Comemos casi todos juntos, como debe ser, y de esto quizá podrían aprender otros festivales: los jurados, los invitados de corto, los invitados de largo y la organización casi al completo. Vamos llegando en oleadas y pidiendo nuestros bistecs, ensaladas y bollos para mojar en el café. Después, no sabemos si dormir una siesta o jugar a las cartas. Sorprendentemente, elegimos lo segundo y entre Miki y Juan nos explican cómo funciona lo del guiñote. Pronto descubrimos que es una variante del tute, sin más. Bruno pone cara de desesperación -no puedo evitar adjuntarla, miren abajo- y Leticia, después de atreverse con una primera baza, nos pide que por favor dejemos el tema.
Y lo dejamos, claro.
Los chicos de la organización -Eva, Raúl, Juanjo y Bruno- suben y bajan de un hotel a otro y de Tudela a Tarazona recogiendo y dejando gente. Se han ido ya David y Ana, pronto se irán Leticia y Marcel. A nosotros nos queda la segunda sesión de cortos en vídeo. Yo voy en representación de "Camas", de Manuela Moreno. En Medina me tocó representar "Marina", de Álex Montoya, y acabó ganando.¡Imagínense que vuelve a pasar! Eso me convertiría en el Pulpo Paul del cortometraje español y todos los productores se pelearían por que yo presentara sus cortos. Es más, los jurados desaparecerían. No, mejor ni pensarlo...
Es un pase irregular. Algunas cosas muy buenas -no daré nombres- y otras francamente muy malas e incluso aburridas, que es lo peor -tampoco daré nombres, obvio-. La gente, sin embargo, está encantada. Otra vez un lleno bastante aceptable en Tarazona pese a no haber cortos locales ni figuras de relumbrón, sólo David Muñoz -director de "Barcelona-Venecia", corto que yo mismo seleccioné para Almería el año pasado- y yo sorteando preguntas genéricas sobre festivales y guiones. Encomiable.
Después el jurado delibera y yo me voy al hotel a ver a la selección de baloncesto, comer otro bistec y dormir pronto. En la habitación de al lado unas francesas ríen y charlan a las doce y pico de la noche. Yo, como buen abuelo gruñón, doy tres golpes en la pared y se callan. Creo que es la primera vez que lo hago en la vida. Fue una liberación.
A la mañana siguiente, llegan los desayunos y las despedidas. El palmarés, también, pero eso se lo dejo a los que mandan. Miki nos lleva a David y a mí a Zaragoza -no nos ha dado premio, de acuerdo, pero al menos paga el peaje- y todo se acaba en un ambiente de campamento moderno, es decir, campamento con email y Facebook. Los meses de agosto de los treintañeros.