lunes, marzo 24, 2014
La crisis y el periodismo de barra de bar
Si usted quiere venderme algo tendrá que ser algo que me interese. Si no, sinceramente, no se lo voy a comprar. Que las necesidades sean creadas o no sería otro tema, pero el caso es que sin oferta difícilmente puede haber demanda y si algo es esta crisis, especialmente en el mundo de la industria periodística, es una crisis de la oferta, del descenso constante del nivel de los contenidos hasta convertirlos en obviedades o en topicazos que cualquiera podría soltar en la barra de un bar o en el asiento de atrás de un taxi.
Miren, yo a un taxista le pago por que me lleve de un sitio a otro, pero no le voy a pagar por que me dé las noticias. Creo que es un ejemplo suficientemente claro. De un tiempo a esta parte, las ventas de periódicos han descendido en picado, las televisiones se han llenado de gente sin nivel alguno y la radio sobrevive como puede a base de despidos masivos. En algo tendrá que ver, digo yo, que el periodista se haya resignado a hacer de taxista desaforado o de cliente que se limita a asentir a todo lo que se le dice.
El periodismo tiene una doble vertiente y ha decidido no cuidar, o cuidar mal, sus dos cualidades: la creación y la distribución, es decir, el periodismo puede ser un medio para divulgar una noticia pero también puede crear la noticia en forma de reportaje o investigación. Es más, tiene la suerte de que incluso puede fabricar una noticia artificialmente solo interpretando otra noticia anterior. Juntamos a un montón de tíos para que hablen sobre qué ha pasado en tal sitio y su propia opinión ya se puede convertir en noticia para rellenar programas o páginas posteriores.
Todo esto se define a veces como "acercamiento al público" y puede que tenga que ver con el fenómeno de las redes sociales pero también puede que las redes sociales no sean sino la culminación de este "buen rollito" entre informadores e informados. En cualquier caso, es lo que se está cargando la posibilidad del periodismo como profesión y es increíble la cantidad de profesionales que se están ofreciendo alegremente a participar en el entierro: el periodismo no puede ser algo compartido, no puede reproducir sin más la opinión de cualquiera porque, ¿quién demonios quiere pagar por algo que ya se le ocurre a él solo en el salón de su casa?
Este juego, a todos los niveles, de adular al espectador, al lector, de convencerle de que periodismo es gritar "Hala Madrid" o "Visca el Barça" como él hace con sus amiguetes, que periodismo es soltar invectivas contra "la izquierda" o "la derecha" propias de un trayecto entre Plaza de Castilla y Nuevos Ministerios o que periodismo es reproducir sin más las declaraciones que cualquier dirigente ya puede colgar por su cuenta en su blog o en su cuenta de Twitter o en su televisión de plasma, es perverso para todos y no solo genera una pérdida de valor de la mercancía -insisto en la tesis: ¿por qué pagar por lo que no vale nada?- sino que conlleva otro peligro: la formación de un espectador perezoso.
Mi profesor de la facultad de filosofía, Tomás Pollán, solía hablar del "pacto perverso" entre profesores y estudiantes. Consistía en que unos no se preparaban las clases pero a cambio aprobaban a todo el mundo con exámenes ridículos y a cambio los otros no estudiaban ni aprendían nada pero no se lo echaban en cara al profesor porque así podían llegar a casa con su título listo para enmarcar. Ese pacto perverso lo que fomenta es la pereza y el periodista, precisamente, vive de la curiosidad. Cómo es posible que nadie se haya dado cuenta de esto, que no es una consigna moral sino puramente comercial, qué producto se vende y qué producto ya tiene la gente en su casa cuando invita a su cuñado a comer, me sorprende pero es lo que hay.
Si el periodismo no fomenta la curiosidad, si no vende la perplejidad, lo que está detrás de lo obvio, sino que se limita en enzarzarse en un bucle tuitero, ¿cómo le vamos a pedir luego a nuestros lectores que compartan con nosotros nuestra pereza? ¡Si ya tienen la suya! El periodismo perezoso, un periodismo que puede ser de tribuna en deporte, de partido en política o de declaraciones en la "investigación" solo genera más y más lectores, oyentes y espectadores perezosos. Y en la pereza no hay negocio, señores.
Así que, hagan el favor, ofrezcan productos de calidad, contraten a gente con talento y no a meros bufones que parecen rebosar cocaína. Como dijo Steve Jobs, en aquel discurso tan célebre: "Seguid hambrientos, seguid siendo insensatos", no ya porque sea divertido o porque moralmente sea correcto o por dignidad profesional. Ahórrense los discursos y háganlo porque en ello les van el sueldo y las acciones de la compañía. Agradar al cliente está muy bien pero para eso necesita estar seguro de que es su cliente y decirle sin más "mire, yo no sé más que usted" para complacerle solo sirve para que se lo crea y no vuelva a leerle. Cosa, por otro lado, perfectamente comprensible y que a usted, periodista orgulloso de su barra de bar, le convierte en un irresponsable.