Mi actividad cultural en el Festival Eñe fue casi nula, pero a mi favor he de decir que mi actividad cultural durante la semana suele ser de lo más intensa, así que lo comido por lo servido. Solo fui a la conferencia express de Marcos Giralt Torrente, un muy buen escritor, amigo de buenos amigos y contra el que por supuesto no tengo nada en contra ni espero que se tome a mal que tome una parte de su conferencia como ejemplo de lo que considero una tendencia peligrosa.
La conferencia de Giralt fue confusa. Él mismo nos avisó al principio de que iba a ser confusa por la escasez de tiempo y la abundancia de ideas. Uno de los muchos puntos a tratar fue el de la diferencia entre ficción y no ficción. Según Giralt, y no es el único, no se puede hablar claramente de ficción y no ficción, puesto que todo lo que entra en un libro está ya "ficcionado", es decir, "narrado". Los ejemplos de las distintas autobiografías de Coetzee fueron acertados y puedo estar de acuerdo con él en la interpretación de la obra de Emmanuel Carrère, aunque el propio Carrère no lo estaría y defendería que no hay nada de ficción en sus libros.
También coincido en que la narrativa hace difícil la distinción entre realidad y no realidad dentro de la propia narración. Hasta ahí, bien.
Hubo un momento, sin embargo, en el que Giralt fue un paso más allá y vino a insinuar que no hay realidad y ficción incluso lejos de la novela. Esa teoría no es nueva ni mucho menos pero me resulta chocante, por decir algo. Según sus defensores, la realidad en sí misma no existe, solo podría ser percibida por Dios, y la objetividad, por tanto, es un esfuerzo inútil. Pensé entonces en el perspectivismo de Ortega. El perspectivimo y el relativismo no son lo mismo. Ortega jamás negó la realidad, simplemente se limitó a reconocer que nuestros enfoques son distintos y que la manzana a nuestros ojos no es más que la unión de las distintas caras de la manzana, sin poder llegar a percibirla entera nunca.
Pensé en una putada enorme, algo rollo Arcadi Espada, pero no era el momento ni era el más indicado y cuando Arcadi lo hizo con Cercas a mí me pareció una barbaridad que no venía a cuenta. Además, era probable que en mitad de mi ingeniosa pregunta me diera un ataque de ansiedad, empezara a balbucear, nadie me entendiera, quedara como un troll y un hater y me echaran a patadas del mismo sitio al que me habían invitado. Marcos me odiaría por siempre -si conseguía entender algo de lo que le estaba diciendo- y mi carrera literaria acabaría en ese momento, sin empezar siquiera.
Sin embargo, yo no podía dejar de fantasear con algo así, una intervención en medio del turno de preguntas, en la que, micrófono en mano, asegurara:
- Usted ha dicho que el holocausto judío era algo necesario y que el modelo nazi debería haber prevalecido en el mundo.
Obviamente, Giralt, que no dijo eso en ningún momento, tras algo de estupor tendría que responder algo parecido a:
- No, yo no he dicho nada así.
- Sí, lo ha dicho. Ahora mismo. En esta conferencia.
- Eso no es verdad. Ni lo he dicho ni pienso nada semejante, es una barbaridad.
- ¿No lo ha dicho, seguro?
- No.
- ¿Es mentira entonces que lo haya dicho?
- Sí.
- Muy bien, pues ahí tiene la diferencia entre realidad y ficción.