domingo, julio 24, 2011

Noruega, Amy Winehouse y Alberto Contador, es decir, el mundo real


La banalidad y la inmediatez del mundo actual hacen que uno tenga que hablar de cosas tan importantes uniéndolas todas en un mismo artículo para no abrumar: como si lo mismo fuera que un loco mate a casi 100 adolescentes, que una casi-estrella del rock acabe muriendo de sobredosis más o menos anunciada o que un tipo de Pinto pierda un Tour de Francia. Pero necesito al menos un par de párrafos para cada cosa y no quiero llenarles el Reader de entradas.

- Noruega.- La pregunta no debería ser si la locura existe sino si cada vez se hace más sofisticada y ante eso no tengo respuesta. Por supuesto, siempre habrá locos dispuestos a exterminar al enemigo. No volvamos al tema de las identidades, lo primero que impide discernir la locura es la propia identidad y mucho más la ajena. Para este hombre los socialistas debían morir. No es el único que lo piensa: basta con tener Twitter para echarse a temblar entre los que, metralleta en mano, acabarían con todos los socialistas de un tirón o los que acabarían con todos los fachas en cinco minutos, les sobraría una hora y veinticinco.

Locura y odio. El odio como gran tema de nuestra sociedad. No sé si siempre el odio ha sido un motor tan importante de nuestros actos y nuestros pensamientos. Es posible que sí pero no he vivido siempre. Incluso la ausencia de un odio radical, de barricadas, resulta sospechoso: véase la reacción de la prensa ante el 15-M. En España el debate se bifurca en si los muertos son de izquierdas o de derechas. Esto es muy español, español, español... No creo haber oído a ningún socialista decir que no le dolería la atrocidad de casi 100 adolescentes tiroteados a sangre fría si formaran parte de otro partido. Sí he oído a alguno decir que "le afectaba especialmente" y yo lo entiendo: si un tipo se plantara en un congreso de filósofos y matara a 100 universitarios solo por el hecho de ser filósofos, probablemente yo sentiría una empatía y un dolor aún más íntimo.

Y si entrara y matara a mi madre, una sola muerta, aún más. Demos el derecho a llorar y a lamentar y a sufrir y honremos a las víctimas antes de echarnos responsabilidades encima. De lo contrario, el odio crecerá y crecerá y nos acabará, a nosotros también, dominando.

- Amy Winehouse.- Sí, el talento estaba ahí, cualquiera que haya escuchado el "Back to Black" estará de acuerdo. No veo la relación entre el talento y las drogas. No necesariamente. La estética no es la vida: uno puede escribir canciones hermosísimas sobre el sufrimiento llevando una vida moderadamente feliz. Uno puede sentir la angustia de una voz quebrada sin que esa voz destile anfetaminas y coca. En cualquier caso, admito que Winehouse fue una cantante arrasada por el juicio estético de cada uno de sus actos. El odio, de nuevo. La burla y el odio: las infinitas portadas y vídeos en todo el mundo: "Mirad cómo va, se está cayendo", todas abundando en el punto de abusón de colegio a lo Simpsons "Ha-ha!"

Por lo demás, sacralizar o seguir burlándonos también en la muerte no sirve para nada. Winehouse era un icono pop por mucho más que su música, está claro. El disco de Eliza Doolittle es mejor que el de Winehouse pero a nadie le interesa Doolittle porque no da portadas. Pediría un tiempo de duelo. El duelo es importante. Winehouse ha muerto, autodestruida, y no es el momento de ir echándole la bronca a pie de tumba. Valoraciones, con el tiempo.

- Alberto Contador.- Su último ataque al pie de L´Alpe d´Huez. Un ataque que él mismo sabía que no iba a ningún lado. Ese darse la vuelta cada minuto, ansioso, como si se estuviera dando cuenta de que al ritmo que iba era imposible abrir hueco. La figura de Contador bajo la óptica hispana: "No gana siempre, es un fracasado". Contador ganó 3 Tours, 2 Giros y 1 Vuelta de manera consecutiva. Se planta en el Tour después de un Giro agotador, sin preparación física ni mental, con un equipo de broma -el equipo que él quiso, ojo, cuando estuvo en un equipo serio, el Astaná de Armstrong, se pasó el día rajando, como resultado todos sus compañeros se fueron a otro equipo- y tres caídas muy importantes en los primeros diez días. Aun así, coquetea con el triunfo. Acaba quinto a menos de cuatro minutos del campeón.

Valorar las derrotas es importante. Asumirlas. Nadie va a ganar siempre, tengan eso en cuenta cuando escojan un ídolo porque si no daría la sensación, y aquí se cierra el círculo del artículo, de que uno escoge un ídolo para poder acabar odiándolo.