domingo, noviembre 18, 2012

Y de pronto falta gente


La charla entre Constantino Bértolo, Cristina Fallarás, Juan Casamayor y Pepo Paz sobre la edición en España y su futuro le quitan a uno las ganas de todo. No es culpa suya, es culpa del propio futuro de la edición en España y de su presente: las mafias, las librerías a punto de quebrar, los grandes medios quedándose con los restos del Titanic, las distribuidoras y sus 55%, los autores siempre en ese punto intermedio en el que todo les es ajeno, los lectores sin saber muy bien en quién confiar. Hubo un día en el que uno oía hablar de un libro, iba a la librería y lo compraba o lo encargaba. Ahora todo eso es mucho más complicado: solo existe lo que se ve, solo se vende lo que alguien distribuye a una comisión exagerada. ¿Internet vale para algo? Claro que sí, pero es enorme. Te puedes cruzar con un libro interesante y hacerte con él, pero para cruzártelo pueden pasar meses. En la FNAC o medios hipercontrolados, eso es aún más complicado: solo se vende lo que diga la distribuidora en cuestión, controlada por el grupo editorial en cuestión, comprado por el grupo mediático en cuestión.

Fuera de la FNAC, la Casa del Libro o El Corte Inglés solo hay dioses y bárbaros.

Es sábado en el Festival Eñe. Sofía y yo acabamos en el bar de la segunda planta, como el viernes, y volvemos a notar la ausencia de gente. Me duele, porque yo vi crecer el Festival y el año pasado incluso confiaron en mí para llevar el blog del evento, mi portátil y yo brillando en las oscuridades. No hay gente y nadie sabe dónde está y cuando no hay gente, el futuro de una industria no existe. Malos tiempos para la lírica. Dicen que al menos lo de Ana Pastor estuvo lleno. Bien por ella. Mal por el mundo del libro si se convierte también -quizá siempre lo ha sido- en un concurso de popularidad en el que las entradas las vende Pastor y las listas de ventas se llenan de Maxim Huertas, Jorge Javier Vázqueces, Mario Vaquerizos y Ana Rosa Quintanas.

No es el literario el mundo que peor funciona. La música siempre se llevará la palma en eso, aunque no se queje tanto como el cine. Después de la Coca-Cola y la charla, nos vamos al concierto de Nudozurdo, un grupo que fue relativamente popular en 2007 y 2008, llegando incluso a ser portada del MondoSonoro por su disco "Sintética", elegido el mejor del año junto a los de Russian Red y Vetusta Morla. Nudozurdo tocaba en la Joy y en el Festival de Benicassim y ahora tocan en el Costello y no son capaces de vender todas las entradas, de manera que cuando llegamos aún queda parte de un taco pese a llevar semanas anunciando la venta anticipada y disponer de un aforo de menos de 100 personas.

Tampoco es culpa suya. La música sigue siendo excelente y el grupo está más o menos donde estaba hace cuatro años si no más arriba en lo artístico. Solo 80 personas queremos ir a verles a 10 euros la entrada. Esto es lo que queda. Hubo un día en el que un grupo noruego que sonó una vez en Radio 3 llegaba a Madrid a 25 euros la entrada, ponía su concierto en la Joy y al mes tenían que pasarlo a La Riviera porque todo estaba vendido. Ahora solo llena Steve Aoki y si prometen a los chavales que podrán emborracharse, tirar bengalas y olvidarse de su ausencia de futuro durante un rato, algo que hacen encantados por una módica cantidad y la licencia chapucera del político de turno.

El resto de la gente está desapareciendo de los eventos culturales. De los baratos, de los caros y de los gratuitos. Antes he utilizado en un par de ocasiones la frase "no es culpa suya" para exonerar a los miembros de los circuitos en cuestión pero probablemente sea un error, probablemente sea culpa nuestra y de alguna manera les hayamos echado. Constantino Bértolo decía: "A mí no me da miedo la gente que no lee, me da miedo la gente que lee, por las cosas que lee". Ese es el problema, quizás, el miedo al público. A nadie le gusta su público objetivo y se pasa el día escondiéndose.

Luego pasa lo que pasa, generalmente, un ERE.