lunes, marzo 10, 2014

11-M, el día que aprendimos que éramos unos miserables


En todos los análisis y especiales sobre el décimo aniversario del 11-M echo en falta una palabra: "Perpignan". Desde luego, los atentados se pueden explicar perfectamente sin recurrir a esa ciudad francesa, pero todo lo que pasó después -y estaremos de acuerdo en que es imposible separar "todo lo que pasó después" del propio 11-M para mayor escarnio de las víctimas, condenadas a la muerte y al abandono- tiene ahí su inicio. 

Empecemos, por tanto, por Perpignan y Carod Rovira. El por entonces líder de ERC y conseller-en-cap de la Generalitat catalana se reúne en enero de 2004 con Josu Ternera y Mikel Antza, reunión que es convenientemente filtrada por ETA y que obliga al vicepresidente del gobierno catalán a dimitir. La noticia provoca un escándalo impresionante porque, además, en el ambiente está que ETA planea un gran atentado: pocos días antes, en Nochebuena de 2003, la policía ha encontrado una mochila con 25 kilos de explosivos lista para ser activada en el tren de Madrid a Irún. 

La noticia es tremenda y crece el miedo: puede que en medio de la evidente descomposición y decadencia de la banda terrorista, especialmente desde que Aznar y Zapatero firmaran el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, determinados grupúsculos hayan optado por una vía más extrema, más propia de los Comandos Autónomos Anticapitalistas, Hipercor, o -la referencia es inevitable- los atentados suicidas de los yihadistas. Que el socio de gobierno del PSC en Cataluña se reúna con esa gente en ese momento es una torpeza que le obliga a la dimisión, aunque él mantenga: "Lo volvería a hacer". 

La situación empeora un mes más tarde, en febrero, cuando ETA anuncia una tregua en Cataluña. Las miradas vuelven a apuntar a Carod: ¿Es eso lo que fue a pedirles?, ¿que antes de atentar miraran el mapa como había reivindicado en un artículo de prensa años antes? Carod lo niega, pero la sospecha se ceba entre los miembros afines al gobierno del PP, enfrascado ya de lleno en el inicio de la campaña electoral del 14 de marzo, en la que se juega mantener o no la mayoría absoluta.

Por oportunismo político, el PP y toda su prensa hacen la simpleza a la que ya nos tienen acostumbrados: Carod Rovira es ETA, por lo tanto ERC es ETA por lo tanto Maragall es ETA... y por lo tanto Zapatero es ETA. Sin esta lógica, en serio, no se entiende nada de lo que pasó después. 

Cuando en la mañana del 11 de marzo, Madrid vive los cuatro peores atentados de la historia de Europa, a la lógica le sigue la necesidad. El Gobierno culpa a ETA por la información policial y por el antecedente de la mochila Madrid-Irún de Nochebuena. El único terrorismo que conocemos aquí -restaurante "El Descanso" aparte, otro montón de víctimas sin reconocimiento- es el de ETA, así que la responsabilidad tiene sentido y en seguida, cuando era imposible saber quién había hecho eso, cuando ni siquiera era necesario saber quién lo había hecho porque el cuidado a los heridos y el respaldo a los familiares debería haber sido lo prioritario, el presidente Aznar, el lehendakari Ibarretxe y el líder de la oposición, José Luis Rodríguez Zapatero, salen a condenar el atentado de ETA, dando por buena una versión que, especialmente a este último, le viene políticamente de pena.

¿Y por qué le viene de pena? Porque sabe que sus rivales son unos miserables. Porque sabe que el PP va a aprovechar los atentados y la autoría de ETA para recordar a Carod y recordar Perpiñán y mandar a sus hordas a que griten "asesinos" a los socialistas. Lo saben o lo intuyen, y por eso se anticipan. Lo que pasó esos tres días fue un auténtico ataque de esquizofrenia. Desde que la propia Batasuna lo adelantara el mismo jueves por la mañana, la opción de un ataque islámico pronto se empezó a barajar y para el viernes ya ocupaba la primera línea de investigación tras encontrarse una cinta reivindicativa cerca del Tanatorio de la M-30.

¿Por qué sabemos todo eso? Porque Ángel Acebes nos lo dijo. En este punto coincido por completo con la versión que Arcadi Espada daba en 2004: la única manera por la que supimos que Acebes y el Gobierno estaban mintiendo cuando nos decían que la responsable era ETA, cuando mandaban cables a las embajadas y a la ONU para forzar a que todo el mundo cerrara filas en torno a esa versión, era porque a la vez Acebes y el Gobierno ponían delante de nuestras narices todos los datos para pensar lo contrario. No hubo nada que no supiéramos, prácticamente nada que no sepamos hoy mismo, que se dijera fuera de una rueda de prensa del Ministro del Interior. Lo única información que se intentó lanzar desde un medio de comunicación fue que la Policía había encontrado rastros de terroristas suicidas. Luego lo desmintieron y por último se autoconcedieron un Premio Ondas para celebrarlo.

Si algo aprendimos aquellos tres días fue hasta qué punto España era un país de miserables. No solo dirigido por miserables sino apoyado por miserables. El PP mantuvo la "convicción moral" -qué cojones es eso- de que había sido ETA por pura estrategia electoral, es decir, cuando a la necesidad le abandonó la lógica. Todo el empeño era que los asesinos dejaran de ser El Tunecino o El Egipcio o Josu Ternera o quien fuera para pasar a ser el PSOE y con el PSOE sus votantes potenciales. A su vez, el PSOE filtró de inmediato la teoría Al Qaeda = Guerra de Irak, obviando cualquier investigación al respecto, para que los suyos pudieran mandarse SMS y rodear las sedes del rival.

Lo impresionante es que aquel desmán acabó en 22 millones de votos para los dos partidos, en la aquiescencia absoluta con ese modo miserable de ver la vida. Los cuerpos aún estaban calientes y todo su afán era repartirse el poder a costa de la mayor fractura posible en una sociedad, que es la de no respetar el luto, no apoyar a los necesitados, sino acusarse, una mitad a la otra, de los crímenes que ninguno había cometido. ETA podría haber matado a 191 personas en un tren sin necesidad de Carod Rovira y Al Qaeda pudo hacerlo sin necesidad de Irak, pero para qué pararse tan lejos: si era ETA, la culpa era de Zapatero. Si era Al Qaeda la culpa era de Aznar. Punto. 

Yo no sé si que esto se obvie es bueno o no. Puede que sea una señal de que hemos pasado página pero más bien creo que nos da vergüenza recordar hasta qué punto estuvimos cerca de un conflicto puramente civil, hasta qué punto nos pusieron ahí esta panda de miserables y hasta qué punto les creímos o les seguimos o consiguieron que nos involucráramos a favor o en contra de su propia miseria. El tiempo ha pasado y lo que quedan son teorías conspirativas y versiones oficiales que no satisfacen porque no son lo que nos vendieron, porque no son las de "los nuestros", en definitiva. España no va a superar el 11-M hasta que no entienda que lo que tiene que superar no tiene nada que ver con el 11-M sino con el 12, el 13 y el 14. 

Fue Al Qaeda y ganó Zapatero. Podría haber sido ETA y habría arrasado el PP. Así de triste.

Media España gritándole "asesina" a la otra media según salía un parte informativo u otro.

Y en medio, las víctimas. Tuvieron que pasar muchos meses hasta que Pilar Manjón acudió al Congreso, a esa bochornosa comisión de investigación en la que todo el mundo decidió enrocarse en su vómito. Manjón dijo "no nos están haciendo ningún caso, siguen ustedes a lo vuestro" y tenía razón. ¡Si incluso hoy el PP intenta convencernos de que todas las víctimas de ETA son de derechas y Zapatero soltaba el otro día a Risto Mejide que los familiares de las víctimas del 11-M le jaleaban en los tanatorios, los restos de sus hermanos, esposas, padres aún humeantes, porque "como es lógico, estaban a favor del cambio"! Ese es el nivel y lo sigue siendo. Esa es la miseria. Probablemente siempre lo hayamos sido y probablemente lo seremos siempre, pero nunca como en esos tres días nos lo mostramos los unos a los otros de manera más fehaciente.

No es de extrañar que desde entonces ni una novela ni una película ni un documental mínimamente serio haya conseguido ningún éxito a la hora de tratar el tema. Comparen, si quieren, con el 11-S.