viernes, febrero 18, 2022

The Breaks of the Game



El problema no es tanto que el tren a Bilbao tarde cinco horas sino que no se percibe demasiada urgencia en cumplir con el horario. Así, la llegada a las 13.10 se convierte en llegada a las 13.30 sin que haya demasiadas protestas ni demasiado malestar. Es un miércoles por la mañana y la verdad es que el vagón ha ido medio vacío durante casi todo el viaje, una o dos personas bajándose en Segovia, otras tantas en Valladolid y así sucesivamente en Burgos, Miranda de Ebro, Vitoria o Llodio. De hecho, cuando deje Bilbao, el tren seguirá hasta San Sebastián. Es, exactamente, el mismo que cogía hace doce años para ir a terapia a la calle Zubieta.

Como es un viaje largo, llevo el portátil para enviar artículos pendientes y, sobre todo, llevo el "Breaks of the Game" de David Halberstam. Es un libro mucho mejor de lo que esperaba. Se me anunció como un relato de la temporada 1979/80 de los Portland Trail Blazers y es muchísimo más: es, en realidad, un repaso minucioso, quirúrgico, por la década de los setenta en la NBA, esa década extraña de nuevos millonarios, cocaína y equipos sorpresa que se venían abajo de un año al siguiente. Por ejemplo, los propios Blazers.

Hay en cada partido, un recuerdo, una historia, un rival que merece análisis. Vengo de traducir un libro con Magic Johnson y Kareem Abdul-Jabbar de protagonistas y ahora me los encuentro vistos desde la distancia. Se agradece esa perspectiva. No solo ellos, claro: la tremenda historia de Kermit Washington, el díscolo Maurice Lucas -el mismo que jugaría en los Lakers en 1986 y se pelearía incluso con Pat Riley-, la nostalgia de los nombres perdidos: Walter Davis, Pete Maravich, Bill Walton... tantos y tantos jugadores difíciles de ubicar y que están en la memoria del aficionado pero de forma confusa.

Y, aparte, la prosa. Una prosa que no se escucha a sí misma. Inevitable recordar a Gay Talese, o, al menos, al Gay Talese de "Vida de escritor". La manera de ir de una cosa a la otra sin aparente dificultad y sin necesidad de buscar un nexo explicativo. Pasaba por ahí y la cámara decidió seguirlo. Todo bien. Me va a dar para dos artículos la historia, aunque probablemente alguien ya los haya escrito antes que yo. En fin, un buen libro. Un buen pasatiempo también para la vuelta, que se me hace aún más larga porque acabo antes con el ordenador y el retraso sobrepasa la media hora. Aunque el vagón está considerablemente más lleno, la gente vuelve a llevarlo con calma, ajenos a la guerra que se está dirimiendo ahí afuera.

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Aquí vendrían los apuntes sobre la guerra, pero soy un firme creyente en la prudencia. Por eso no comento los partidos en Twitter: el fragor de la batalla deja demasiados análisis rozando el ridículo. Sabemos que hace tres o cuatro meses, Ayuso tenía Madrid cogida del brazo y Casado encabezaba cómodamente las encuestas nacionales. Por qué han decidido tirarlo todo a la basura es lo que desconocemos. Ayuso es demasiado popular como para que esto no afecte a Casado. Génova -sea eso lo que sea- es demasiado poderosa como para dejarse vencer tan fácilmente.

Muchos hablan de las cremas de Cifuentes, pero si tenemos que ceñirnos a ese ejemplo, convendría recordar que con Cifuentes no empezaron con las cremas, sino con el famoso Master en la Rey Juan Carlos. Cuando, agonizante, consiguió salir de esa, fue cuando la remataron con las cremas. ¿Es esta comisión una cosa o la otra? Convendría saberlo. El problema de esta guerra es que es tan desigual en términos de opinión pública -Ayuso tiene a la prensa en su mano y, lo más importante, tiene al votante- que uno solo puede pensar que el otro lado se ha metido ahí porque entiende que puede equilibrar la balanza de alguna otra manera.

¿De qué manera? Rastreando desde 2004, cuando Isabel Díaz Ayuso entró en la sede de Moncloa-Aravaca. Tirando la cuerda hacia atrás de una manera que Ayuso no puede hacer con Casado o no con pruebas ni documentos. Porque, sí, los dos crecieron en política más o menos de la mano... pero uno tiene el archivo y la otra, no. Acabar con el aparato de un partido no es fácil. Se puede decir que lo consiguió Pedro Sánchez, pero Pedro Sánchez venía de ser el secretario general, no un líder local. Pedro Sánchez ya había ganado un Congreso cuando ganó el segundo. Veremos cómo se maneja Díaz Ayuso al respecto. De momento, como siempre, ha cogido la iniciativa y no la suelta. Quiere adelantarse siempre, lo que supongo que es un poco estresante, pero muy propio de una superviviente. Si derrotar al aparato de un partido no es fácil, tumbar a una superviviente puede serlo aún menos.

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El Rey Sol sigue sin dormir por las noches. Cuando intentemos ubicar el día en el que empezó a dormir con cierta normalidad, no será el 18 de febrero de 2022. Aguanta del tirón hasta las cuatro y media y entonces todo salta por los aires. El llanto, la intranquilidad, la necesidad de hacer cosas se mezclan con el lógico sueño. Se levanta la Chica Diploma y los dos van dando vueltas por la casa hasta que, ya a las seis, me levanto y le digo que se acueste, que yo me encargo. Estaban viendo a los "Pica Pica" en la televisión, vídeos de YouTube.

Hay algo desesperante en intentar dormir con un niño en casa que no duerme y no es tanto el número de horas en la cama sino el estado constante de tensión. No hay descanso, hay solo espera, incluso en sueños. Una alerta continua, imposible desconectar (como en Bilbao) y que de repente suene la alarma de las siete de la mañana. No, aquí, cada hora tiene su alarma, y te medio despiertas, compruebas que todo sigue en su sitio, verificas en qué cama estás durmiendo porque se te ha olvidado, te sorprendes de que la tregua esté durando tanto y vuelves a cerrar los ojos.

En ocasiones, la alerta se mete tanto en la cabeza, que oyes al niño llorar incluso cuando lo tienes delante, jugando, a las siete de la tarde. Es agotador. Cuatro trabajos y esto. Me gustaría decir que cuando piense en ello, me sorprenderá tanto instinto de supervivencia con tantos años, pero no tengo nada claro que vaya a salir de esta. No debería. Algo debería petar antes porque el ritmo es insano y lo peor es que el trabajo compulsivo acaba siendo lo más tranquilo, lo más seguro. Llegas a casa y te encuentras con LA CRIANZA. Y la crianza puede acabar con cualquiera, aunque, como dice siempre la Chica Portada cuando me quejo de estas cosas, "ah, haber elegido muerte".