lunes, mayo 13, 2019

Cómo cumplir cuarenta y dos años



Contra toda superstición, decidí celebrar mi cumpleaños tres días antes. Dicen que da mala suerte, pero total ya... Fue una celebración moderada, como todo a los cuarenta y dos años. Una celebración que hasta cierto punto chocaba con otras, más juveniles, que se vivían en la propia plaza de Olavide. Gente con planes que va y que viene y que te deja algo de cariño de por medio. Algunas raciones y, como mucho, vino.

Conviene decir que no siempre mis cumpleaños fueron así. De entrada, mis cumpleaños casi siempre fueron Las Vistillas y San Isidro por aquello de cumplir justo el día catorce, víspera de festivo en la ciudad donde nací. Aquellos cumpleaños eran algo... tardes larguísimas en Casa Tere, donde siempre acabábamos encontrando una mesa en la terraza, no sé muy bien cómo, y copeo con minis en La Champañería. En 2004, se nos murió Jesús Gil. En 2008, acabé con la chica más guapa del mundo desayunando churros en San Ginés. Hubo un año, incluso, justo al cumplir los treinta, en el que me dio por organizar una fiesta a lo Jay Gatsby que acabó en división de opiniones. Como celebración con los amigos, bien. Como concurso de popularidad, mejorable.

Era precisamente la época en la que decidí convertir mi vida en un continuo espectáculo ante el profundo desagrado de mi psicóloga. Conocía a demasiada gente y en vez de presumir de mí, me empeñé en presumir de ellos. Vaya error adolescente a una edad impropia. Reservé "El Naranja", un bar en Noviciado, y compré de antemano muchas más copas de las que pudimos consumir los que al final fuimos allí. En pocas palabras, no disfruté. Para los cuarenta -lección aprendida- quedamos en el barrio y limitamos la cosa a los más fieles, a los que de verdad importan.

Con todo, durante años, mi cumpleaños significó que iba a ver a mi padre. Creo que nunca faltó a la cita. Recuerdo que en 1989 lo celebramos con Mercedes en el Parque de Atracciones. Hay que decir que a mi padre lo del Parque de Atracciones no le hacía especial ilusión, pero lo hacía por mí y yo sabía que lo hacía por mí y así todos nos sentíamos bien. Me suena que era un sábado. Comimos fuera y vimos la penúltima etapa de la Vuelta a España y Fabio Parra atacó en Navacerrada y Perico Delgado casi pierde la carrera y a mí me entró un dolor de cabeza horrible que me acompañó después durante toda la tarde.

Aun así, lo intentamos, los dos. Tengo el recuerdo de que él se empezó a desesperar en algún momento porque yo no tenía ganas de subirme a ningún sitio, pero también es posible que ese recuerdo sea inventado o al menos exagerado. En cualquier caso, yo me sentía culpable y me he venido sintiendo culpable durante todos estos años y, sin duda, si tuviera la oportunidad de repetir un cumpleaños no sería el de la chica más guapa del mundo ni el del concurso de popularidad ni aquel en el que acabé en la cama de la Chica Langosta -sin la Chica Langosta- tarareando una cancioncita preciosa de los Cranberries que decía "21, today". Sería aquel en el que mi padre y yo vamos al Parque de Atracciones y nos lo pasamos de puta madre o al menos yo me lo paso de puta madre y él sonríe satisfecho, con el orgullo del deber cumplido.

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Por cierto, esta anécdota al final se ha quedado fuera del libro que he escrito para la Editorial Contra y que se llama "El chico que quería ser Gianni Bugno". Dicen que da mala suerte -todo da mala suerte, qué manía- anunciar estas cosas antes de que pasen pero en principio saldrá en 2020 y supondrá la vuelta a las librerías después de cinco años. Justo los que tiene mi hijo.

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No hay consenso acerca de qué pasará en las elecciones municipales y autonómicas. No en Madrid, al menos, que es donde vivo. Empiezo a pensar que el mismo "efecto Gran Hermano" que creo que benefició a Pedro Sánchez puede acabar beneficiando a Isa Díaz Ayuso. Ya saben: cuánto más se mete la gente con alguien, más probabilidades tiene ese alguien de ganarse la simpatía del público más o menos neutral. Es cierto que en este caso al menos sus contrincantes no han participado del escarnio sino que la cosa se ha quedado más bien en los periódicos y, sobre todo, en las redes sociales, pero puede influir.

En contra de Isa juegan su nula capacidad de comunicación pública y su escasa preparación para el cargo. A su favor, juega la historia, como cuando el Real Madrid se presenta en una final de Champions y, nadie sabe cómo, la gana. El PP lleva ganando elecciones en Madrid desde 1991 y gobernando desde 1995, concediendo que el "tamayazo" tuvo mucho que ver en esa continuidad. No voy a hacer pronóstico alguno porque ya ha quedado claro que yo no sé pronosticar nada y que si me encontrara con Carlos Sobera en la calle me diría "Juega, juega, juega" con los ojos fuera de las órbitas porque sabría lo que está haciendo, pero digamos que me cuesta ver a la izquierda ganar en Madrid comunidad y mucho más en Madrid capital.

Me cuesta porque los números de las generales no daban y porque, ya digo, los números de los últimos 24 años solo han dado dos veces y las dos con Aguirre como representante popular. Nadie moviliza a la izquierda como ella. Me cuesta, además, por una cuestión meramente estadística: contar con una candidatura -Madrid En Pie- que no va a llegar al 5% con lo que no tendrá representación... pero sí va a arrastrar a un 1-2% de posibles votantes de izquierdas hace que la derecha no solo tenga que perder sino perder por goleada. Y eso, sinceramente, como con el Madrid, me resulta casi impensable.