Hoy el mundo les pertenece a los demás y ellos sabrán cómo lo gestionan con el viento que hace. A mí me queda la cama y la gripe, o el catarro más bien, no dramaticemos. Desde aquí puedo ver las copas de los árboles retorciéndose y los aullidos puntuales. ¿Saben una cosa? No me gustaría nada estar ahí afuera. Nada de nada. El placer de la enfermedad justificatoria, los capítulos de Breaking Bad cayendo uno tras otro; de vez en cuando, un email, un whatsapp, una llamada perdida. I´m not here, this isn´t happening. Hablamos de la huída porque no podemos hablar de la permanencia pero la permanencia es en sí una huída si se lleva al extremo, que en días como hoy parece algo incluso sensato.
A mi costipado, o lo que sea, no le vino bien el paseo de ayer al ginecólogo. Mi mujer lleva embarazada 20 semanas y yo me fui a poner malo el día que le hacían la ecografía 4D. Obviamente, tenía que estar. No por una cuestión de obligación sino de voluntad: el primero de los mil sacrificios que uno hace por su hijo. Era curioso, estar en esa sala, ver a mi hijo moverse por el útero de la Chica Diploma y a la vez sentir los escalofríos de la fiebre.
Yo creo que todas las visitas a un médico siguen más o menos los mismos parámetros: al principio vas con miedo, luego pasas un tiempo esperando a que te llamen o, como en este caso, el propio bebé se niega a darse la vuelta y enseñarnos su abdomen, y hasta cierto punto te tranquilizas, como si una vez metidos en una rutina la sorpresa fuera imposible. Esto no es algo solo mío ni propio de hospitales: mi padre pasó su último mes y medio de vida durmiendo en el salón. Nunca lo dijo de manera explícita pero estoy convencido de que pensaba que era imposible morirse en el salón de casa delante de la televisión, mucho menos si echaban la serie de Chuck Norris.
Obviamente, se equivocaba.
Y así conseguimos el vínculo entre "mi padre" y "mi hijo" que, inevitablemente, soy yo. Sé que la Chica Diploma está embarazada desde principios de octubre y me moría de ganas por contárselo. La prudencia aconsejaba lo contrario y puede que lo siga aconsejando, pero si yo fuera un tío prudente, si los dos fuéramos mínimamente prudentes, no estaríamos esperando a Álvaro para finales de junio. Además, en esto siempre me acuerdo de aquello de la ley de la atracción y de la necesidad de verbalizar las cosas. En líneas generales, me parece una teoría moralmente perversa, pero eso no quiere decir que no la pueda aplicar en determinados momentos: si repites algo muchas veces, en voz alta, para todos, se acaba cumpliendo.
No hay razón por tanto para esconderlo, entre otras cosas porque mide 27 centímetros en la semana 20 que creo que es una barbaridad, pero es lo que tienen los genes vascos. Esta es la primera vez que hablo de mi hijo y no quiero elaborar más, solo quiero pensar que algún día él podrá leer este post y yo podré decirle: "Mira, esta es la primera vez que hablo de ti", confiando en que no se muera de la vergüenza y se ponga como ayer a taparse la cara y darse la vuelta para que no le molesten.