lunes, octubre 19, 2015

Albert Rivera y Pablo Iglesias en Salvados



El debate de Albert Rivera y Pablo Iglesias: poco que se pueda añadir a lo que lleva todo el mundo comentando durante horas y horas. Obviamente, fue un éxito para los dos, incluso para Iglesias, al que se le vio algo cansado y dubitativo, sin saber, como diría Menotti, si quería ser toro o torero. Podría destacar la "naturalidad" de los dos candidatos, pero en un programa grabado y editado es muy complicado evaluar ese tipo de detalles. Desde luego, si no fueron espontáneos, lo parecieron. Sobre todo Rivera, a punto de explotar en esa camisa azul ceñida y con el relojito naranja en la muñeca, siempre en pantalla.

Del presidente de Ciudadanos se dice demasiadas veces que no se moja y que lo único que pretende es ser el yerno ideal, sin concretar mucho más. Ayer consiguió sin duda ganar muchos suegros. Estuvo cómodo en el registro de chico-que-prefiere-tener-los-pies-en-la-tierra y a veces incluso demasiado agresivo, sobre todo al principio, sin dejar terminar a Iglesias sus argumentaciones. Que éste no se atreviera a soltarle uno de sus clásicos "Yo a ti no te he interrumpido" ya pretendía dejar claro que le tiene en más estima que a Eduardo Inda.

Luego salió el presidente del BBVA y Rivera pareció ponerse muy nervioso con demasiado poco. Dio como ochocientas explicaciones para algo que no merece ni una disculpa: a las grandes empresas les gusta más Ciudadanos que Podemos. Pues claro, hombre, hasta ahí habíamos llegado, tampoco pasa nada.

De ese nerviosismo de Rivera sacó provecho Iglesias, al que Évole echó un trapo llevando la conversación hacia las cuestiones sociales. Con todo, pareció conformarse con un empatito justo fuera de casa confiando en que la vuelta se celebrara en Lavapiés o Puente de Vallecas. Al espectador le valió con ver algo más que gráficos e insultos. No voy a decir que no hubiera demasiada superficialidad en las argumentaciones -que la hubo- pero la superficialidad es algo que va de suyo en la "nueva política", sea eso lo que sea.

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Lo más interesante, sin embargo, fue el debate posterior. El PP mandó a Casado, el chico sonrisa, a batirse con los chavalines. Obviamente, los chavalines se lo comieron. Si PP y PSOE quieren tirar de galones que tiren en serio y no se anden con medias tintas. Casado, de hecho, es una muestra inequívoca de la torpeza con la que el PP se maneja en los medios. No entienden el lenguaje, no entienden los gestos y si no vas a poder presentar batalla en ese campo quizá sea mejor que ni te preocupes en intentarlo.

Todo lo que "perdió" Iglesias con Rivera lo recuperó Errejón con Fernando de Páramo. La elección de Ciudadanos fue desastrosa: cayó en todos los tópicos de los que huyó su jefe, es decir, la idea del partido tecnócrata que lo fía todo al análisis científico de los datos, un halo de superioridad poco justificada y el viejo error de siempre, comenzar su primera intervención con un "ha ganado el mío" que se repitió en las redes sociales, entrando de nuevo en el bucle de si papá o mamá.

En general, todos estuvieron más o menos desastrosos. Alberto Garzón, que se maneja muy bien en estos debates, quizá fue el que más tenía que ganar y lo aprovechó. Herzog, una caricatura de la caricatura de UPyD, hizo todo lo contrario y hundió un poquito más, si eso es posible, a su partido. La representante del PSOE se preocupó más de las caras de Errejón que de explicar su programa. Hasta donde yo vi, que incluso un bloguero tiene sus límites, nadie mencionó a Irene Lozano. Supongo que lo harían ya de madrugada. Casi todo lo que decía Adriana Lastra se podía replicar con solo dos palabras: "Irene Lozano". No sé hasta qué punto son conscientes de eso.

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Y, por supuesto, qué pasará ahora. Nadie tiene ni idea. Se supone que Ciudadanos sube y Podemos baja, pero por lo demás todo el mundo anda perdido. ¿Desde dónde suben y hasta dónde bajan?, ¿qué queda de PP y PSOE tras sus continuos ataques de autodestrucción? En todo esto, es cierto que lo único que tenemos seguro es que el PP va a intentar tirar hacia adelante en solitario. No sé si el PSOE quiere pactar con Podemos o con Ciudadanos, intuyo que lo segundo, pero a su vez no parece sensato que Rivera vaya a colocar a Sánchez sin más como presidente del gobierno salvo que sea para poder derrumbarlo cuando ya no quede más remedio.

Podemos no sabe para qué nació. Probablemente no lo supieran cuando nacieron ni tuviera mucho sentido planteárselo entonces, pero ahora hay que convencer a indecisos y algo habrá que hacer más allá de colgar fotitos en Twitter. Luego estarán los Compromís, ERC, CiU, PNV y compañía, que es complicado adelantar qué harán: si apoyarán un gobierno anti-PP, se limitirán a abstenerse, reeditarán acuerdos económicos con la derecha española...

Lo que sí me preocupa es que ni Ciudadanos ni Podemos entiendan que comparten una parte importante de electorado. Sí, es muy fácil quedarse con los clichés de "izquierda" y "derecha" pero lo cierto es que en su lucha por el centro deberían resultar atractivos para un tipo de votante relativamente joven, muy harto de sus condiciones laborales, desencantado con el statu quo de manera más o menos justificada y que entiende que el cambio, venga de donde venga, es mejor que la alternancia. El 15-M durante su primera semana, vaya.

UPyD pereció, entre otras muchas cosas, por desdeñar a esos votantes, justo los que podrían hacer de Ciudadanos la primera o segunda opción política de España a poco que se quitaran los prejuicios de delante de los ojos.

miércoles, octubre 14, 2015

Juegos educativos, presidente...



Leo en El País unas declaraciones de Mariano Rajoy en medio de la celebración del 12 de octubre: "Lo importante hoy es que Standard&Poors" nos ha subido la calificación mientras que a otros se la ha bajado". Me falta contexto para la frase, porque ni siquiera este presidente del gobierno puede ser tan torpe: si unos somos España y los "otros" son Cataluña, el discurso independentista ha calado incluso en La Moncloa, lo que resulta sorprendente.

Horas más tarde lo comento con unos amigos en un restaurante mexicano: el problema de Ciudadanos a la hora de apoyar un eventual gobierno de Rajoy es el evidente desgaste que tiene el hombre encima. Estamos ante una persona agotada tanto física como mentalmente, sin reflejos, sin capacidad de explicarse y que ha hecho del no hacer nada algo más que una táctica: una simple necesidad. No da para más.

El otro día colgaron un vídeo en La Voz de Galicia -me pregunto qué habrá sido del redactor que se atrevió a tanto- en el que se veía a un Rajoy confuso, perdido, intentando sonreír, diciendo poco más que obviedades y dando una impresión patética. Si la situación es la que parece, quizá el problema no va a ser solo de Ciudadanos sino probablemente lo sea del propio Partido Popular: ese hombre no puede ser su presidente cuatro años más, no va a aguantar. Probablemente no aguante ni cuatro meses. Esto es algo que va más allá de ideologías o partidismos y es grave, pero el PP, como siempre, lo orillará. No tienen precio autodestruyéndose.

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Más de lo mismo: Maroto esta mañana en Onda Cero. La sensación de que Alsina se está mordiendo la boca todo el rato porque el discurso del portavoz del PP es completamente inconexo y disparatado, lleno de alusiones forzosas a los temas que desde Génova han decidido que hay que sacar como sea. Los ERE, Alaya, las injerencias del PSOE en el poder judicial y la responsabilidad de Albert Rivera -"tiene que salir hoy mismo a dar una explicación"- por decisiones del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía.

Solo falta Jep Gambardella preguntándole, sonrisa irónica, qué demonios es una vibración y el hombre se habría derrumbado ahí, en directo.

Es todo un disparate. De vez en cuando el periodista interviene pero no sabe bien cómo parar la verborrea , así que le viene a decir: "Javier, es todo un disparate", pero Maroto sigue y sigue, como un maratoniano al que las piernas y la cabeza ya le han fallado y solo puede hacer zig-zag hacia adelante. En la tertulia posterior todavía hay un periodista -no sé quién es, pero podría ser cualquiera- que acusa a sus compañeros de atizar a Maroto cuando éste ya se ha ido. ¿Y qué otra cosa podían hacer? ¿Qué se hace ante un suicida?

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Llegará pronto y no puedo decir que la adrenalina supere a la decepción. Tiene todo un punto triste, este venderse como puta todo el rato y que ni siquiera te contesten. Tomé decisiones equivocadas y punto, no hay que mirar más allá. Se acabará el dinero y me tendrá que mantener mi mujer mientras fantaseo con el periodismo, con la escritura, con el talento que se supone que tengo pero que no sirve para nada. El otro día, mi tía me venía a decir que los jóvenes nos quejábamos mucho, pero yo ya no soy joven. Yo estoy muy cerca de cumplir cuarenta años y solo tengo una preciosa colección de emails perdidos en el ciberespacio.

Llegará pronto y nadie podrá decir que no lo avisé. Me rendiré y haré otra cosa, solo que no sé hacer otra cosa. Quizá, clases de inglés, pero la precariedad será la misma. No puse el entusiasmo que debía. Otros lo pusieron antes que yo y ahora ya es demasiado tarde. ¿A qué estaba yo entonces? A entender el mundo, a entenderme a mí, a no sentirme ajeno. A buscar la mujer de mi vida, también. Me gusta decirme que en ese sentido he triunfado porque además es verdad: he triunfado. Y así, me paso los festivales de cine enseñando a todo el mundo fotos de mi mujer y mi hijo en vez de buscar trabajo, mendigar trabajo como esos jornaleros que se ponen en fila a las seis de la mañana a ver si hoy el señorito les lleva a trabajar la tierra.

No sé, algo haré. Siempre he sobrevivido y esta no va a ser una excepción, pero ni siquiera el más prudente de mis yoes imaginaba que el camino iba a ser tan angosto, tan asfixiante. Rendirse sería una opción si pudiera pagar el piso. Como no puedo, aquí sigo, y como decía antes, lo que llegará no será mejor, pero quizá, quién sabe, más tranquilo.

domingo, octubre 11, 2015

You gotta do your job... because it´s your job!



A Metroscopia solo le queda acogerse a aquello del reloj estropeado que da bien la hora dos veces al día. Su última encuesta no tiene nada que ver con la anterior ni la anterior tenía que ver con la de cinco meses antes y así sucesivamente. Quizá no sean ellos y seamos nosotros, que cambiamos muy a menudo de opinión, pero la sensación de inseguridad que dan sus encuestas para El País no sé si es la que necesita precisamente una empresa demoscópica.

La última encuesta da al PSOE como ganador con una décima de ventaja sobre el PP y con Ciudadanos acechando en tercer lugar, muy por encima de Podemos. A decir verdad, la bajada en intención de voto de Podemos es un denominador común en todas las encuestas desde las municipales, algo que nunca he entendido teniendo en cuenta que las municipales, aunque fuera en candidaturas de unión popular, se les dio de miedo. 

En cualquier caso, sí es cierto que el entusiasmo en torno a Podemos da sensación de estar decreciendo y eso es peligroso en un partido que más allá del entusiasmo ofrece muy pocas cosas. Su líder en Aragón, Echenique, acusa al IBEX 35 de estar no solo detrás de Ciudadanos sino detrás de las encuestas de Metroscopia. Hay que entender que se refiere a las últimas encuestas de Metroscopia y no las que colocaban a su partido en primera posición con amplia ventaja allá por enero o febrero. La teoría de la conspiración es inagotable y agotadora. 

No queda la cosa en los políticos, que no dejan ser parte más que juez, sino que llega a la propia prensa: "Las encuestas como propaganda para influir en la intención de voto", leo en alguna parte. Puede que haya más manos negras de las que pensamos pero siempre habrá menos de las que piensan los perezosos. La lástima es que a estos últimos se les haya abierto la puerta del cielo digital.

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Un chico me escribe por Facebook mandándome unos artículos y preguntándome si los puedo colocar en algún medio de comunicación. De alguna manera, me halaga, pero obviamente es un disparate. Ni siquiera puedo colocar los míos, como para colocar los de otros: mi capacidad de influencia ahora mismo es nula y no tiene pinta de que eso vaya a cambiar. Al menos, le contesto y le explico cómo están las cosas: ya he dicho muchas veces que mi estatus en el periodismo o en la edición no ha llegado siquiera al punto de "me contestan los emails" y no se puede afirmar que no lo haya intentado.

El chico se queja de lo mismo: "Muchas veces no leen lo que les mando". Y lo que te queda. No creo que pueda hacer más pero aun así me siento culpable por no echarle una mano. ¿Y si sus artículos fueran maravillosos? ¿Y si hubiera ahí un talento tremendo? Estoy harto de vivir en una industria que se hunde mientras todo el mundo se queja: a los críticos les llegan demasiados libros, a los agentes les llegan demasiados escritores, a los editores les llegan demasiados manuscritos... Pues tengo una mala noticia: es vuestro puto trabajo, que diría Louis CK. Y quizá convendría que empezarais a hacerlo un poco mejor. 

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¿Y qué hacemos entonces con los Spin Doctors? Yo creo que los medios se esforzaban mucho en colarlos de rondón en la estética grunge, un poco como les pasó a 4-Non-Blondes, pero igual no eran más que unos hipsters perdidos de Oregón o California con ganas de pasar un buen rato. Lo bueno de la música es que te traslada inmediatamente a un momento determinado de tu vida y, así, paso el rato de la ducha en el instituto, yendo a casa de A. sabiendo que A. ya ha elegido al otro príncipe y que ni siquiera puedo jugar la baza de "el que molo en realidad soy yo" porque yo, de adolescente, molaba lo justo.

Luego llega el "Jimmy Olsen´s Blues" y me acuerdo de cuando me enamoré de una periodista. Me enamoré tanto que estuvimos cuatro años juntos y tuvimos que pasar una noche en el Ritz para que se convenciera de que lo mejor era dejarlo de una vez. Lois Lane, please put me in your plan. Oh, Lois Lane, you don´t need no Superman. Es curioso, porque unos quince años después me volví a enamorar de una periodista y volví a cometer errores impropios: en vez de enviarle la canción, que es divertidísima, le envié un vídeo con una escena de "Closer", una del principio, cuando Jude Law le explica a Natalie Portman que trabaja escribiendo obituarios y de vez en cuando tienen que incluir algunos "eufemismos" para no ser demasiado directos sobre la vida privada del difunto.

Ella le pregunta: "¿Cuál sería mi eufemismo?" What would my euphemism be? Y él, completamente fascinado, le contesta disarming, a lo que ella responde que eso no es un eufemismo y él, muy convencido, vuelve a afirmar que sí, que en su caso sí lo es y ahí ya cortamos el plano. Claro que el problema no es ese, no es haber elegido "Closer" por encima de los Spin Doctors, sino esta sensación pedante, casi desesperada, abismal, de que si estuviera ahí otra vez habría hecho lo mismo de nuevo.

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Estructura de la columna estupenda: primer párrafo con anécdota en principio sin mucha vinculación con lo que voy a contar, giro absurdo a ser posible con cita de algún amigo o de alguien que me gustaría que fuera mi amigo, unión por los pelos entre la cita y la anécdota seguida de otra anécdota (u otra cita) que sirve como conclusión. Aplausos. Nadie se ha enterado de nada pero a ver quién se atreve a decir que el emperador está desnudo.

sábado, octubre 10, 2015

A este lado del paraíso



En la conferencia preguntan cómo se escribe una novela. Cómo se escribe, en general, así que todos decimos más o menos lo que podemos, ideas a bote pronto ante un auditorio minúsculo pero atento -en el fondo, el mejor auditorio posible- y yo, claro, no hablo de que escribir sea quizá cumplir veintiún años, coger un coche que va rumbo a Moratalaz y dormir en casa de la Chica Langosta, en la cama de la Chica Langosta pero sin la Chica Langosta, siempre esquiva; un boli y un papel en la mano y algo parecido a una confesión que empieza como una canción de los Cranberries: "21 años, hoy", la misma frase que utilicé para el relato en el que L. cruzaba un puente.

No, no digo nada de eso sino que digo otras cosas. Por ejemplo, que antes de dormirme, a menudo, pienso en cómo matar a gente. Supongo que quedo como un psicópata, pero no puedo ser el único al que le pasan esas cosas: la vigilia es el terreno de los extremos... qué haría si tuviera mucho dinero, qué haría si fuera muy guapo, qué haría si pudiera acabar con el malnacido que pega a su novia. La vigilia y el sueño como abono de ficción. Jugar a ser Dios, lo llama Pedro Bravo y tiene mucha razón. Sí, un escritor juega a ser Dios muchas veces y sobre todo juega a ser Dios consigo mismo, esto es, se pide milagros.

Y así, anochece en la entrada al barrio de Carabanchel, final de una jornada digamos cuando menos que intensa. Decían que la biblioteca estaba algo escondida pero que tenía muy buenas vistas. Lo primero puedo confirmarlo; lo segundo, no: nos pusieron en un salón interior junto a un hombre que estudió en el Ramiro de Maeztu y luego hizo filosofía y letras en la Universidad Autónoma.

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También Veruca Salt, claro, pero su canción no hablaba de cumplir veintiún años sino de cumplir veinticinco. Cuando las canciones hablaban de nosotros. En el autobús, la Chica Diploma y yo nos ponemos a trabajar en mi próximo artículo para GQ: cosas que pensabas hacer como padre y te has dado cuenta de que es imposible. Quizá la única canción sobre paternidad que realmente merezca la pena sea "Antes", de Jorge Drexler, pero ya la gasté en mis ligoteos de veinteañero. Sé que tengo que meter lo de las canciones de alguna manera en el artículo pero no sé cómo. Supongo que exactamente a eso es a lo que se le llama saber escribir.

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En el viaje de ida a San Sebastián terminé el libro de Vila Matas y me puse con "A este lado del paraíso", de Scott Fitzgerald. Sorprendentemente, no he avanzado más de diez páginas desde entonces y de esto ha pasado ya casi un mes. Teniendo en cuenta que Scott Fitzgerald es uno de mis escritores favoritos, lo estoy empezando a ver como un problema. El caso es que no solo no hay tiempo sino que no hay concentración. Uno no puede leer a Fitzgerald a salto de mata, sino reposado y en paz con uno mismo. Otra de las cosas que no dije del todo en la conferencia pero que al menos no callé por completo es que cada vez escribo peor, consecuencia inevitable de escribir más y casi siempre sobre lo mismo.

miércoles, octubre 07, 2015

Here comes the mayo



Mi hijo baila sobre la tumba de mi padre. Literalmente. Se sube a la lápida y gatea y se ríe y ninguno nos atrevemos a bajarle, es más, en un momento determinado yo le dejo claro a la Chica Diploma que no quiero que le baje, que lo decida él, y así, el Niño Bonito juguetea con los relieves de las letras: las de sus tatarabuelos, su bisabuelo, su abuelo... Le hace gracia la cruz, una cruz vertical, tan alargada en la parte inferior que forma casi un tobogán por el que él juega a tirarse hacia la pequeña placa que contiene el nombre de mi padre (1954-2013) hasta llegar a tocarla en un momento dado y volver hacia arriba, como asustado.

Es un domingo de difuntos en Madrid. Any given Sunday. Hemos pasado antes a ver a la abuela y su lápida estaba ligeramente desplazada, unos dos o tres centímetros a la derecha. En administración dicen que puede ser el viento, la lluvia o las vibraciones del suelo. El mármol liso, al parecer, se presta más a esta clase de problemas. Dejamos flores en todos lados. Dejamos flores y dejamos al niño, claro, nuestra forma de mostrar respeto a los muertos, de entretenerles un rato, de dejarles fantasear con un nuevo principio.

Un día tendré que explicarle y no sabré cómo. Quizá, después de todo, él ya lo sepa.

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Con tanto nuevo periódico y nueva revista me pregunto si a los demás les pasa como a mí o si ellos sí que pueden vivir de lo que escriben. En cualquier caso, me asombra el deleite que muestran hablando de sí mismos, esa exposición gozosa del "yo" por todos lados. Mi "yo" profesional no merece tantas alharacas: la misma prostitución de siempre igual de mal pagada. Los besos en la boca, aquí, en casa.

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El día antes de que naciera Álvaro, tenía una agenda apretadísima que empezaba con un desayuno a las ocho de la mañana con el director de la Agencia de Protección de la Salud en el Deporte. La Chica Diploma rompió aguas y el niño ahí se quedó, esperando una noche y un día y otra noche, como si no tuviera mucho interés en adelantarse. Pasó la hora del desayuno y la de la clase de la tarde y, por pasar, pasó incluso el partido inaugural del Mundial y los cinco goles que se llevó España.

El niño, nada, como Mel Gibson en aquella escena de "Braveheart" en la que pide al ejército escocés -por decir algo- que espere, que espere, que ya llegará el momento. Cuando llegó aún era viernes pero podría ser sábado perfectamente. Lo mecí en mis brazos un rato mientras le silbaba "Michelle, ma belle" como si fuera una novia adolescente y después lo saqué al pasillo para que vieran en control lo bonito que era.

Las enfermeras, horrorizadas, me pidieron que por favor devolviera al niño a su habitación cuanto antes.

Anoche me acordé de todo esto mientras el pobre soportaba ataques y ataques de tos. No sé muy bien por qué. Los desayunos que quedaron pendientes y esas cosas. Las primeras horas, los primeros días, cuando no sabes muy bien qué demonios hacer con eso... y la sensación de que con el tiempo la cosa no mejora. La incertidumbre, quiero decir. El niño nace, el niño tose, el niño coge anginas, el niño se enamora... y pueden pasar dos cosas: que él espere algo de ti todo el rato o que seas tú el que te lo exijas. Las dos posibilidades se pueden dar juntas, claro.

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Por las mañanas, "Here comes the mayo". Recuerdos de una película que me pareció muy buena, con una Maribel Verdú sobresaliente y un grupo en estado de gracia. No es que Molotov me gustara mucho en mi posadolescencia pero tampoco puedo decir que me desagradara especialmente. Digamos que yo sabía que me tenían que disgustar pero no conseguía convencerme del todo. Había, después de todo, algo hermoso en toda esa aliteración constante de ches y jotas.