jueves, marzo 21, 2019

He thought of cars


Me levanto con "He thought of cars" en la cabeza. Blur y su excelente gusto para las canciones tristes, normalmente con un punto de esperanza aunque no en este caso: "He thought of cars and where to drive them and who to drive them with... but there was no-one, no-one". Por lo demás, el resto de la letra es incomprensible, propia, quizá de alguien que ya coqueteaba descaradamente con la heroína.

"He thought of cars" era el título de una cinta recopilatorio que tenía en casa. Una de tantas. Cintas grabadas en 1994, 1995, 1996... cintas que me acompañaban a todos lados y que no sé muy bien en qué mudanza se habrán quedado. Si no recuerdo mal, fue la canción estrella del extraño curso 1995/1996, aunque no deberíamos olvidar tampoco el "Miss America" y su "Here is here and I am here, where are you?". La adolescencia...

Precisamente estoy escribiendo un libro sobre mi adolescencia o sobre parte de esa adolescencia, la más vinculada al mundo del ciclismo. Lo estoy reescribiendo, de hecho, y la verdad es que el original necesitaba una reescritura brutal. Harto de hablar de mí mismo, harto incluso de repetir las hazañas de Induráin que todos han glosado durante años, centré el libro primero en Gianni Bugno y después, harto incluso del perdedor por excelencia, lo he convertido en algo así como un "playlist". Así, "He thought of cars" ha pasado del nombre de una cinta perdida en alguna casa al nombre de un capítulo en el que una chica que nunca existió -o no así, al menos- me regala precisamente un recopilatorio con ese nombre.

La misma chica con la que, supuestamente, compartía los "Unplugged" de Nirvana y los primeros discos de Violent Femmes y que, según se describe al personaje en el libro, no solo es "Suzanne", a la manera de Leonard Cohen, sino que a menudo es el propio Cohen jugando a que "Suzanne" sea yo. De momento he decidido llamarla Rosa, más que nada porque nunca hubo una Rosa en mi adolescencia, nunca me grabó ningún recopilatorio y nunca tuvimos historia de amor imposible alguna... y así nadie puede darse por aludida y sentir que estoy invadiendo su privacidad.

Ahora bien, sí hubo una chica que me grabó el "Unplugged" y el primer disco de Violent Femmes, sí hubo una chica que se fue a estudiar al Colegio de Brujas, sí ha habido -años después- una chica gallega con padres que habían emigrado a Suiza y sí hubo, por supuesto, una chica cuyo padre murió bastantes años antes de que muriera el mío. Hasta ahora, me había acostumbrado a desparramar mi yo en varios personajes. Por primera vez, creo, estoy consiguiendo, juntar a todas las chicas que alguna vez han sido algo en mi vida en un solo personaje ficticio, entrañable y del que cualquiera se podría enamorar. Un personaje que tiene algo de la Michelle de Gerard Lenorman y algo de la Deborah de "Disco 2000" -que a su vez tiene un aire a Dolores Haze, aunque de aquella manera-.

Diría que en general es un buen libro. Imposible de clasificar porque se habla de ciclismo pero no con el suficiente rigor, se habla de lo que fueron esos años entre los últimos ochenta y los primeros noventa pero como un ruido de fondo no demasiado preciso y se habla de mí, pero ni siquiera mi yo ficticio es tan interesante -un cromo de Fignon comprado por mi abuelo en un quiosco como magdalena de Proust y a partir de ahí una mezcla de amistades y relaciones en su mayoría inventadas porque, se dice desde el principio, esto no es una (otra) autobiografía-. Por supuesto, no le gustará a nadie porque lo tiene todo para no gustar, pero al menos quedará un título bonito y eso es algo: "El chico que soñaba con ser Gianni Bugno".

Y algo siempre es mejor que la tristeza.

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Me felicita en Twitter un alumno cuyo profesor ha dedicado la clase a comentar un artículo sobre Nietzsche que publiqué en el número impreso de JotDown de hace un porrón de años y que han rescatado recientemente para la edición digital. Es un artículo sorprendentemente bueno. Digo "sorprendentemente" porque siempre que leo algo mío que me gusta me quedo sorprendido, la verdad, y aquí no hay falsa modestia. Supongo que toda la frustración acumulada últimamente tiene que ver con eso, con el hecho de que después de que -sorprendentemente- haya escrito durante años, buenos artículos sobre filosofía, sobre política, sobre cine, sobre música, sobre literatura y, por supuesto, también sobre deporte, nadie los haya visto más que como un objeto de consumo del que prescindir cuanto antes sin exigir continuidad alguna.

Nadie... menos un profesor de filosofía contemporánea de algún sitio que consiguió que al menos uno de sus alumnos se pusiera en contacto conmigo para felicitarme, porque igual los adolescentes o los universitarios saben más que las directoras de revistas molonas. Lo que, sin duda, sería una excelente noticia.

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La Chica Diplomática -no confundir con...- me menciona en su propio blog y habla sobre su propia crisis del "tú antes molabas". Yo creo que es algo generacional y que le llega a cualquiera que se acerque o sobrepase los cuarenta. Habrá quien lo lleve mejor que otros, pero es duro ver que de la burbuja ya no queda ni una pompa. Sí, conocimos a la misma gente; sí, fantaseamos con las realidades paralelas y, sí, sobre todo nos divertíamos. Nos divertíamos en el dolor y en la alegría. No todo era perfecto pero teníamos el valor -nietzscheano- de asumirlo como tal y de pedir que se repitiera otra vez, millones de veces, toda una eternidad.

El problema fue cuando dejamos de divertirnos e inmediatamente dejamos de ser divertidos. Cuando nos convertimos en niños enfurruñados. Si yo tuviera que definirme ahora mismo de alguna manera sería así: "un niño enfurruñado al que todo le parece una ofensa". Un niño pasado de vueltas, vaya, encerrado en casa, encerrado en sus responsabilidades y sin atisbo de diversión por ningún lado. La vida adulta era esto, supongo, y yo al menos tengo una familia que me quiere y a la que quiero. Nada me garantiza que sin esa familia la cosa fuera a ir mejor, más bien al contrario. Yo me rebelo contra la madurez y sus cadenas pero al menos tengo a un enano de cuatro años que me llama "papi" y me abraza y me hace notar que soy lo más importante para él.

Y, claro, esa es una enorme responsabilidad y casi mejor el Honky a las cinco de la mañana.... pero es una responsabilidad que le hace sentirse a uno vivo, también a la manera de Nietzsche, que le hace dejar de ser camello por un momento y transformar su alma hasta llegar al puro juego, un juego con reglas extrañas, como debe ser, en el que cada frase modifica la partida porque la partida la vamos construyendo entre los dos con nuestros actos.


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Después de tres cuartos de hora escuchando en Onda Cero una serie de delirios sobre la posesión de armas, creo que lo mejor es copiarle a Manuel Astur lo que colgó el otro día en su muro de Facebook (y espero que no se enfade por encontrarlo aquí; si es así, disculpas)

1. Un grupo de tontos desconocidos dice unas tonterías.

2. Miles de listos se escandalizan con las tonterías que dicen los tontos y las repiten a todas horas en público para demostrar que ellos no son tontos.

 3. Cientos de miles de tontos escuchan las tonterías de los primeros tontos gracias a las personas supuestamente listas.

 4. Los tontos se hacen muy famosos y poderosos.

 5. Los listos son unos putos gilipollas bocazas.

 6. Idos todos a la mierda ya.