Sumidos en el entusiasmo agitador de la derrota de Sarkozy,
los medios han dado una importancia al resultado electoral francés que eclipsa
el verdadero problema europeo, es decir, Grecia. Lo que ha pasado en Francia
tendrá que evaluarse según vayan llegando las decisiones de su nuevo
presidente, pero, en principio, no se escapa a la rutina de los últimos cuatro
años: si estás en el Gobierno, pierdes; si estás en la Oposición, ganas. De
hecho, que Sarkozy haya perdido con casi el 49% de los votos es incluso
meritorio y no debería dormirse en los laureles Hollande con solo un respaldo
del 51% en una segunda vuelta, teniendo en cuenta la que está cayendo en
Europa.
Si lo de Francia es importante por lo que tiene de posible
–aunque improbable- giro de la política económica europea y la relevancia del
país en cuestión, lo de Grecia sí marca una tendencia preocupante. El “quítate
tú para ponerme yo” está muy visto, pero el auge del populismo, como he dicho
en numerosas ocasiones en estas columnas, sí es un peligro, porque el populismo
en sus distintas versiones hizo del siglo XX un horror de millones de muertos y
acabó con la democracia en media Europa.
En Grecia, como en casi todos los demás países occidentales,
ha funcionado siempre el bipartidismo: un partido presuntamente conservador con
ideas muy poco originales se alterna en el poder con un partido presuntamente
progresista con ideas más o menos peregrinas y entre unos y otros pues se
reparten todo lo repartible. Les suena la historia, ¿verdad? En apenas tres
años, esos dos partidos –Nueva Democracia y PASOK- han conseguido pasar del
77,39% de los votos al 32,03%. En serio, leen bien. Uno puede pensar “eso nunca
pasará en España” y viendo lo que ocurrió en Andalucía igual tiene razón, pero
conviene mantenerse en guardia.
Que los griegos hayan votado mayoritariamente al partido que
falseó las cuentas en el gobierno y les llevó al borde del precipicio ya es un
ejercicio difícil de comprender, pero obviamente lo que nos llama a todos la
atención es la aparición de terceros partidos que abrazan el radicalismo o
incluso el nazismo de forma abierta. Ese es un peligro muy grave y no basta con
decir “es que los griegos son gente rara e insensata”. No. Es la reacción de un
pueblo que se ha visto gobernado por mangantes e inútiles durante demasiados
años, que ha hecho de ese mangoneo una forma de vida y que de repente se
encuentra sin futuro.
El problema no es cuestionar los grandes partidos, como le
dice Rajoy a Rosa Díez cada vez que tiene ocasión. El problema es la enorme
irresponsabilidad de esos grandes partidos, que se están moviendo en un cutre
despotismo ilustrado de verbena. El problema es que se empeñen en falsear
cuentas, desviar déficits, obviar la corrupción, dedicarse a insultar al contrario
en vez de gestionar lo propio, recortar lo ajeno mientras se mantienen
embajadas autonómicas, sueldos de asesores a dedo o que los miembros de sus
ejecutivas pasen a asesorar millonariamente a empresas privatizadas por ellos
mismos.
Aeropuertos de Castellón, Terras Míticas, Cajas de Ahorro…
No solo han dejado el país tiritando –unos y otros- sino que nadie es capaz de
salir a pedir perdón y decir “ha sido culpa nuestra”. No, mejor apelar a la
culpa colectiva y al castigo colectivo.
La mediocridad en democracia es muy peligrosa. Mucho más
peligrosa que un montón de gente levantando las manitas y pidiendo buen rollo.
Una democracia gobernada por corruptos e inútiles, gente que no ha salido jamás
de la disciplina del partido y que llega donde llega por su capacidad de
peloteo y conformidad, es decir, por su nulidad, es una bomba de relojería.
Cuando las cosas van mal, aparecen los Le Pen y los neonazis griegos o los
bolcheviques más totalitarios para imponer orden. Y la gente querrá orden. ¿No
se supone que el orden, la austeridad, la contundencia policial es lo que
necesita este país? Pues ellos ofrecerán dos tazas.
Y, si PP y PSOE, o pongan los nombres que quieran, siguen
mirándose el ombligo y colocando a sus familiares a salvo, expoliando una y
otra vez lo público, se encontrarán con que un día habrán perdido el 40% de sus
votos y no sabrán cómo y alertarán contra el populismo, porque el populismo,
quiero dejar esto claro, no es mejor que el PP y el PSOE, sin darse cuenta de
que, cuando pudieron pararlo, ellos estaban repartiéndose consejerías y acumulando
asesores y coches oficiales.
Artículo publicado originalmente en el periódico El Imparcial dentro de la sección "La zona sucia"
Artículo publicado originalmente en el periódico El Imparcial dentro de la sección "La zona sucia"