sábado, noviembre 03, 2007

Esta vez sí: Christina Rosenvinge y Nacho Vegas en directo


Nacho Vegas abre la cortina que comunica el camerino de Clamores con el escenario y sonríe mientras hace gestos de aprobación. Parece contento. Christina está tocando "Teclas negras" con su hijo Willem. Ella canta y se ocupa de las teclas más graves mientras él la acompaña en determinadas partes con el contrapunto agudo. Está increíblemente sereno, sin un gesto de nerviosismo, incluso cuando acaba la canción y la gente rompe a aplaudir.

El niño se queda sentado en su taburete hasta que la madre le hace una señal y entonces se levanta y hace una reverencia. Christina le presenta: "Willem Loriga Rosenvinge".

Fer Cabezas y yo estamos en una mesa pegada al escenario. Primera fila y nunca mejor dicho; si alargáramos la mano podríamos tocar a Christina y a Nacho cuando sale a cantar. Clamores está bastante lleno, pero no reventado, quedaban entradas hasta el último momento. Como llegamos muy pronto, pude saludar una vez más a Ray Loriga, lo que me pareció terriblemente irónico si tenemos en cuenta que estoy leyendo su libro y que he escrito sobre él hace apenas dos días.

Él, por supuesto, no sabe nada de eso. Tampoco parece importarle. Lo único que acierta a decir es "gracias", hace una mueca, nos saludamos con un breve toque en el hombro y sigue hablando con la madre de Christina. Saludar es lícito, perseguir es una obscenidad. Sea con cámaras o con libros, así que les dejo ahí y me vuelvo a mi silla.

Tres cuartos de hora después -el concierto ha vuelto a retrasarse- Christina anuncia que está resfriada y afónica, que el médico le ha prohibido cantar, pero que... y sonríe. Es difícil no enamorarse de ella, incluso a sus 43 años. Está estupenda y el concierto fluye en una mezcla de jazz-blues-pop-country difícil de catalogar, como siempre. Presenta "Cinturón negro" y es una canción preciosa. No sé si Ray pensará lo mismo, se limita a llevarse a los niños a casa. Es tarde.

El tiempo pasa rápido. De repente, Christina está anunciando la última canción: "Tok, tok". Puede que estuviera así previsto o puede que las molestias de garganta estén empeorando. El caso es que se ahoga al final de la canción. Ataque de tos que lucha por reprimir y consigue llegar hasta el final entre ovaciones del público, que se da cuenta. No sabemos si pedir un bis o no. No sabemos si es humano, no sé cómo explicarlo. La chica acaba de ahogarse cantando, ¿realmente se le puede pedir que vuelva a salir a cantar?

Pues sí, se puede. Y a los quince minutos, sale y canta "Verano fatal" con Nacho.

Llega ese momento en el que uno no sabe bien qué hacer, así que se guía por el instinto. Estoy tan cerca del camerino que, total... Así que me acerco, toco a la puerta, abre Nacho que me reconoce y no, y es Christina la que me sonríe y me pregunta y yo me deshago en los elogios que se merece -porque cuando se los merece, se los merece- y empieza a entrar gente y Nacho y yo nos quedamos hablando del concierto en la Sala Heineken, la voz de la pobre Christina, la pésima acústica del lugar... Todo lo ya comentado anteriormente.

"Es un tipo que hace unas entrevistas muy inteligentes", dice él, "... y es el sobrino de Pancho Varona", dice ella. Las dos cosas me gustan, pero lo mío no es molestar, lo mío es despedirme de ellos, de Leonor Watling, y volver donde está Fer esperando, recoger la chaqueta, pagar la cuenta e irme con una sonrisa enorme en la boca. Porque es para estar contentos, créanme.

viernes, noviembre 02, 2007

Alfiles y caballos

De entrada, hay algo que me molesta de los alfiles y su precisión de francotirador. Es su racionalidad, su camino recto, su velocidad, la amenaza constante de su presencia. Su empeño en controlar diagonales como si fueran pasos de frontera.

Cuando jugaba con mi padre, de pequeño, me quedaba con los caballos. Me resultaban más astutos. No es que me resultara fácil aprender a moverlos, no creo que sea fácil para nadie aprender a mover algo en L. ¿Qué se mueve en L en la vida real? Absolutamente nada. El caballo te obliga a pensar, tanto para atacar como para defenderte. El caballo te sorprende, tiene un montón de cartas bajo la herradura, puede acabar con cualquiera como si fuera un espía, pasando desapercibido, filtrándose poco a poco hasta llegar al final de su letra. Touché. Un caballo caballero.

Sin embargo, el alfil, nada. Paf. Todo recto, hasta la cocina. Aquí estoy yo. Ordeno y mando. Un tipo aburrido, el alfil, si se piensa. Tremendamente eficaz, dicen. Puede ser, nunca fui un ganador ni puse el más mínimo interés en serlo.

jueves, noviembre 01, 2007

Luis Ramiro-K.O.Boy



Luis Ramiro, Paz Gómez y la Chica Portada son tres de mis debilidades, así que tarde o temprano esto tenía que acabar apareciendo aquí...

Christina Rosenvinge en Clamores

Y que conste que la asociación de nombres es totalmente casual. Ayer, en medio del concierto de Javier Krahe en Galileo -vimos de telonero a un chico catalán bastante interesante, llamado Dani Flaco-, me di cuenta de que Christina toca este viernes en Clamores. Me pareció un sitio tan pequeño para una artista tan grande que me fui corriendo, dejando a Dani y a Pablo Ager en el camino para comprar una entrada cuanto antes.

No sólo lo conseguí sino que incluso me reservaron mesa. Apenas estábamos unos siete u ocho apuntados.

Supongo que es una especie de "concierto sorpresa" que no han querido anunciar hasta el último momento y, por supuesto, sería mucho más tranquilo para los que estamos en el ajo no decir nada y disfrutar a Christina en la intimidad. Pero les tengo demasiado cariño a mis lectores como para andar ocultándoles cosas: vayan a la calle Alburquerque y compren su entrada. Antes o después será demasiado tarde.

Tras los pasos de Ray Loriga


Ray Loriga apareció en una conversación en casa de mi abuela. Así, de manera inopinada. Era amigo de mi tío y de mi tía y, de repente, el nombre se encarnó en libro -"Lo peor de todo"- regalado por un amor platónico y a ese libro le siguieron muchos libros hasta que surgió la necesidad de que los libros volvieran a encarnarse en nombre y entonces llamé a mi tío, pero Ray ya no estaba.

Eso no quiere decir que dejara de buscarlo. Yo necesitaba mis minutos de Ray Loriga como él los necesitaba de Raymond Carver o Bob Dylan. Cada apostador elige su caballo. Seguí sus pasos por San Sebastián un final de verano de 2003, preparé un cuestionario que nunca llegué a enviar en primavera de 2004, apreté su mano, finalmente, en un concierto de abril de 2006, días después de entrevistar a su, por entonces, esposa. Llamémoslo así.

El último encuentro con Ray fue más o menos casua
l. Una llamada de la Chica Portada en la Feria del Libro que me llevó a una conferencia sobre cine y literatura. Por entonces, Ray ya me conocía y pudimos cruzar unas palabras: yo le pedí una entrevista, él la aceptó. Luego no llegó a confirmársela nunca a su agente literaria y como tantas cosas quedó en el limbo.

Fue más o menos por esa época cuando compré "Días aún más extraños". Pretende ser la continuación de una obrita de 1994 llamada "Días extraños", una edición casi clandestina sólo para verdaderos seguidores como yo. Ray escribe desde el principio: "... Este pequeño librito no contiene finalmente nada de aquel, excepto una referencia al título". Es completamente cierto. Detrás de los artículos, el nombre -el hombre- asoma la patita con más descuido que en la ficción sin más. A veces, incluso, pasea al descubierto, pensando que nadie está al acecho.

Ray es un hombre religioso, y por ello es del Madrid y de izquierdas. Lo es desde un convencimiento cristiano que hace que la reflexión se vea a veces cegada por la fe y viceversa. Cuando se da esto último -el viceversa- es un gustazo. Cuando se da lo primero -la ceguera- no es sino una colección de tópicos.

Yo una vez escribí: "Ray Loriga es el mejor escritor en español de los últimos años" y fue considerado una exageración. Lo era, pero también estaba harto de todas las exageraciones en su contra. Ahora parece un hombre más maduro y sensato, más equilibrado y bienpensante. Un poco más aburrido, quizás. Igual de escurridizo, en cualquier caso. Por la ciudad que sea, por el renglón de la página que se elija.