domingo, enero 31, 2010

Federer se hace con su "sweet sixteen"


Las crónicas se llenan de halagos a la profundidad de su derecha, a la regularidad -por una vez- de su revés, o incluso a sus subidas a la red para acabar los puntos. Todo eso estuvo ahí, claro. No se gana en tres sets a Andy Murray en pista rápida sin ser agresivo y acabar las jugadas. Sin embargo, dejarlo ahí no sería justo. La final del Open de Australia 2010 demostró otra cosa: cuando está centrado y con ganas, Federer puede llegar a ser el mejor defensor del circuito ATP.

Me explico: en Eurosport -sinceramente, paso de Nico Abad y sus comentarios de graciosete de barra- comentaban que Murray no estaba sacando igual que contra Nadal. Solo era en parte cierto. El problema no estaba solo en que el escocés no conectara suficientes primeros servicios sino que, incluso cuando lo hacía, la bola volvía casi en la línea. Pelotas imposibles que Federer devolvía a base de colocar la raqueta intuyendo la dirección, como un portero ante un penalti, aprovechando la velocidad y la fuerza con la que llegaban.

En Wimbledon 2009 pasó algo parecido. Aquel día Roddick sacó mejor que nunca en su vida. Aun así, hizo unos 25 aces menos que el suizo. ¿Razón? No supo defenderse igual de bien.

Cada vez que Murray quiso tomar la iniciativa -y no fue algo muy frecuente, su táctica de "pasabolas" fue impropia de la final de un Grand Slam- se encontró con un muro. A un ángulo abierto le respondía otro más abierto, a una bola profunda y ajustada le respondía otra cortada pero colocadita para que el británico no pudiera rematar el punto. Realmente, así a uno se le quitan las ganas.

Tengo un vago recuerdo de los primeros años de Federer, los primeros años triunfales, me refiero. Me impactó la final ante Lleyton Hewitt en el US Open 2004, cuando Hewitt era aún uno de los tres mejores del mundo. Le metió dos 6-0 y se quedó tan tranquilo. Nunca, en mi vida, había visto tal superioridad y tal belleza en una pista de tenis. El problema de tanto título y tanta final y tanto record es que se nos va a olvidar lo maravillosamente bien que juega Federer al tenis, el estilo en cada golpe. Cierto es que Nadal ha demostrado ser un excelente antagonista durante años, una especie de Deportivo de la Coruña que siempre se le atragantaba al Madrid, pero los datos son los que son: en los dos últimos años de Federer, que todo el mundo ha considerado como "regulares", el suizo ha jugado las mismas finales que Rafa en toda su carrera.

El debate Nadal-Federer no es justo para ninguno de los dos. Si uno mira el número total de títulos y la calidad del juego, Nadal parece un jugador mediocre y no lo es, ni mucho menos. Desde 2004, Federer ha ganado 16 grandes, Nadal ha ganado 6 y los demás han ganado como mucho uno por raqueta. Eso quiere decir algo. Por otro lado, si uno mira simplemente los enfrentamientos personales -la inmensa mayoría sobre tierra batida- parecería que Federer es un jugador menor incapaz de imponerse al único rival decente que ha tenido en estos años.

Simplemente, sobre tierra batida, Nadal es el mejor jugador de la historia. En las demás superficies, lo es Federer. Disfrutemos de los dos como ellos disfrutan de su competencia. No se volverá a repetir en décadas.