Obviamente, he estado de vacaciones, un poco alejado de todo. 45 kilómetros alejado, exactamente, con intervalos. ¿Qué se hace en el chalet? Lo menos posible. Se lee a Martin Amis y a Ian McEwan, se mira la pista de tenis con melancolía, se deja el móvil en silencio. En las mejores tardes, reaparece Irene Uceda y nos vamos a tomar algo a la Plaza de Toros de Moralzarzal, convertida en una especie de centro comercial redondo.
Hablamos de cuando éramos jóvenes y todo eso. En un momento dado, pensé lo siguiente: "Cuando me cure, lo primero que haré será ir a Nueva York y lo segundo será celebrar que hemos ganado el Mundial". Ahora pienso que lo primero que haré cuando me cure -y mi fisioterapeuta dice que no queda tanto- será tomarme unas vacaciones, en general.
Mientras tanto, excursiones a Madrid para ver a los chicos y ver a Lichis en Costello, desde las escaleras de arriba, todo absolutamente reventado. Tardes sueltas de Olavide y noches en bares extraños con gente francamente extraña. Borrachos estivales. Aparte de todo esto, corregir la novela. Corregir una novela no es algo realmente duro. Pequeñas cuestiones de estilo y de contenido y un montón de dudas que al final no se solucionan porque no hay manera de solucionarlas.
Un libro bien escrito, con muchísimos momentos memorables y una apabullante falta de organización, como casi todo lo que hago. Mucho talento sin encauzar.
Lo jodido de corregir tu libro es saber todo lo que viene detrás, porque sí, el libro es mejorable pero es bueno; incluso yo sé que es bueno, pero tienes la sensación de que igual eso no sirve para nada. Que vas a tener que vender la mercancía en doscientos mercados con sonrisas y buenas palabras para ver si tienes suerte y en algún lado lo compran. Que es posible, incluso, que todo este esfuerzo resulte completamente baldío: el año y medio de escritura, los meses de correcciones y los futuros meses de mercadeo. En serio, da pánico.
Pero en eso consiste la vida en el chalet, en vencer el pánico. Por la noche vemos "Brüno" o "After" y a veces nos reímos y a veces no. Esta noche bajo a la Verbena de la Paloma y el lunes me voy al Festival de Cortometrajes de Humor de Tarazona, donde han seleccionado el corto. Y luego dejar agonizar el verano aquí, entre salamanquesas -sorprendentemente, se dice así, y no "salmantinas" ni "charras"- y partidos de la Premier.
La fiesta del aguafiestas
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[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:05]
Buenas noches. Mi aguafiestismo profesional me obliga hoy a la tarea,
ciertamente desagradable, de arremete...
Hace 1 hora