martes, abril 16, 2013

La última derecha de Ivan Lendl



Ivan Lendl llegó a Madrid en 1994 para jugar un torneo de tierra batida relativamente modesto, nada que ver con el Masters 1000 que se juega ahora en la Caja Mágica. Era una competición del Club de Tenis Chamartín, con pistas pequeñas que admitían poco público y estrellas selectas. Durante años se llamó Torneo Villa de Madrid porque lo pagaba el ayuntamiento, luego dejó de llamarse de ningún modo porque desapareció y hubo que esperar a 2002 para que la capital volviera a tener tenis profesional, esta vez en pista dura y bajo techo, hogar de los Agassi, Safin, Federer y Nadal.

Aquel Ivan Lendl tenía poco del Lendl imperial de los 80. Era un estadounidense de 34 años que había caído hasta el puesto 22º del ranking ATP. Sus articulaciones no funcionaban bien: llegó a cuartos de final pero allí el servicio le falló hasta en once ocasiones —creo recordar que perdió un juego al servicio en blanco con cuatro dobles faltas seguidas— y el rival de aquella tarde de abril en la que por fin pude ir a ver a mi jugador favorito era ni más ni menos que Thomas Muster, dominador de la tierra batida durante los dos años siguientes. El último set, para mayor escarnio, acabó con un 6-0 para el austríaco.

Que Lendl sea tu ídolo supongo que es una forma de vida porque Lendl lo tenía todo para caer mal a cualquier tipo sensato. Como jugador y como entrenador. Su hieratismo, su manía de arrancarse pestañas en medio de los partidos, su empeño en tirar al cuerpo con todas sus fuerzas cuando el contrincante subía a la red. Su competitividad extrema, en definitiva, la que le mantuvo 270 semanas como número uno del mundo en el período de 1983 a 1990, cuando fue destronado definitivamente por Stefan Edberg después del US Open de aquel año.

270 semanas repartidas en ocho reinados distintos que incluyeron luchas contra Connors, contra Becker, contra Edberg o Wilander… y sobre todo contra John McEnroe. Si el tenis de finales de los 70 se resume en los Borg contra Connors, el de mediados de los 80 se centra en los Lendl vs. Mc Enroe, el cerebro contra el corazón. Big Mac y sus ataques de rabia ante cualquier juez de línea, su necesidad del espectáculo constante hasta el punto de casarse con una actriz; al otro lado de la red aquel checoslovaco que ganó una Copa Davis para su país y salió de ahí corriendo, como hiciera Navratilova.

Lendl era un tipo machacón. De enero a diciembre. Torneos y torneos. Finales y finales. Hay que recordar que en un principio el checo era un perdedor y tuvo que quitarse el estigma a base de músculo y constancia. Perdió sus primeras cuatro finales de Grand Slam y estuvo a un paso de perder la quinta, la que sí ganó en el Roland Garros de 1984 frente al omnipresente McEnroe en cinco angustiosas mangas después de perder las dos primeras, evitando el ridículo y la burla del niño terrible del tenis masculino, quien no volvería a ganar nunca más un Grand Slam.

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