Por la noche, cuando el niño se duerme, vemos "Ozark". No sé si somos los únicos. La serie me parece un prodigio de guion y de interpretación pero nadie habla de ella. Cuando se estrenó, quizá, pero luego cayó en un olvido incomprensible. "Ozark" es una serie sobre narcos donde los narcos no salen. Toda su violencia está desatada en el primer capítulo y a partir de ahí lo que sigue es la violencia de los demás, una violencia desesperada. El terror en su expresión más pura. Al narco, al gran narco, de hecho, no se le ve, aunque se le intuya todo el rato y parezca un niño jugando a los dados mientras mira muerto de risa a los protagonistas.
Habrá a quien le cueste creerse algunas cosas porque la verosimilitud no es el punto fuerte de la serie, pero sumergirse en el universo "Ozark", como sumergirse en cualquier universo Netflix, supone aceptar unas reglas propias: cualquiera de tus vecinos puede ser una amenaza, cualquiera de tus vecinos puede ser un medio para un fin. En esa sucesión de subtramas me dejo llevar como pocas veces. Sé que va a haber un giro inopinado y en vez de desesperarme, me monto en la ola y que me lleve donde quiera. Igual que en "Breaking Bad" buena parte de la personalidad de los personajes se refleja en un plano de sus coches, "Ozark" es una serie de embarcaderos y caravanas. Mundo rural estadounidense. Como si quisieran explicarnos que la bruja de Blair no necesita un bosque para convertirse en una pesadilla.
Por lo demás, es una serie tremendamente femenina y en eso le doy la razón a la Chica Diploma. Las mujeres son las que toman las decisiones, al menos las más sensatas. No tienen por qué ser guapas y perfectas porque son listas, muy listas. Cuidan y a la vez dirigen. Los hombres están perdidos sin ellas y posiblemente por eso no las abandonan. Jamás. Y aquel que, en su prepotencia, intente desafiarlas, estará condenado a fracasar.
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Las mañanas quedan para"Better Call Saul". Tampoco sé si soy el único que la sigue viendo, ya en su cuarta temporada. No sé cuántos se han quedado conmigo y cuántos se han marchado cabizbajos, hartos de esperar a Jesse Pinkman y Walter White sin éxito. Cada nueva entrega se anuncia su presencia y esa presencia no llega nunca, pero casi mejor así, casi mejor la intimidad de Jimmy, Kim y Mike, esos tres entrañables perdedores. No digo que "Breaking Bad" no fuera una serie de perdedores, porque en el fondo lo era. El hombre más poderoso del mundo no dejaba de ser el gerente de "Los Pollos Hermanos". Lo que digo es que en "Better Call Saul" ya no hay límites para la estética. Sigue habiendo tiroteos, sangre y amenazas. Sigue habiendo suciedad, polvo y desierto. Pero, como decía antes, eso no son sino medios para un fin mayor, el fin de la belleza.
Porque en "Better Call Saul" sobre todo hay belleza. Cada plano es una obra de arte, cada diálogo -cada silencio, más bien- requiere de toda nuestra atención. El empeño de los guionistas por no explicar nada es sobrehumano: donde cualquiera decidiría poner una frase e irse a dormir de una vez, ellos siguen buscando el plano, el gesto, el objeto que defina la escena. Teniendo en cuenta todo el dinero que generó la serie original, es de suponer que en realidad esto no es más que un deleite, un exceso, una recreación. Absténganse impacientes, podría decirse, pero yo tengo todo el tiempo del mundo.
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Paul McCartney saca nuevo disco y se lanza a la enésima gira de promoción. En estos tiempos de cotejar documentos, estaría bien que alguien comprobara si va alterando las respuestas. Más que nada porque las preguntas son siempre las mismas y lo llevan siendo desde hace cincuenta años: ¿por qué os separasteis?, ¿por qué dejasteis de tocar en directo?, ¿cómo es/fue tu relación con John y los demás miembros de la banda? Si yo fuera Paul McCartney o si Paul McCartney fuera un personaje de uno de mis relatos, desde luego me preocuparía por cambiar las versiones. Inventar nuevas verdades que nadie pueda comprobar: John está muerto, George está muerto, Ringo tiene 78 años y suficiente hace con seguir adelante con su propio grupo. Linda murió hace mucho y Yoko pasa de los 85...
Sin embargo, da la sensación de que Paul se lo sigue tomando en serio y nada apunta a que se atreva a contar una sola mentira. Cada día que pasa, cada día que investigo, me convenzo más de que los Beatles no fueron sino una creación de Paul McCartney. Sí, por supuesto, nada habría pasado sin John Lennon, pero Lennon siempre estuvo perdido, confuso, en su propio mundo... La música era de los tres -¿de los cuatro?- pero LOS BEATLES, como marca, como empresa, como nombre en la batería de Ringo y en la portada del disco, eso es un invento de McCartney y hace bien en mantener la llama encendida porque, a la vez, sin los Beatles, Paul no es nada y no creo que él se haya molestado demasiado en ocultarlo.
Es tan exacto en los recuerdos que incluso las últimas y polémicas declaraciones en las que habla de cómo se masturbaba en casa de John o de cómo les llenaban los hoteles de putas, ya viene perfectamente documentado en los libros de Philip Norman y es más que probable que él mismo haya servido de fuente. La fascinación por Brigitte Bardot y el nombre de Winston Churchill como remedio para precoces. También podría ser al revés, por supuesto: que Paul McCartney haya leído todos los libros de Philip Norman y de tantos otros y se dedique a repetir lo que viene ahí pero nunca sucedió. Que le guste más la historia que la vida. La narrativa que la realidad. Paul, desde luego, podría hacer eso perfectamente: no solo crear algo, sino perfeccionarlo. En eso, no ha habido nunca otro igual.