martes, mayo 08, 2012

No es Hollande, es Grecia



Sumidos en el entusiasmo agitador de la derrota de Sarkozy, los medios han dado una importancia al resultado electoral francés que eclipsa el verdadero problema europeo, es decir, Grecia. Lo que ha pasado en Francia tendrá que evaluarse según vayan llegando las decisiones de su nuevo presidente, pero, en principio, no se escapa a la rutina de los últimos cuatro años: si estás en el Gobierno, pierdes; si estás en la Oposición, ganas. De hecho, que Sarkozy haya perdido con casi el 49% de los votos es incluso meritorio y no debería dormirse en los laureles Hollande con solo un respaldo del 51% en una segunda vuelta, teniendo en cuenta la que está cayendo en Europa.

Si lo de Francia es importante por lo que tiene de posible –aunque improbable- giro de la política económica europea y la relevancia del país en cuestión, lo de Grecia sí marca una tendencia preocupante. El “quítate tú para ponerme yo” está muy visto, pero el auge del populismo, como he dicho en numerosas ocasiones en estas columnas, sí es un peligro, porque el populismo en sus distintas versiones hizo del siglo XX un horror de millones de muertos y acabó con la democracia en media Europa.

En Grecia, como en casi todos los demás países occidentales, ha funcionado siempre el bipartidismo: un partido presuntamente conservador con ideas muy poco originales se alterna en el poder con un partido presuntamente progresista con ideas más o menos peregrinas y entre unos y otros pues se reparten todo lo repartible. Les suena la historia, ¿verdad? En apenas tres años, esos dos partidos –Nueva Democracia y PASOK- han conseguido pasar del 77,39% de los votos al 32,03%. En serio, leen bien. Uno puede pensar “eso nunca pasará en España” y viendo lo que ocurrió en Andalucía igual tiene razón, pero conviene mantenerse en guardia.

Que los griegos hayan votado mayoritariamente al partido que falseó las cuentas en el gobierno y les llevó al borde del precipicio ya es un ejercicio difícil de comprender, pero obviamente lo que nos llama a todos la atención es la aparición de terceros partidos que abrazan el radicalismo o incluso el nazismo de forma abierta. Ese es un peligro muy grave y no basta con decir “es que los griegos son gente rara e insensata”. No. Es la reacción de un pueblo que se ha visto gobernado por mangantes e inútiles durante demasiados años, que ha hecho de ese mangoneo una forma de vida y que de repente se encuentra sin futuro.

El problema no es cuestionar los grandes partidos, como le dice Rajoy a Rosa Díez cada vez que tiene ocasión. El problema es la enorme irresponsabilidad de esos grandes partidos, que se están moviendo en un cutre despotismo ilustrado de verbena. El problema es que se empeñen en falsear cuentas, desviar déficits, obviar la corrupción, dedicarse a insultar al contrario en vez de gestionar lo propio, recortar lo ajeno mientras se mantienen embajadas autonómicas, sueldos de asesores a dedo o que los miembros de sus ejecutivas pasen a asesorar millonariamente a empresas privatizadas por ellos mismos.

Aeropuertos de Castellón, Terras Míticas, Cajas de Ahorro… No solo han dejado el país tiritando –unos y otros- sino que nadie es capaz de salir a pedir perdón y decir “ha sido culpa nuestra”. No, mejor apelar a la culpa colectiva y al castigo colectivo.

La mediocridad en democracia es muy peligrosa. Mucho más peligrosa que un montón de gente levantando las manitas y pidiendo buen rollo. Una democracia gobernada por corruptos e inútiles, gente que no ha salido jamás de la disciplina del partido y que llega donde llega por su capacidad de peloteo y conformidad, es decir, por su nulidad, es una bomba de relojería. Cuando las cosas van mal, aparecen los Le Pen y los neonazis griegos o los bolcheviques más totalitarios para imponer orden. Y la gente querrá orden. ¿No se supone que el orden, la austeridad, la contundencia policial es lo que necesita este país? Pues ellos ofrecerán dos tazas.

Y, si PP y PSOE, o pongan los nombres que quieran, siguen mirándose el ombligo y colocando a sus familiares a salvo, expoliando una y otra vez lo público, se encontrarán con que un día habrán perdido el 40% de sus votos y no sabrán cómo y alertarán contra el populismo, porque el populismo, quiero dejar esto claro, no es mejor que el PP y el PSOE, sin darse cuenta de que, cuando pudieron pararlo, ellos estaban repartiéndose consejerías y acumulando asesores y coches oficiales.

Artículo publicado originalmente en el periódico El Imparcial dentro de la sección "La zona sucia"