Supongo que al diario El Imparcial no le importará que adelante una parte pequeña del artículo que acabo de mandarles. Necesito sacarlo de dentro. Prométanme que luego irán a leerlo allí entero, ojo...
"... Todo esto que les acabo de contar, la realidad de cualquier
día en Malasaña, no tiene ningún valor de debate. Exactamente ese es el
problema de la razón, que se ha vuelto cínica, tan cínica que ha perdido su
relación con la realidad. Si yo contara esto en cualquier discusión de mediana
intención intelectual, alguien me diría: “Eso es demagogia”. La realidad es
demagogia. Si algún partido político propusiera una ley que ayudara a esa gente
o que al menos intentara impedir que el número de gente sin posibilidad de
tener un techo y una comida aumentara a cambio de suprimir algunos cuantos
cargos de libre designación, le acusarían de “populista”.
Con esas dos palabras, eliminamos no ya la crítica sino el debate intelectual. Las palabras quedan del lado de una razón cínica que ha conseguido hundir el proyecto de la razón emancipadora, la razón ilustrada. Ya no hay evidencia, solo hay refutación. Puede que en la ciencia eso funcione muy bien y efectivamente la falsación sea un método más fiable que la verificación para una teoría, pero ni la ciencia ni nuestros cínicos, como diría Montano, entienden una cosa: la puta calle.
Hablar de la puta calle es poco elegante y maniqueo. No hablar, pretender que no existe, estipular que, porque un caso no se puede universalizar, ese caso directamente no merece atención es ruin. Efectivamente, no todos los madrileños nos morimos de hambre ni buscamos al anochecer comida entre basura, pero hay quien lo hace. Demasiada gente lo hace. ¿Qué hacemos con ellos? El peligro es que la clase media-baja se convierta en eso, en una especie de lumpen que ni siquiera espera a las orillas de las fábricas sino que se limita a pasar el día entre escaleras.
Es un peligro.
Si usted preside un país en recesión y toma medidas que hacen que ese peligro aumente, creo que se está equivocando. Si además usted mismo nos ha estado explicando por qué esas medidas perjudican a la clase media apenas meses antes de tomarlas, es un mentiroso. Si no quiere pasar por mentiroso ni tonto sino que prefiere convertirse en un pelele y lamentarse públicamente: “No queda otra salida”, lo que debe hacer es irse inmediatamente. Me da igual si se llama Zapatero o si se llama Rajoy. Usted llegó allí porque dijo que tenía soluciones y las soluciones implican libertad. Si no la tiene, si no puede aplicar lo que usted cree justo y correcto, si no puede, en definitiva, ejercer el mandato democrático, no se manche las manos, dimita.
O por lo menos, y creo que es lo mínimo que se puede pedir, no aplauda."