miércoles, febrero 11, 2015

La izquierda en los tiempos de la Casera-Cola



Hace una semana, Pablo Iglesias ya declaró a La Vanguardia su antipatía por "Doctor Zhivago", la novela escrita por Boris Pasternak, disidente ruso que fue obligado a renunciar al Premio Nobel en 1958, dos años antes de su muerte. En opinión de Iglesias, estábamos ante nada más que una representación de la visión estadounidense de la guerra fría, pura propaganda. Obviamente, solo había visto la película y no sabía muy bien de qué le estaban hablando pero hay gente que tiene a los enemigos siempre en la cabeza y le saltan como resortes. Este miércoles, Tania Sánchez, en El País, ve imperialismo estadounidense hasta en Fraggle Rock y reconoce que su padre no le dejaba ver "Sensación de vivir", donde además de americanos, los protagonistas eran ricos, consumistas y tenían nombres "ridículos" como Brenda o Brandon.

Hay que entender que lo ridículo de estos nombres para Tania es precisamente su origen anglosajón. No imagino otro motivo, la verdad, porque en sí no tienen nada de raro. Me pregunto en qué momento dejaron Iglesias y Sánchez de disfrutar de la vida y ver imperialismo en todos lados. Tuvo que ser una infancia difícil y sé de lo que hablo: en casa de mi padre no se compró una botella de Coca-Cola hasta que yo tuve unos quince años. Cuando me puse muy pesado, lo más que conseguí fue que trajera un engendro derivado de La Casera, que era un poco como la Kremlin-Cola que querían fabricar los tres agentes de la KGB que Billy Wilder nos regaló en "Uno, dos, tres".

Con todo, mi padre nunca dijo nada de Fraggle Rock y creo recordar que incluso alguna mañana veía "Melrose Place" porque a mi padre, además de los westerns y las películas de Charles Bronson le encantaban los culebrones. Como ven, era un antiamericano de lo más particular. En cualquier caso, a lo que iba: el cambio en España lo quieren liderar dos personas que parece que veían los dibujos animados con un manual de interpretación escrito por Marcuse. Es una pena, con la de jóvenes que hay dispuestos a colaborar en el cambio que necesita este país y nos han tocado dos que siguen en los tiempos de la Casera-Cola.

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Por cierto, la entrevista-reportaje sobre Tania Sánchez la firma Manuel Jabois. Creo que es un registro que le puede venir de maravilla, de hecho ya en El Mundo tenía aquello de "Personajes en sucio" que merecía mucho la pena. Eso sí, fichar a Jabois para que pase el día con Tania Sánchez es desperdiciar tiempo, dinero y talento. Jabois hace lo que puede, entre otras cosas filtrar lo de los Fraggle Rock. Supongo que a él le habrá dejado tan patidifuso como a mí pero en vez de decirlo tan indignado se limita a decirlo, que es mucho más efectivo. Eso sí, el personaje no da para más.

Anda estos días Jabois en boca de Esperanza Aguirre. Al parecer, le llama mentiroso por un artículo en el que afirmaba que la presidenta por antonomasia obligó a pedirle perdón de rodillas a uno de sus subordinados. La respuesta de Manuel ha sido contundente: no solo es verdad sino que es verosímil. Lo primero, por supuesto, por delante de lo segundo, pero acompañando. Aguirre, la que mandaba listas a los periódicos sobre qué consejeros de su propio gobierno merecían buen trato y cuáles merecían mal trato, la adalid del liberalismo que consigue una columna en un periódico mientras su partido infla a ese periódico a publicidad institucional...

Esperanza Aguirre, en definitiva, para qué seguir. Si Iglesias anda renovando la izquierda, Aguirre es la gran esperanza de la derecha. En medio, todos nosotros.

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La nueva casa tiene sus cosas: por ejemplo, la librería que me ha construido mi suegro. No están todos mis libros pero sí da como para rescatar a Nietzsche, Borges, Platón y Ortega, desterrados a Moralzarzal durante demasiados años. Creo que podría pasarme la vida releyendo a los cuatro, especialmente a este último. El olvido de Ortega, quizá por la apropiación que determinados políticos mediocres han hecho de su figura o los ataques que ha recibido por los del otro lado, los Gregorio Morán de turno, es uno de los grandes problemas del país. No ya en términos prácticos, porque usted puede dormir perfectamente cada noche sin pensar en Ortega y Gasset, estoy seguro de ello, sino intelectuales: al más grande filósofo español no se le enseña ni en su facultad.

De hecho, el olvido de Ortega llega hasta a los periódicos y no hay que olvidar que Ortega fue entre muchas cosas un enorme periodista, o, más bien, un enorme articulista. Su empeño en explicar las cosas, en hacerlas llegar a todo el mundo y no quedarse sin más en el círculo académico más formado, es un rasgo de estilo que se agradece y que tiene más que ver con el periodismo que con el ensayo propiamente dicho.

Ahora que todos los articulistas de talento miran hacia atrás y encuentran a Julio Camba, a Josep Pla o incluso el costumbrismo de un Mesonero Romanos, se echa en falta a alguien que quiera ser Ortega y Gasset, que quiera pelearse con la realidad y con el lector: ni agradarle con cuatro anécdotas bien escritas ni tratarle despectivamente con todo el cinismo del mundo. Yo he de reconocer que lo intenté en el que fue su periódico, El Imparcial, pero ni lo conseguí por una cuestión lógica de capacidad propia, ni desperté el más mínimo interés entre los lectores. Ser Ortega es demasiado aburrido, supongo. Mejor la enésima repetición de Umbral recordando sus borracheras.