Yo siempre he parecido un listillo. Eso lo sé. Una amiga de una amiga me llamaba "smart-ass", que viene a ser eso: listillo. Apenas me conocía pero me caló. No sé si es bueno parecer un listillo, diría que no. Si ser listo suele acarrear problemas, parecerlo es terrible, porque todo son expectativas. Con toda honestidad, afirmo aquí que a mí siempre me hubiera gustado ser el tonto. El tonto tiene muchas más ventajas, de entrada ese momento de duda y súbita admiración en el que la chica dice: "Vaya, pues no es tan tonto".
Para adelantarse hace falta estar detrás.
En fin, iba por el rollo de las expectativas y el lugar donde te colocas. Ya saben que todo este blog en el fondo no es más que una terapia psicoanalítica. Luego lo leo e intento saber quién soy. Mucho más importante: intento adivinar quién quiero hacerles creer que soy. A veces, ya digo, me empeño en parecer tan listo que la decepción es inevitable y cada propuesta nueva me resulta inmerecida (sí, hay propuesta nueva pero no puedo desvelarla). A veces, sin embargo, llega José María Albert de Paco y me hace sentir algo así como el "punching ball" de su talento.
Y es una sensación maravillosa.
Una sensación de Sancho en su ínsula Barataria. Sí, de tener que elegir elegiría Sancho y díganme si
este señor no se merece que crea todo lo que él diga.