miércoles, enero 21, 2015

Ciutat Morta



Lo terrible de "Ciutat morta" es la deshumanización. No es nada nuevo, por supuesto, pero eso no la hace más aceptable. Como era de esperar, ya han salido unos cuantos a contradecir la versión del documental acusándolo de tendencioso: solo se recoge el testimonio de una parte y esa parte no aporta grandes pruebas al respecto de la inocencia de los detenidos. De hecho, después de ver el documental, lo que impresiona es la falta absoluta de pruebas en ningún sentido, algo que quizá invitaría a pensar en el archivo del caso o al menos en la presunción de inocencia, nunca en prisión preventiva de dos años y sentencias larguísimas para al menos cuatro de los detenidos, una de los cuales se suicidó en 2011.

Es posible que Patricia Heras acabara en el Hospital del Mar aquel 4 de febrero de 2006 por haberse caído de una bicicleta borracha junto a un amigo y es posible que efectivamente se hubiera peleado con la policía y les hubiera lanzado una valla a modo de agresión. Las dos cosas son posibles pero solo una es verdad, la otra es mentira. El documental da por sentada la versión de las amigas de Patricia y la de la propia Patricia igual que el juez decidió dar por sentada la versión de los mossos que aseguraron verla con su característico corte de pelo a cuadros. De nuevo la deshumanización, la reducción del individuo a un peinado. La diferencia es que el periodismo puede permitirse lujos que la justicia en ningún caso debe arrogarse.

Algunos de los relatos no son consistentes, en eso puedo estar de acuerdo, pero es raro que años después, los condenados ya liberados por un delito sigan luchando por demostrar que ese delito no existió. De acuerdo, esta es solo una argumentación subjetiva y no prueba nada, pero, ¿qué quieren que les diga? Es raro.

Forma parte esta rareza del ambiente que rodea a la seguridad en Barcelona desde hace años. Las agresiones constantes y los vídeos lacerantes de torturas manifiestas. Todos los superiores que han seguido ascendiendo desde entonces, satisfechos y orgullosos. El tópico. Lo que nos duele a los que defendemos un sistema basado en la democracia liberal y el estado de derecho es la colección de tópicos que rodea el caso y que nos remite a la Argentina de Videla o al Chile de Pinochet. La obviedad del prejuicio, la impunidad del poderoso, el hostigamiento del "outsider"...

Eso, en el fondo, es también deshumanización. Cualquiera podría haber sido uno de esos chicos, o cualquiera creíble, al menos.

También es un ejemplo, y me extraña que determinados analistas no lo recojan, de la peligrosa endogamia catalana, esa "casta", que diría aquel, que se ha ido formando con los años y que es aún más asfixiante que la madrileña, que ya es decir. Los nombres de Clos, de Hereu, de Martí apareciendo cada tres por cuatro en la narración, la manera en la que el PSC ha estado mirando a otro lado durante años y años ante la brutalidad policial en su ciudad emblema cuando no participando activamente en su ocultamiento. Luego, los partidos se hunden y nos sorprendemos. Más de la mitad de los censados se queda en casa cuando hay que elegir alcalde y hablamos de "desafección", sin más.

Leo que ERC ha pedido el cese de Víctor Gibanel, uno de los señalados por el documental como artífice del montaje que habría rodeado la detención y encarcelamiento de los chicos del 4-F. Lo de ERC me fascina: son capaces de apoyar un tripartito en Barcelona durante lustros y luego indignarse porque en el casino se juegue. Son capaces de apoyar un gobierno presidido por el número dos de Pujol y con Felip Puig, el jefe de los mossos cuando el 15-M y tantas otras actuaciones desproporcionadas, como consejero, y a la vez sondear el voto antisistema, si es que eso existe.

Toda la política española está trufada de aquel chiste de "Amanece, que no es poco", en el que la Guardia Civil perdía las elecciones pero las ganaba la secreta. "Que somos nosotros también, menos el cabo Fermín", aclaraba después Saza, en un remedo de aquella viñeta de Hermano Lobo en el que un orador pedía al pueblo elegir entre los políticos o el caos. Lo fascinante de la política catalana es su capacidad para creerse -y en ocasiones, supongo, hacer creer- que ellos son distintos y que todo eso viene de fuera. El escándalo del 4-F, tal y como se retrata en el documental, es un filón político, pero, como siempre, todos están en el ajo. Todos menos Ciutadans y las CUP, por no hablar de Guanyem, que aún no sabemos ni quiénes son.

Lo normal, y así lo reflejan las encuestas, es que estos partidos acaben protagonizando un "sorpasso" espectacular y los tertulianos seguirán mirando las cifras del paro para intentar explicar qué demonios pasa en este país.