domingo, abril 13, 2008

Medina del Campo (III: El Gabinete de Zapatero)

Nuevo desayuno. Largo, además, porque Mar se retrasa. El retraso de Mar a mí no me incumbe porque yo me voy por la tarde, pero los chicos esperan y no saben bien qué hacer, si avisarla o no, y vamos pidiendo cafés y tostadas, que se convierten en pinchos de tortilla y coca-colas y luego directamente en tapas de paella, hasta que la jefa baja con Roberto y toman un café rápido y se van corriendo de vuelta a Madrid y yo me quedo un poco solitario en Medina, con el sentimiento de irrealidad que tiene un sitio en el que realmente te lo has pasado bien y de repente todo parece vacío.

Además, llueve.

Subo al Auditorio, conozco a Wifredo, de prensa, y me meto un poco en Internet para comprobar el enésimo desastre del Estudiantes. Como en un bar de la Plaza mientras veo las motos. Leo “El Mundo”, “La Razón”, el “ABC” y el “Marca”. Deambulo por las calles y pido suizos con azúcar. Entro y salgo del “Continental” por si hay alguien conocido, pero no: casi todos los que conozco se han ido ya para casa. Como mucho que María aparezca por algún lado con su cara de melancolía infinita y a su vez me reconozca a mí.

Improbable.

No sucede.

Vuelvo al restaurante del hotel y leo “El Norte de Castilla”. A estas alturas, me sé el nuevo Gabinete de Zapatero de memoria. A las 17,30 aparece Vega con su hermana y me recogen al lado del puente de un río que no existe. Gente previsora, la de Medina, dijo Antonio el primer día, han construido los puentes y el cauce por si algún día el río aparece.