sábado, julio 02, 2011

Have you no sense of decency, sir?



Aprendí dos idiomas a la vez, era algo confuso. El tiempo ha dejado uno como habitual y otro como impostado. Solo hablo en inglés para exagerar: la ironia, el sarcasmo, el dramatismo, la alegría. El ingles me sale en forma de eslogan o de artículo de Manuel Jabois y el castellano es algo más natural, de alpargata y calzoncillos frente al ordenador.

Creo que uno debe preguntarse a sí mismo en inglés para conocerse de verdad, para saber si está haciendo lo correcto. Creo que todos deberíamos preguntarnos en algún momento, cuando mandamos mensajes de madrugada que dicen "Vuelve", como K.L. Krumper en una novela de Ray Loriga, aquello que el representante del ejército, Joseph Welch, le preguntó al senador McCarthy en 1954, estertores de la guerra contra el comunismo del Comité de Actividades Antiamericanas: "Have you no sense of decency, sir, at long last? Have you left no sense of decency?"

Tras lo cual, McCarthy balbuceó, el público rompió en un aplauso y la ominosa caza de brujas acabó casi de un día para otro.

Mis frases favoritas del 15-M fueron en inglés también y no es ninguna casualidad: "Nobody expects the Spanish Revolution", "Yes, we camp" o el enorme cartel "Shame on you" que colgaba de una de las bocas de metro de Sol. ¿Cuántas veces hemos analizado o intentado racionalizar un montón de cosas que se resumían en una sola frase?: "¿No le queda ni un poco de decencia, señor, después de todo? ¿Ha perdido por completo el sentido de la decencia?"

Sé que es una palabra trampa, porque la decencia invita a pensar en la moral y la moral invita a pensar en el castigo o el premio divino, pero hay que rescatar la decencia en nuestra vida diaria. Renunciar a discutir determinadas cosas, renunciar a decir determinadas cosas uno mismo: por un sentido de decencia. Sustituir los viejos conceptos por algo común, que, adaptado al castellano podría convertirse en "vergüenza". ¿No le da vergüenza explotar a sus becarios, señor? Después de todo, ¿ha perdido usted el sentido de la vergüenza acusando a sus ciudadanos de terroristas sólo por llevarle la contraria a sus jefes?

Una muy querida amiga mía me dijo el otro día mientras partíamos una tortilla de patata en dieciséis trozos que la frase más dura que se le podía decir a alguien es "Ya no soy feliz". Que esa frase no tiene vuelta atrás. Tiene toda la razón, como siempre, es una chica que tiende a sentenciar de la manera más aleatoria. No te lo esperas y, zas, en toda la cabeza del clavo.

Pensé anoche, mientras esperaba la debacle argentina ante Bolivia y veía "Buenas noches y buena suerte", la excepcional película de George Clooney, que había algo aún más devastador y probablemente más cruel: "¿No te queda ni un poco de decencia?" y entonces decidí que esa sería la última frase que le diría a alguien, mi frase de despedida igual que los luchadores de pressing catch tienen su tema de entrada. Renunciar a ansiolíticos y a terapeutas y decir las cosas claras.

El problema es que ser cruel y devastador no es bonito. Ser K.L. Krumper es mucho más bonito y la idea de enviar mensajes diarios o más bien nocturnos que se limiten a decir "vuelve" me resulta más atractivo y que yo, en realidad, pagaría lo que fuera por recibir un email o  un SMS así cada noche. "Vuelve". Sin más indicaciones, el trabajo es tuyo. Y sentirlo así en ese momento, el atractivo de la marcha atrás.

En definitiva, que cada uno elija su mejor opción: la despedida o la melancolía. O mézclenla, si quieren, en realidad no hay nada que las haga contradictorias.