Un tobogán de sentimientos. Abajo, muy abajo, momentos antes de entrar en el Delic, Plaza de la Paja, Madrid. Christina no está. Tranquilidad, otra vez arriba.
Sudores y pánico conforme pasan los minutos y está claro que tiene que llegar en cualquier momento. La entrevista está preparada, es lo suficientemente completa. La posibilidad "fracaso" ha dejado de contemplarse. Aún así, Christina, que había empequeñecido notablemente tras su llamada de la mañana vuelve a hacerse enorme en el recuerdo.
Falso. En la expectativa.
Entrar en el bar y esperar sin tomar nada, por si acaso. No sé si vendrá ella sola o vendrán muchos. Lo normal sería que vinieran muchos. Que yo recuerde, siempre ha sido así: representantes, miembros de la discográfica... cada artista tiene su propia cohorte. Hemos quedado a las seis. Son ya las seis y veinte, pero sé que va a venir.
Y efectivamente aparece al instante: sola, con gafas de sol y un abrigo largo, mirando a todos lados, buscando una señal, porque yo la conozco a ella, pero ella a mí no me conoce de nada y me presento y cambiamos de bar porque hay mucho ruido y el principio es un poco desastre, porque ella no está a la entrevista, está a sus hijos, que corretean por el parque que queda justo en la parte baja de la Plaza y resulta que no sabe para qué medio trabajo ni que soy sobrino de Pancho y su actitud es cordial, pero fría.
Tiro de adrenalina y de recursos, pero me cuesta, claro que sí. Algunas de mis preguntas me vuelven a parecer absurdas, como sucede a menudo. Algunas de sus miradas así me lo demuestran.
Aún así, nos vamos animando. Un poco contrarreloj y es una lástima, porque tiene tantas cosas que contar... Realmente, lo que me gustaría sería continuar esa entrevista en otro momento, y terminar de atar flacos sobre lo que fueron los 80, lo que significó el "grunge", su propia percepción de la fama y el mercado... Pero no es posible. Christina no mira nunca a los ojos, parece estar pensando siempre en otra cosa. Demasiadas entrevistas en demasiado poco tiempo, supongo.
Demasiados años pasando por esto, también. Creo que me tiene algo de cariño, porque le pongo interés. Pero el cariño no lo es todo. Me siento terriblemente inferior y me gusta. Me servirá para aprender la próxima vez.
Una vez hemos hablado de Pancho, de Gloria, de Ray (muy poco, lo conseguí) la cosa se relaja, pero el tiempo sigue siendo el mismo, es decir, menos. Nos sentamos en un banco y terminamos la entrevista. Estoy demasiado acelerado, ella también. Se lleva dos libros: uno para ella, otro para Ray. "Bastaba con que nos dieras uno", dijo, antes de comprobar que los dos estaban dedicados. "Para mí es importante que tengáis cada uno el vuestro, porque os admiro a los dos por separado", contesto.
Y es una buena respuesta.
Confío, a medida que se acerca el final, en que la figura de Christina vaya decreciendo, al menos a mis ojos, pero no es así. Dentro de diez años se ve "a punto de publicar su mejor disco". Eso quiere decir que va a ser aún más grande. Después de todo, he tenido suerte de encontrarla justo cuando aún se le podían intuír los ojos. Pronto, eso será imposible. Nadie tiene un cuello tan alto.
La fiesta del aguafiestas
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[La Brújula (Opiniones ultramontanas), 3:05]
Buenas noches. Mi aguafiestismo profesional me obliga hoy a la tarea,
ciertamente desagradable, de arremete...
Hace 4 horas