Sobre la muerte de Umbral puedo decir poco porque he leído pocas obras suyas. Empecé "Mortal y Rosa" pero no llegué a terminarlo. Tampoco me entusiasmaban sus artículos en "El Mundo", aunque sí que los leía de vez en cuando y al menos eran distintos y eso se agradecía.
Ahora bien, el mundo en el que yo vivía, el que yo compré, era un mundo con Umbral y ahora se me hace algo vacío. Igual que pasa cuando se muere Lady Di o Jesús Gil o el mismísimo Fary. No sé explicarlo, uno se acostumbra a un paisaje y se estremece ligeramente cuando de repente le van cambiando caras.
Otra cosa es lo de Puerta, porque lo de Puerta lo hemos vivido demasiado cerca. Salvando muchísimas distancias, recordaba a lo de Miguel Ángel Blanco: un chico joven amenazado por la muerte durante tres días en los que vas conociendo todos los detalles de su vida hasta llegar a una cierta empatía con él, esperas de todo corazón que se salve porque nadie debe morir a los 22 años -nació en 1984, más motivos de empatía- y porque, al fin y al cabo, e
Pero que al final muere. Nadie está acostumbrado a un final así. El bueno se salva siempre, ¿no era eso? Como diría Manolo Jiménez, el policía de la 1, son malos tiempos: la gente se muere y mi lavadora no desagua. Bien, a lo que me refiero es a cierta sensación de que esta semana al menos va a haber que apretar los dientes. Y en ciertos aspectos no tiene pinta de que la cosa vaya a ir a mejor.
Llega septiembre y abren los bares.
Pero llega pelín tarde: la semana que viene.