutos y medio es más o menos todo lo que ha hablado del tema durante los pasados diez días. Puede que la cosa no dé para más y al fin y al cabo es el método del presidente: no hago nada en Cataluña en la esperanza de que los nacionalistas se autodestruyan, no hago nada con el ébola y poco a poco el ébola se irá volviendo a África. ¿El Prestige? Unos hilitos y tal. Al igual que Arcadi, yo tampoco creo que España sea un país especialmente terrible. Lo que no es, desde luego, es normal. En un país normal uno no tiene la sensación de estar gobernándose a sí mismo.

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Ah, y Lichis saca disco completamente nuevo después de nueve años. Motivos para celebrar.