lunes, febrero 23, 2015

Pablo Laso y el eterno descontento



Puede que el problema fuera que el aficionado madridista no se había dado cuenta de hasta qué punto su equipo se había vuelto irrelevante. Desde 1995, año de la marcha de Sabonis, coincidente con la última Copa de Europa, hasta 2012, cuando Messina y Molin dejan el club, el Real Madrid de baloncesto ganó tres ligas -una con Scariolo, otra con Maljkovic y una tercera con Plaza-, ninguna Copa del Rey y apenas se asomó dos veces a las semifinales de la Final Four, con contundentes derrotas. En ese período en el Madrid jugaron grandísimas estrellas y entrenaron los mejores técnicos del mundo, desde Zeljko Obradovic a Bozidar Maljkovic pasando por Sergio Scariolo o el propio Ettore Messina. Nadie pudo reflotar la nave más allá de títulos muy puntuales y sin continuación.

De hecho, cuando Messina se fue del equipo a mitad de temporada por enfrentamientos directos primero con Garbajosa y luego con Felipe Reyes, el club era un solar. Críticas constantes, un entrenador de paja, una clasificación agónica para la Final Four donde el Maccabi les pasó por encima, y constantes derrotas contra el Barcelona cuando no llegaba el Bilbao o el Caja Laboral de turno y se adelantaba. La llegada de Laso fue recibida con el escepticismo que siempre levanta un entrenador de "perfil bajo". Paró el traspaso -ya acordado- de Sergio Rodríguez, pidió a Felipe Reyes que no se buscara equipo y le dio a Sergi Llull los galones de base puro, frente a la mofa general que criticaba constantemente sus "mandarinas" y su caótica dirección de juego.

De eso hace solo tres años y medio. En el camino, sin contar Supercopas, que no son sino torneos de verano, el Madrid ha ganado tres Copas del Rey, una liga y ha llegado a dos finales de Euroliga. No solo eso, ha jugado el mejor baloncesto que yo recuerdo desde la Yugoslavia unida de Petrovic, Kukoc, Radja y Divac. Un baloncesto de equipo, sin estrellas, veloz, de alta anotación y fuerte defensa... un baloncesto histórico al que se le exigen títulos que nadie consiguió en los veinte años anteriores.

La típica contestación que recibo a este entusiasmo por Pablo Laso es que ha tenido plantillas maravillosas. Es cierto. El Madrid siempre ha tenido plantillas maravillosas. Ha tenido a Arlauckas, a Bodiroga, a Herreros, a Djordjevic, a Bullock... Las plantillas son más o menos buenas según el uso que haga de ellas el entrenador. Ignorar eso es absurdo. Si se compara la plantilla de 2013 con la que tenía Messina en 2012 no hay tantas diferencias, solo una: los buenos jugaban. Y jugaban con confianza. Y cuando fallaban, seguían en el campo y volvían a intentarlo. Dicen que es la mejor plantilla de Europa pero yo no sé qué significa eso. Sí es probablemente la plantilla con mayor confianza en sus posibilidades. Aparte de los fichajes de Rudy y de Bouroussis, quizá el de Ayón este año, es una plantilla incluso barata para lo que fue el esplendor turco-griego de los años pasados: una colección de Pocius, Carrolls, Dardens, Drapers, Begics, Mejris, Rivers, Campazzos, Slaughters, etc.

Me van a disculpar, pero eso no es un "dream team". Solo puede parecerlo cuando cada uno hace exactamente lo que debe dentro de un engranaje perfecto. Si me quieren convencer de que eso no es mérito del entrenador, lo siento, pero no lo van a conseguir.

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Leo una columna deportiva en un periódico nacional. Está bien escrita. La verdad es que nuestra generación ha salido bastante apañada. Sin embargo, hay algo que me molesta y que no es culpa del autor en concreto: la consagración de un columnismo que consiste en muchas citas ingeniosas y dos o tres anécdotas por artículo. Al autor, de hecho, prácticamente no se le ve entre tanto golpe de efecto. Es un periodismo atractivo y necesario, pero que no puede copar los medios. No puede ser todo una eterna cita ingeniosa porque entonces ¿qué queda del ingenio propio?

Echo de menos la sangre, la vida... Incluso Arcadi Espada, con todas las diferencias que hemos tenido, mantiene ese punto de "yo aquí me mojo y me mojo a lo bestia, con mis palabras, sin metáforas, sin subterfugios". Cuando cita no lo hace porque queda bonito, sino porque corrobora sus tesis. Ojalá hubiera más Arcadis y menos estetas. Un justo equilibrio, al menos. Un columnismo con sangre, una literatura con sangre... y que esa sangre sea propia, claro,

A este tipo de columna se le ha venido a llamar "costumbrista" y viene de todo ese rollo Pla-Umbral-Camba del que hablaba el otro día. Puede ser. A mí me recuerda un poco a las primeras novelas de Loriga y ese punto casi musical, de letra de canción que no sabes bien lo que quiere decir pero suena de maravilla y te quedas con una sonrisa en la boca. Insisto, sonreír es bueno, pero no basta. Quiero vida y rabia, si es preciso. Inteligencia, por supuesto. No ironía ni pose, inteligencia. Que me descubran un mundo presente y no me lo llenen de pasado. Eso quiero, pero desgraciadamente no está de moda.

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Le comento a la Chica Diploma durante el desayuno que me siento olvidado. Si se fijan, es la culminación de la decadencia y ya puedo descansar tranquilo: sentirse olvidado cuando nadie te recordó nunca. Esto de la estética me está matando, porque la estética, ojo, nos mata a todos y no quiero salirme yo del cuadro. La incómoda sensación de que te están adelantando, que ha llegado ese punto en tu vida en el que quizá tocaste techo, aunque nadie se enterara, y ahora solo queda ver cómo los demás suben y tú bajas.

También puede que no sea verdad, que esa sensación no sea sino otra muestra de eterno descontento a lo Pablo Laso: jugamos bien, muy bien incluso, conseguimos cosas que no habríamos soñado en la vida pero nos quedamos a una prórroga de la Copa de Europa y ahora a ver cuándo se presenta de nuevo la oportunidad.

No puedo decir que no las haya tenido ni que haya renunciado a aprovecharlas. Simplemente, las cosas no salieron bien. Para un ludópata eso es difícil de aceptar porque un ludópata siempre está intentando recuperar las pérdidas de algo que en realidad no ganó nunca. No sé, es todo tan raro. Me dice María Alcaraz que necesito a alguien que me diga lo bueno que soy antes de que me pierda por completo. Tiene razón, al final es todo una cuestión de ego. Aun así, le insisto a la Chica Diploma: "Si yo tuviera dinero, dinero de verdad, esto no me supondría ningún problema: escribiría en mi blog, daría alguna clase de inglés y me dedicaría a haceros felices a ti y al Niño Bonito".

"Ya nos haces felices", contesta ella y quizá, ya digo, el asunto es ese: ya publiqué mis libros, ya me siguieron miles de personas en redes sociales, ya firmé en la Feria, ya conseguí a la chica de mis sueños, una chica preciosa que me quiere con locura. Tuve un hijo y no necesité ni matar al padre porque el padre murió solo. ¿Qué nos cabe esperar, cómo motivarse ? Hice lo que tenía que hacer y lo hice a mi manera. Ahora quedan cuarenta años por delante sin saber muy bien dónde ubicarme.