Adjunto, como es habitual, enlace a la reseña que me han publicado en Notodo.com
Los clientes de Chelsea -o Christine, depende del día- quieren sexo. La mayoría. Quieren poseer a esa joven veinteañera estilizada con cara de niña malcriada mientras toman una copa de champán o de vino tinto en un hotel de gran lujo. Esas cosas con las que algunos hombres sueñan desde pequeños y que obviamente no es tan fácil de conseguir. Christine -o Chelsea- les besa en la boca, les acaricia y les deja fantasear. No sólo vende su cuerpo: vende la imaginación. Vende la posibilidad de que esa chica preciosa, vestida de Audrey Hepburn, que escucha todo lo que le dicen y da la razón siempre, en realidad pueda llegar a ser la mujer de su vida, su novia, su amante. Vende la idea de que en el fondo podría quererlos, aunque fuera por dos horas, tres horas, una noche. Y a ellos les encanta.
Porque los clientes de Chelsea sobre todo quieren que les escuchen. El tópico de la puta que escucha pero llevado al extremo de los 2000 dólares por hora. Los clientes de Christine follan -no siempre- pero sobre todo hablan. Sin parar. Hablan de Obama y McCain. Hablan de la economía, de los bancos, de la crisis, de cómo su vida se va rompiendo en pedazos. Son hombres en crisis creativa o empresarial. Hombres desesperados. Y ella les mira de arriba abajo con esos ojos vacíos y les hace creer que les comprende. El manejo de la narración de Steven Soderbergh es prodigioso. En lugar de contar una historia de manera lineal (planteamiento-nudo-desenlace: ¿qué os vamos a contar que no sepáis?), Soderbergh descompone momentos de la vida de Chelsea que acaban teniendo sentido no ya en su sucesión temporal sino según vas comprendiendo al personaje. En efecto, la puta también fantasea con enamorarse. Ser Julia Roberts tiene su encanto.
En medio, queda el novio. La difícil figura del novio emprendedor, que entiende la profesión de su pareja porque no deja de ser una inversión más. Algo que les deja más cerca de algo. Si Sasha Grey -en la promoción de la película se hace mucho hincapié en que es actriz porno pero la verdad es que resulta irrelevante, lo importante es que es actriz, no hay sexo explícito, sentimos decepcionarte- está formidable con esa distancia infinita ante todo. El prácticamente desconocido Chris Santos no le anda a la zaga. Entusiasta e inocente. Un iluso en tiempos de crisis. En el fondo, The Girlfriend Experience no es una película morbosa, sino una película triste. Inocencias interrumpidas y gente a punto de tirarse por ventanales de Wall Street. Y la belleza como ansiolítico reconfortante, claro.
La fiesta del aguafiestas
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[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:05]
Buenas noches. Mi aguafiestismo profesional me obliga hoy a la tarea,
ciertamente desagradable, de arremete...
Hace 5 horas