miércoles, abril 24, 2013

Bayern Munich 4- Barcelona 0


Es difícil saber desde cuándo el emperador va desnudo. Es difícil saberlo entre otras cosas porque el emperador va a ganar la liga con casi 100 puntos y más de 100 goles, pero si la liga se ha convertido en "un torneo clandestino que se juega los fines de semana", en palabras de Andoni Zubizarreta, el problema es precisamente que dos clubes se han empeñado en que no haya competición y que uno de los dos vaya a ganar siempre con 100 puntos y más de 100 goles sin que tenga pinta de que esto vaya a mejor hasta que la burbuja se pinche y todo se vaya al garete.

Yo diría -y he dicho muchas veces- que el problema viene del año anterior. De hecho, ganar la liga este año, con todas las circunstancias ajenas al juego que se han dado, después de lo que pasó en la temporada 2011/2012 me resulta sorprendente. Cuando el Barcelona ha jugado con el Madrid este año, cuando ha jugado contra cualquier buen equipo, siempre ha dado la sensación de ser inferior, claramente inferior. ¿Cómo es posible que la diferencia sea de trece puntos entre ambos a favor del equipo más débil? Sinceramente, para mí es un misterio.

Volvamos, en cualquier caso, al año pasado. Al famoso verano de 2011. El Barcelona viene de ganar liga y Champions y perder la Copa en la prórroga. Se ha quedado a unos centímetros -el gol en fuera de juego de Pedro- de conseguir su segundo triplete en tres años. Alex Ferguson dice en rueda de prensa: "Nunca en mi vida vi a un equipo jugar al fútbol como el Barcelona". Se mira al futuro y todo el futuro pasa por Cesc Fábregas. La caza se convierte casi en una obsesión y la pieza acaba llegando por unos 45 millones de euros. Junto a Cesc llega Alexis, por 36 millones, un extremo del Udinese que viene de hacer una gran temporada en Italia. La prensa se crece: "Hemos fichado al mejor jugador de la liga inglesa y de la liga italiana". Puede ser. Nadie se para a pensar si son los jugadores que necesita el Barcelona.

Me paro un momento para aclarar: el problema no son Cesc y Alexis. Los dos son grandes jugadores que simplemente no se han acoplado en ningún momento a la dinámica del Barcelona. Jugaron un excelente partido en el Bernabéu el 10 de diciembre de 2011 y desde entonces solo se ha tenido noticias de ellos cuando el Barça ha jugado contra los Mallorca de turno. El problema es todo lo que no se arregla en la plantilla a cambio de poder gastarse 80 millones en Cesc y Alexis. El problema es que se va Gaby Milito, el central veterano que garantiza actuaciones puntuales llenas de profesionalidad, y no llega nadie. Se va Bojan Krkic, el delantero suplente con gol, y no llega nadie. Crece la idea de que se puede jugar sin defensas y sin delanteros, solo con centrocampistas y, quizá, algún extremo para abrir el campo. Puede que sea verdad como recurso pero como método es absurdo. El espejismo llega en el Mundial de Clubes, cuando el Barça le mete cuatro al Santos jugando un 4-6-0. Desde entonces, no se vuelve a saber nada del equipo, que toca ahí su techo y empieza a caer lentamente.

El problema del central se intenta tapar con la cantera, pero Fontàs fracasa en sus dos primeras apariciones y entra el pánico. El 3-4-3 se convierte en algo habitual, para poder hacerle un hueco a Cesc y utilizar de paso un defensa menos. Al Barcelona le empiezan a meter goles, aunque no demasiados porque sigue siendo el equipo menos goleado de la liga. Le meten goles en los partidos importantes, que es lo que de verdad molesta, y sobre todo no marca. Messi, sí, Messi marca muchísimo, una barbaridad, más que nadie en la historia, pero sus compañeros no colaboran. Villa se pierde todo el año por una lesión espeluznante y en la plantilla no hay nadie que pueda ocupar su lugar. En el filial, tampoco. Esa posición, por decreto, no se trabaja.

El año acaba con una falta de acierto increíble contra el Chelsea. Una falta de acierto que se combina con la falta de competitividad que supone que un equipo que no ataca te marque tres goles: dos justo antes de llegar al descanso, en la ida y en la vuelta, y el tercero con el equipo ya volcado, a la desesperada, en el descuento de la segunda parte. Mala suerte. Sí, puede que sí. Pero la suerte y el acierto se mezclan demasiadas veces y en eso consiste el deporte, en acertar. Te pagan por acertar, juegas para acertar. Fallar un pase por un milímetro no es mala suerte, es falta de acierto. Tirar al poste en vez de a la red no es mala suerte es falta de acierto. Dejémonos de complacencias: un equipo que tira 40 veces a puerta y solo marca dos goles es un equipo que no ha tenido acierto, y no lo digo en el buen sentido. El deporte de competición es acierto, se entrena durante una vida para eso.

Guardiola se va. El último año de Guardiola, en lo táctico, ya ha sido un pequeño caos que acaba con Cuenca y Tello como titulares indiscutibles, a lo Cruyff en 1996. La apuesta se celebra y hay razones: ambos son excelentes jugadores aun sin costar 81 millones. El equipo está confuso y sobre todo está cansado. Los jugadores que van a la Eurocopa lo acusan: ya en Polonia se nota que no están al cien por cien. Ni Xavi, ni Pedro, ni siquiera Busquets. Puyol y Villa siguen lesionados. Sin embargo, el Barça apuesta por la continuidad: a Guardiola le sustituye su segundo, Tito Vilanova, y el único fichaje digno de ese nombre es Alexander Song, un jugador que se ha acabado asentando como pivote -su lugar en el campo- después de que su carrera en el Barcelona estuviera a punto de arruinarse por empeñarse en ponerle a jugar de central.

¿Y por qué tenía que jugar Song de central? Porque, de nuevo, no había centrales. Puyol se volvió a lesionar, varias veces. El año de Piqué ha sido horroroso para un jugador de su nivel. Mascherano ha pasado de recurso a imprescindible. Abidal suficiente ha hecho con volver a pisar un campo de fútbol. Bartra, no sabe, no contesta. Después de pasarse todo el año sin jugar, viendo cómo hasta Adriano pasaba por delante de él en las rotaciones, acaba de titular en el partido más importante de la temporada. No lo hace mal. Falla algunos pases y se pone de los nervios cuando tiene que fusilar a Neuer, pero es comprensible. Lo que no es comprensible es que su debut realmente competitivo sea en un partido de este tipo.

Lo que nos lleva a un axioma pernicioso: todo lo que sale de La Masía es bueno. Miren, eso es imposible. Lo que ha salido de La Masía ha sido increíblemente bueno durante años, pero eso no puede durar eternamente. No digo que no haya que intentarlo, pero jugarte una semifinal de Champions con un chico que tú crees que es peor que Adriano jugando de central no es serio. ¿Cómo es posible que no haya nadie para cubrir a lesionados y sancionados después de dos años? Pues no, no hay nadie. Bartra. Probablemente será un excelente central pero necesita una confianza que no se le ha dado y si no se le iba a dar lo suyo habría sido cederlo y fichar a alguien experimentado y con menos ataques de ansiedad.

El Barcelona llega a Munich y pone en evidencia todas sus carencias, pero esas carencias estaban antes: de entrada, no sabe a lo que juega. Tiene el balón pero no sabe por qué. Es lo que Martí Perarnau llama "posesión defensiva" y que está muy bien en determinados momentos de un partido pero no se puede prolongar eternamente porque uno se acaba olvidando de que el balón tiene como objetivo la portería contraria. Esas circulaciones, que durante tres años y pico se hacían en los tres cuartos del campo rival, ahora se hacen en campo propio. Miren la posición de Busquets ayer y entiéndanlo todo. Ya no es el mariscal que colocaba su bandera a treinta metros de la portería contraria y se mostraba infranqueable, embotellando por completo al equipo rival. Ahora Busquets está perdido, no sabe si atacar o defender. Todo el Barça en general no sabe si atacar o si defender ni cuándo está haciendo cada cosa. Solo cuando Messi o Iniesta cogen el balón se sabe que va a pasar algo. Mientras, el tedio, el torpor, un equipo convertido en su caricatura de Punto Pelota.

La cosa empeora cuando Messi no está preparado para jugar y aun así le ponen. Ayer, Messi estaba lesionado, esto es un hecho. Se pasó el partido trotando y perdiendo balones y poniendo cara de "esto es todo lo que puedo hacer". Tuvo que ser frustrante. Xavi no está mucho mejor. Probablemente esté peor, de hecho. Todo el Barça está hecho añicos físicamente y no es una cuestión de músculo sino de energía, de rapidez, de presionar arriba con ganas, recuperar, cerrar espacios, coordinarse, estar fresco mentalmente para que el pase decisivo no acabe siempre en las piernas de un defensa alemán. La Messidependencia llega en Munich a su punto ridículo, el de jugar con un cojo. La épica de sus tres minutos ante el PSG ha engañado a todos, ha vestido de nuevo al emperador desnudo como lo hizo ante el Santos de Neymar.

Al fútbol puedes jugar tres minutos con un jugador cojo, pero no puedes jugar noventa. Lo siento, esto es así, sea quien sea ese jugador. No en Munich, desde luego.

El Barça lleva dos años navegando entre la temeridad y el conservadurismo sin saber qué hacer. Entre el equipo roto pero vertical que juega a ganar 4-5 en Riazor, como en los buenos tiempos de Cruyff, y el equipo que se acochina con la bola y encima se descompone cuando la pierde. La circulación es lenta, errática, no hay desmarques y no hay nada parecido a una presión o una colocación correcta en el campo. Cada pérdida ante el Bayern acaba en jugada completa de los alemanes, que llegan una y otra vez a línea de fondo y fuerzan un córner, otro córner, otro córner más... así hasta que llega el primer gol, con Piqué mirando como Müller marca en segundo esfuerzo.

Que la primera parte acabe 1-0 es un milagro, como lo fue eliminar al Milan, como lo fue empatar ante el PSG. El Bayern no ha querido ir a por el Barça porque le respeta, porque sus jugadores, con sus clubes y con sus selecciones alemanas, francesas, holandesas... han perdido demasiados partidos contra los Xavi, Iniesta, Busquets y compañía como para mantener un miedo lógico. Necesitará de un segundo gol para quitarse las angustias y liberarse y comprobar que enfrente el emperador está completamente desnudo y, lo que es peor, entregado. Es difícil asimilar la facilidad con la que van llegando los goles, una facilidad de 5-0 frente al Racing de Santander. Es difícil ver que en el minuto 92 los centrales del Bayern se pasan la bola entre sí y nadie les presiona. Xavi lo intenta, pero no puede. Messi hace lo propio. Alexis mira, los demás miran... y la jugada aún acaba en córner -otro más- para el Bayern.

La diferencia entre ambos equipos ahora mismo es la que reflejó el marcador. Si no más. Y es un punto duro desde el que recomenzar.

El Barcelona está fundido. Obviar esta parte del análisis sería absurdo. El método Guardiola se basaba en la técnica y el toque, sí, pero también en una organización táctica y física que recordaba al Milan de Sacchi y Capello o al Ajax de Van Gaal. Presión en las bandas, presión en el centro, línea adelantada, coordinación mental constante... sin todo eso, el equipo no deja de ser competitivo pero es desoladoramente vulnerable. Lo lleva siendo dos años. Muchos me preguntan si es una cuestión de actitud. No creo. Puede que darte cuenta de que no das para más, de que llevas desde 2008 jugándolo y ganándolo casi todo, veranos incluidos, haga que bajes los brazos. Sería comprensible. El caso es que sin la presión, sin la carrera constante, el equipo se descompone, es un juguete roto. Le da para la liga porque la liga es una broma, la han convertido en una broma de equipos en quiebra dispuestos a ser goleados como corderitos por los dos grandes minotauros, pero no más allá.

Dos años después, falta un central y falta un delantero que presione y marque, como Eto´o o como el propio Bojan en 2010, cuando Ibrahimovic decidió borrarse y el de Linyola apareció de la nada. Dos años después, no sabemos cuál es el rol de Cesc en el equipo y desde luego él no tiene ni la menor idea. Tampoco la tiene Alexis, del que sabemos que lo intenta y eso no se le puede reprochar pero sin tener claro si es un delantero que arrastra centrales, un extremo que desborda o un media punta que pueda llegar desde atrás con potencia. Su torpeza con el balón en los pies, además, no le ayuda. Una torpeza que, entiendo, tiene que ver con los nervios. Yo me quedaría con los dos en el equipo, pero solo si me convencen de que van a hacer algo más que "lo correcto": que van a desequilibrar. Uno no paga 81 millones de euros por tíos que se asocian decentemente y arrastran centrales. Eso lo hacen Thiago y Jonathan Soriano. A las grandes estrellas hay que pedirles que actúen como tales.

En fin, el futuro no es fácil. No es fácil porque faltan piezas y no se sabe dónde buscarlas. Una de las cosas más raras de los últimos cinco años del Barcelona es su impermeabilidad con respecto al exterior, lo que hace que la sensación de burbuja aumente: de todos los jugadores que han salido del Barça solo uno ha triunfado moderadamente en otro equipo: Touré Yayá. De todos los que han llegado solo dos han triunfado sin paliativos: Mascherano y Dani Alves. Es muy complicado saber cómo acertar, con qué nombres. En cualquier caso, convendría que antes de gastarse millonadas en jugadores se tenga una idea aproximada de qué van a aportar al proyecto. Si la apuesta es que Cesc domine el medio del campo e imponga su ley, que así sea. Si la apuesta es que los centrales los saque la cantera, que así sea. Si el nueve va a ser siempre falso, muy bien, pero que no sea siempre el mismo falso nueve porque entonces si se lesiona todo se viene abajo.

El Barcelona ha bailado demasiado tiempo sobre el alambre y se ha caído de bruces. Puede pasar y no es ningún drama. Xavi dijo antes del partido en Munich: "Si disfrutamos, probablemente sacaremos un buen resultado". Nadie disfrutó ayer en el Allianz Arena. Nadie salió al campo con cara de ir a disfrutar nada. Puede que la solución esté dentro o que esté fuera. Culpar a Tito de esto cuando se ha pasado medio año luchando contra un cáncer es miserable. Si vale o no para el puesto se demostrará cuando tenga un año entero al menos para arreglar el equipo sin quimioterapias. Tiene que haber un punto medio entre "el mejor equipo de la historia" y lo de ayer. No todo tienen que ser grandes titulares ni juicios categóricos. Puede que baste con decir "se ha jugado mal" cuando se juega mal sin que eso sea una crítica a la totalidad. Para cambiar el juego hay que cambiar el análisis y con esto no me refiero solo a los técnicos, también a algunos periodistas o, más bien, forofos.