sábado, noviembre 02, 2019

In-Edit Madrid 2019. II. Suede. The Insatiable Ones


Justo antes de que se apaguen las luces, dos chicos y una chica reflexionan sobre la crisis de los cuarenta y lo difícil que se les está haciendo. Es normal. Casi todos los que escuchábamos a Suede a mediados de los noventa en plena postadolescencia de FIB y Maravillas rondamos ahora mismo esa edad. No sirve de alivio ver en qué ha quedado Brett Anderson, que sigue guapo, elegante, con un marcado aire Bowie, sin duda, pero que no deja de tener 52 años, que se dice pronto. Su "then and now" es tremendo: de flequillo mod, maquillaje y camisetas de tela trasparente a flemático señor inglés de clase alta que se explica desde su mansión.

Otra cosa es Justine Frischmann, que a los 50 recién cumplidos se sigue negando a parecer una señorita, mucho menos una señora. Justine con las piernas recogidas explicando el desastre que era Suede en los primeros años y la frustración que poco a poco se fue filtrando en el grupo ante la falta de oportunidades. Para entender la relación entre Justine y Brett, para entender en general todo lo que son estos primeros años de Suede intentando hacerse un sitio entre tanto aspirante a "Cool Britannia" -como dice Ricky Gervais, manager ocasional del grupo antes de la explosión, "el Brit Pop viene a ser algo así como Noel Gallagher y Tony Blair dándose un apretón de manos"-, ya tenemos el magnífico "Mañanas negras como el carbón" de la Editorial Contra.

Lo que sí hace este documental es recordarnos qué buenísimos eran Suede en sus primeros años de euforia. Qué enorme compositor era Anderson y qué bien supo rodearse hasta que la autodestrucción y las drogas pudieron con él y con todo lo que le rodeaba. Qué buenísimo era el primer disco y qué bien hicimos Dani y yo en escuchar mil veces aquel "Coming up" que compramos juntos en Madrid Rock las navidades de 1996. Los años de la euforia. El grupo de "Pantomime Horse", el del "Sweet FA to do today" impregnado del espíritu "So young" para culminar en obras maestras como "Trash", "The beautiful ones", "Saturday night" o la menos conocida "Picnic by the motorway".

A partir de ahí, ya digo, la debacle. Enfermedades y adicciones. Amistades rotas. Creo que el tiempo no ha hecho justicia con Suede y que está bien que Anderson lleve tres años haciendo todo lo posible por mantener viva la llama. Se le nota atormentado, arrepentido, en una continua disculpa que le cuesta más expresar en voz alta que por escrito. Tal vez esta parte de aceptación es la que más larga se hace porque a nadie le gusta ver un cadáver descomponiéndose. Dos horas de documental son muchas y también la parte del "Dog Man Star" podría acortarse un poco, pero entonces supongo que no se podría contar todo lo que quieren contar sobre Bernard Butler, que igual tampoco hacía falta extenderse tanto. Choca la falta casi absoluta de referencia al entorno cuando el entorno estaba arrasando en medio mundo. Ni una mención a Oasis, ni una mención a Blur -solo aparece un tal "Damon" en boca de Frischmann- ni una mención a Pulp, Supergrass, Echobelly o siquiera Elastica. Salen los Auteurs, eso sí.

Una cierta autocomplacencia, todo hay que decirlo. Suede era un grupo especial y era un grupo muy bueno, pero si acabaron juntando un minuto de "lalalalás" en uno de sus singles más famosos no fue por casualidad. Igual convendría haberlo aclarado.

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Cuando acaba el documental sobre Michael Hutchence nadie aplaude en la sala y es difícil entender por qué. Es una película hermosa y dura, retrato perfecto de un personaje constantemente perdido. No hay nada en Hutchence de la arrogante estrella del rock novio de supermodelos. Lo que vemos es un chico con sonrisa tímida, con voz nerviosa y con unas ganas terribles de impresionar a los demás con sus supuestos conocimientos intelectuales. Cocteau y Camus. Se hace poco hincapié en la trayectoria musical de INXS pero creo que eso es un acierto porque con saber que eran de esas bandas que se medían con U2 en los ochenta y primeros noventa, creo que basta. Como mucho, eché de menos "New sensation" y sobre todo, la magnífica "Suicide blonde", pero eso habría sido rizar el rizo.

Además, el documental no lleva el nombre de INXS en ningún lado sino el de Hutchence y en ese sentido el material es impresionante: vídeos privados del cantante, de su familia, de Kylie Minogue, de Helena Christensen... y siempre, siempre, ya digo, la misma media sonrisa, entre pícara y resignada, del que no sabe si debe molestar o no. Aunque se explica a la perfección el cambio de carácter de Hutchence tras su incidente con un taxista en Copenhague, no se entra a degüello en las consecuencias de su depresión y su caída en las drogas junto a su última pareja, la presentadora Paula Yates.

El gran momento del documental, el que hace que todo cobre sentido, es cuando sale a entregar el premio a mejor vídeo en los Brits y tras leer el nombre de Oasis, levanta el puño en señal de alegría, de pertenencia, de "hey, estos son los míos"... todo para que Noel le despache con un despiadado "the have-beens should not be giving awards to the gonna-be´s" que le deja humillado delante de medio mundo de la música y le recuerda que a sus 36 años -sí, solo 36- no es más que una reliquia del pasado.

Y a partir de ahí, la cuesta abajo. Aquí el documental, ya digo, es un poco tramposo, porque parece aceptar que lo que vivieron Yates y Hutchence fue una caza de brujas por parte de Bob Geldof y el "establishment" de la prensa y las élites británicas. No, a ver, puede que Geldof estuviera dolido por la pérdida de su mujer a manos del gran sex symbol de su generación -o más bien la siguiente-, pero los datos son los que son: Yates y Hutchence eran unos drogadictos, no estaban capacitados para cuidar a su propia hija y menos aún a las dos que compartían Yates y Geldof y sus continuos estados depresivos fueron la única razón por la que el cantante de INXS apareció colgado en su habitación de hotel con 37 años mientras su pareja le sobrevivía solo tres años más antes de morir de una sobredosis.

De hecho, fue Geldof el que, sin necesidad alguna, recogió a la pequeña Tiger Lily Hutchence, le dio un hogar junto a sus hermanas de madre e incluso la adoptó legalmente para darle su apellido y parte de los derechos a su extensa fortuna. Esa parte, curiosamente, no se menciona. Tal vez la familia de Geldof estuviera entre el público y por eso le negaron el aplauso. Incluso en ese caso, habría sido algo mezquino.