martes, octubre 20, 2015

Vuelva usted mañana


Lo que recuerdo de las visitas al oncólogo era cómo me miraban a mí cuando querían mirar a mi padre. Su manera de esquivar sus ojos para encontrar los míos y ese gesto de "se lo dices tú o se lo digo yo o cómo hacemos". La tristeza. Ser oncólogo debe de ser bastante triste y hay que valer para ello. Por otro lado, morirse es mucho más complicado, dónde va a parar, y estar ahí en medio, entre el oncólogo y el que se muere tampoco es fácil: la sucesión de pruebas, de favores, de volantes que autorizar. La burocracia, en definitiva, que supongo que es la única manera de obviar en el día a día lo que realmente está pasando.

Luego, otros recuerdos, claro. Un día que estaba en la cama -apenas pasaba tiempo en la cama, sobre todo las últimas semanas, intuyo que asociaba cama con muerte y daba por hecho que mientras estuviera en un sillón viendo la tele no podía pasarle nada malo- y yo me tumbé a su lado y le cogí la mano. Él se despertó, se asustó y luego volvió a dormirse, apretándome fuerte, su manera de reconocer el gesto. En la tele jugaban dos equipos de Segunda División, puede que uno de ellos fuera el Nástic de Tarragona.

¿Qué más? Un día en Metropolitano, pero no recuerdo si fue durante el cáncer o después del ictus. Un día que se mareó mucho y se asustó. Mi padre era asustadizo. Mi padre fue algo parecido a mi hijo durante unos cuantos años, lo que me convirtió a mí en padre mucho antes de que la Chica Diploma diera a luz al Niño Bonito. Esta mañana le decía al neurólogo: "Desde que tengo al niño, me preocupo más por todo", pero era mentira, claro, yo nací preocupado.

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Otro detalle del post-debate del domingo, con Ana Pastor: Pablo Casado insistiendo en que lo que hacía falta era alguien que supiera gestionar un país, una diputación, un ministerio... que eso es lo que realmente contaba y no el talento, los conocimientos, el entusiasmo o cualquier otra virtud que pudieran presentar los demás partidos. La chica del PSOE estaba bastante de acuerdo, por cierto. Lo que Casado decía, ya antes de cumplir los cuarenta, es que este país lo que necesita es burócratas. Muchos burócratas. Burócratas que vayan prosperando de lo pequeño a lo grande y que sean inmóviles. Imagino a Casado leyendo los artículos de Larra y aplaudiendo entre gritos a cada funcionario que aparece : "¡Así, así, bien jugado!".

Supongo que podría soportar vivir en un país de burócratas, pero no en un país de burócratas mediocres. Burócratas de carrera. Algún día Casado tendrá a su Casado defendiéndole porque lleva treinta años sin dar una a derechas pero, ojo, saliendo en todas las fotos. O eso sueña él, supongo. Si no, para qué el papelón.

Por supuesto, nadie se lo dijo. Nadie le dijo: "El único valor que usted atribuye a su candidato es la mediocridad". Supongo que en parte porque no estaban seguros de que ellos fueran capaces de ofrecer algo mucho mejor o, peor aún, porque suponen que el pueblo español no va a votar algo mucho mejor, duda de la que saldremos en menos de dos meses.

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La revista The Art Boulevard me incluye entre los cuarenta escritores menores de cuarenta años a los que hay que leer. Tienen razón. No hay cuarenta escritores menores de cuarenta años que sean mejores que yo. Probablemente no haya ni diez. Otra cosa es que yo aparezca en esa lista porque soy conocido del director. Es muy probable. Eso no quita para que a uno se le hinche el ego y sonría satisfecho, por supuesto. Y para que sepa dar las gracias.

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En este mismo momento, una diputada de la asamblea de Madrid, un periodista especializado en ciclismo, un escritor y un columnista político estamos discutiendo en Twitter sobre si nuestro personaje favorito de "1992" es Leo Notte, Bibi Mainaghi o, incluso, Gaetano Nobile. La razón hay que encontrarla en este artículo