domingo, octubre 25, 2015

La inexplicable guerra de Marc Márquez y Valentino Rossi



Algo se nos escapa a todos. Algo que no puede tener que ver con lo que vemos en los circuitos. El domingo, Márquez ganaba en Australia adelantando casi al final a Jorge Lorenzo y privándole así de los 25 puntos del primer puesto. Rossi acabó cuarto, detrás de otro compatriota, Iannone. Hasta ahí todo parecía normal, pero el jueves salta Valentino con unas declaraciones acusando a Márquez de ralentizar la carrera en un intento descarado de que él no ganara el Mundial porque de lo contrario tendría más difícil pasar a la historia. Marc quedaba como un envidioso calculador y todo resultaba tal barbaridad que parecía más una cuestión de juegos mentales que algo relacionado con la realidad.

Porque en la realidad, si tanto quería Márquez que Lorenzo ganara el campeonato del mundo le habría bastado con salir un poquito largo en la última curva, caramba qué despiste, y darle al mallorquín la victoria en Australia.

Sin embargo, desde la primera vuelta de la carrera de Malasia, vimos que la cosa iba en serio. Tan en serio que Márquez, quien había volado durante los entrenamientos como su compañero de equipo Dani Pedrosa, se retrasaba misteriosamente del grupo de cabeza y se dedicaba a marcar a Rossi. Aquello era ridículo. Márquez adelantaba y frenaba. Cuando Rossi le pasaba, se mataba por adelantarle de nuevo. Estuvieron a punto de irse al suelo varias veces hasta que Rossi, directamente, le esperó en una curva y le tiró de una patada.

Aún me cuesta entenderlo: ¿Qué ganaba Márquez metiéndose en esa guerra entre dos compañeros de Yamaha?, ¿por qué tanto enconamiento entre ambos?, ¿cómo pudo jugarse no solo el Mundial sino la reputación Valentino Rossi con una acción tan antideportiva? Tiene 36 años, nueve campeonatos del mundo y el décimo relativamente cerca. Por muy mosca cojonera que se pusiera Márquez, ¿por qué no esperar al final a adelantarle, quedar tercero de todos modos y en el peor de los casos acabar cuarto y perder solo tres puntos más? La reacción de Rossi es la de alguien completamente fuera de sus casillas, es decir, alguien que no estaba jugando con los demás, como parecía en la prensa sino que siente que están jugando con él.

Para los aficionados del motociclismo es duro: todos queremos a Vale, todos le vimos darle una patada a Márquez y sacarlo de la pista. Es más, todos queremos a Márquez, el niño prodigio, y nos cuesta entender ese empeño en buscar constantemente el contacto, el choque, el adelantamiento imposible... cuando todo hacía indicar que podía irse tranquilamente a buscar a Pedrosa y Lorenzo porque moto tenía para ello. Queda, en medio, el ruido y la furia. Dicen los malpensados que la decisión de no expulsar directamente a Rossi fue "comercial". Antes al contrario, una competición donde las reglas no se cumplen es una competición condenada a quedarse sin seguidores.

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El Estudiantes se mira en el espejo y se ve con dos derrotas en dos partidos y veintinueve abajo mediado el tercero. Se ve viejo y desnudo, lleno de colgajos. No hay maquillaje, no hay fichajes cosméticos que juegan unos meses y se van, cobrando o sin cobrar. Hay un presupuesto que da para extranjeros muy limitados y un montón de chavales de la cantera, y el choque con la realidad para esta vieja dama del Barrio de Salamanca es tan duro que los chavales se amilanan, el público silba, el entrenador tiembla, algún directivo se tira de los pelos...

... Y sin embargo, es el camino. Para que Estudiantes tenga sentido, lo primordial es que sepa lo que es y no se avergüence. Es el equipo que forma talentos que explotarán en otros equipos. Es el equipo que quedará en manos de esos talentos en el intervalo y que buscará algo de músculo americano para complementar la bisoñez. Es necesario que Jaime Fernández, Darío Brizuela, Edgar Vicedo, Juancho Hernangómez y Fran Guerra jueguen y pierdan, jueguen y pierdan, y se vean ante el abismo mil veces para darse cuenta de que pueden saltarlo.

El camino será tan duro que puede que cueste un descenso. Otro descenso. Lo de antes, ese continuo parche improvisado y vergonzoso, era un camino sin salida. Ahora, hay una luz. Muy lejos, muy, muy lejos. Pero brillante.

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Termino en pocas horas "A los actores", de Manuel Gutiérrez Aragón. Un libro exquisito, escrito con un cuidado que a veces se echa de menos. Por supuesto, hay en ocasiones un exceso de barroquismo y un montón de referencias filosóficas que el lector no iniciado tendrá difícil seguir, pero la narración de vida, de rodajes, de anécdotas que dan sentido a la teoría es formidable. Dan ganas de volver a abrir la carpeta de guiones y mandarlos a algún lado, pero estamos en lo de siempre, ¿a dónde?, ¿contestarían siquiera al email?

No queda ahí la cosa. El libro también invita a que haya más entrevistas a directores, actores y actrices que vivieron su apogeo en los 70, los 80, los 90... Si ha funcionado con el fútbol o el baloncesto, ¿cómo no va a funcionar con un actor?, ¿por qué no coger a la mismísima Ana Belén y en vez de preguntarla por enésima vez qué tal con su marido y cómo lleva su compromiso político la ponemos a contar algo que exceda "Zampo y yo"? Saza se nos escapó y se nos escaparon tantos otros. Sin embargo, Sacristán está ahí, por ejemplo.

Yo no tengo medios ni influencias, pero si alguien las tiene, que las use. Actores y actrices que nos cuenten cómo eran los Galiardo, Landa, López Vázquez, Aleixandre, Fernán Gómez... que hablen del traspaso de poderes a la siguiente generación y que lleguen a la actualidad con la distancia cínica y divertida de los años. Y junto a los actores, por supuesto, directores y algún productor, supongo. Alguien más tenía que haber en España además de Elías Querejeta, digo yo.

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A la vez, recta final de "A este lado del paraíso". Lo que más me sorprende es el éxito abrumador que tuvo en su época. Supongo que se leyó como un folletín, historias de niños ricos. Lo tiene todo para ser un fracaso: exceso de erudición, carencia de una trama como tal, un personaje tan encerrado en sí mismo que es difícil empatizar con él... A mí me encanta, por supuesto, pero no lo vería nunca como un "best seller". Gatsby, por ejemplo, es mucho más asequible y directo. Hay algo del artista adolescente de Joyce y mucho de lo que después se llamaría "generación perdida". El "spleen" de Princeton y la necesidad de buscar en el amor las emociones fuertes que no da el dinero. Millonarios solitarios enamorándose de cualquiera que alimente su ego. Buscando desesperadamente a Zelda, volumen uno.