Tenemos que volver a Madrid y por una serie de torpezas nos quedamos. Me siento un tigre enjaulado. La Chica Diploma me viene a decir que lo de ser un tigre quedará muy bonito en un blog pero que en la realidad soy un ser humano y jaulas, las justas. Tiene razón. "No deberías haberte metido en este lío", le digo y la abrazo. El lío soy yo. No digo el problema, digo el lío.
Tanto me quejo del tiempo que no tengo, que acabo en el Parque de Berlín con más tiempo del que me gustaría. El niño llora porque han eliminado a Jero de Pasapalabra. Yo lloraba cuando Chicho despedía cada temporada del Un, Dos, Tres y el plató se convertía en un almacén pidiendo polvo a gritos.
Peter Pan y Peter Panito, vaya tela.
En el Parque de Berlín solo hay runners y perros. A mi banco se acerca un señor de unos cincuenta años con bigote y me tiende un flyer de un concierto benéfico. "No, gracias", le digo, pero el hombre insiste: "También se puede donar sangre". "No, gracias, en serio", repito pero en realidad estoy a punto de levantarme, darle un abrazo y decirle: "No sé por qué te has metido en este lío".
El lío soy yo, no digo el problema.
Anochece y es un anochecer casi violento, como si la policía municipal estuviera esperando en la puerta. Yo soy el que se queda. El que tiene tiempo.
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La primera canción que suena en el New York Burger es "Thank you", de Dido, y yo tarareo el estribillo. El Niño Bonito me pregunta quién es y cuando le contesto, añado "es una canción bonita, ¿verdad?" y él asiente. Sí, es buena, coincide. "Buena, digo, no bonita", matiza al momento sin que yo tenga ni idea de en qué consiste para él la distinción.
Es curioso porque a mí no me parece especialmente buena, pero bonita un rato. Tanto que cuando Eminem la oyó intentó destrozarla y casi lo consigue. Eran los tiempos de Quiero TV y viajes al Bierzo. Cuando me decía: "Si vamos a caer, que sea a mi manera" y a los cinco minutos ya me habían noqueado tres veces.
El resto del hilo es un viaje sentimental desde "Creep" a "One" pasando por ese "I'm loving angels instead" que me propuse un mes de diciembre de 2005. Curioso aquel tiempo y el sentido de las oportunidades. Cada jugada era el anuncio de un gol y todos celebrábamos. Los porteros, ni que decir tiene, eran terribles.
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Obviamente, "Yesterday" no es más que un homenaje a esa inmensa anomalía que fueron los Beatles. Lo que viene a demostrar la película es que ese mismo argumento no se podría sostener con ningún otro artista contemporáneo. Mi padre podría no entender un mundo sin Frank Zappa pero a la vez sería consciente de su peculiaridad, incluso haría gala de ella.
En ese sentido, buscar más explicaciones o tratar de encontrar razones semióticas o incluso incoherencias históricas es absurdo. Una pérdida de tiempo. La cinta solo funciona en la clave de esos dos únicos seres sobre la tierra que recuerdan sus canciones y dan gracias por poder volver a escucharlas. Si no estás ahí, si no te emocionas al reconocer extractos de la suite final de "Abbey Road", la cosa se complica y lo que queda es la típica comedia británica de fidelidades, peterpanes y amistades/amores ingenuas/genuinas.
En qué momento el cine comercial británico se emparentó con el argentino, lo desconozco. Moralina (al menos en este caso) incluida.
Como toda historia parece tener que hacerse una pregunta y contestarla, es curioso que la de "Yesterday" sea si es mejor creer en tu talento y sacrificarlo todo o ser un profesor de vida más o menos mediocre. El guion se inclina hacia lo segundo pero hay ahí algo de trampa: ese mismo guion lo ha acabado dirigiendo Danny Boyle con un presupuesto de Hollywood.