Tardé bastante en comprar y leer "Y ahora, lo importante", de Beatriz Navas. Básicamente, tenía miedo. Yo también llevé mis diarios noventeros de adolescente y también hablé de Juegos Olímpicos, Exposiciones Universales, chicos y chicas por las calles de Malasaña y conciertos en Aqualung o en el Pabellón de la Ciudad Deportiva. Temía ser demasiado quisquilloso, no saber dejarme llevar, pasarme la lectura puntualizando tal o cual dato...
No fue el caso. El libro me encantó a todos los niveles. Obviamente, está editado. Es posible que Beatriz Navas tuviera esa vida social y su familia tuviera el dinero necesario para mantenerla pero hay momentos en los que el diario parece más una agenda cultural que otra cosa. No importa. La combinación de "esto es lo que pasaba fuera" y "esto es lo que pasaba dentro" está perfectamente equilibrada y, de sobrar algo, prescindiría de los titulares de los periódicos. Si la pared queda bien con dos capas, es innecesario añadirle una tercera.
Beatriz Navas acaba de terminar octavo de EGB cuando empieza el diario. Por entonces, yo estaba ya en primero de BUP y la vida no me cundía tanto. No hablo solo de los partidos del "Dream Team" o los conciertos de Nirvana, incluso de Mudhoney, sino a las discotecas, que por entonces conocía solo de oídas: Morasol, porque estaba al lado de mi casa y porque de vez en cuando la Chica Langosta se asomaba los viernes por la noche. Die Mauer, por supuesto, la meca de las discotecas "light"... En las noches de 1992, yo quedaba con mi hermano y jugábamos al ordenador. Nada de borracheras ni de "petting" en casas ajenas. Nada de fiestas de la espuma. Todo eso empezó, para mí, un poco después. De hecho, yo podría escribir la continuación de ese libro, llevarlo hasta 1993 y que tuviera un punto más duro, más dramático, porque todo era dramático en mis diarios, empezando por mí, que directamente parezco gilipollas en cada página.
En cualquier caso, ahí están las referencias comunes: el Jazz Madrid, el Hotel California, La Vía Láctea... A veces, se echa en falta la sorpresa del descubrimiento, pero tampoco recuerdo si yo utilizaba el diario para describir sentimientos o me limitaba también a los hechos. Cuando menciono todos esos nombres, cuando los leo en libros ajenos, lo que viene a mi mente es la sensación de que un mundo nuevo se abría ante mí: las primeras copas, los primeros flirteos, el humo de la tercera planta del Jazz o la melancolía siempre instalada en el Desert. En cualquier caso, Navas y yo estamos de acuerdo en el punto de partida; "lo importante" era lo importante. Lo importante eran los chicos y las chicas, la ilusión y los desengaños. Es un buen título y es un buen libro. Mejor, por tanto, que se haga corto.
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Luego, hay otras lecturas, claro. Mencionaré dos: Bea ya no es Bea, por supuesto, como Guille no es Guille, faltaría más. Bea es Beatriz Navas Valdés, la recién nombrada directora general del ICAA. Hay un abismo entre una cosa y la otra. La niña de trece años que descubre los rincones de Prosperidad, de Arturo Soria y de Alameda de Osuna y la profesional de la que depende buena parte del sector audiovisual de este país, con su gesto hierático en la mayoría de las fotografías. Lo primero que uno piensa cuando acaba el libro es "tengo que conocer a esta chica, tengo que conseguir tomar un café con ella y pasar la tarde compartiendo recuerdos", pero luego llega el estatus, el respeto al estatus, y las ganas se convierten en una ilusión vacía. Es probable que Navas Valdés haya escrito este libro sobre su adolescencia precisamente para no tener que hablar más sobre su adolescencia. Yo no hablaría de otra cosa, pero es que yo soy un tipo muy raro.
La segunda lectura es puramente literaria: es fácil imaginar al personaje Bea en "Historias del Kronen". Hasta cierto punto, es su versión femenina y algo más joven. Aunque no llega a decir nunca dónde vive, las referencias apuntan a algún lugar entre Arturo Soria y la Alameda de Osuna -¿Conde de Orgaz, quizá?-, es pija pero coquetea con la música independiente y los garitos de mala muerte. Ella misma reconoce que pasa tardes en el propio Kronen de Francisco Silvela y probablemente compartiera colegio con Mañas o con cualquiera de sus amigos. Lo que no sé es cuánto duraría Bea en ese círculo nihilista, más que nada porque Carlos no deja de ser una especie de Clay ("Menos que cero") moderado, y Bea, de Blair, no tiene nada.
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En Palermo, desayunábamos con una pareja de italianos mientras en la tele sacaban a un Salvini eufórico abrazando a Orban y anunciando "un nuevo eje" dentro de la Unión Europea contra la inmigración. La relación de Italia y Hungría con el fascismo durante la II Guerra Mundial es conocida. Que Salvini y Orban parecen nostálgicos de ese "eje", esas bravuconadas y esos genocidios, también. Mientras veía al ministro de interior italiano repitiendo aquello de "Italia para los italianos" como si fuera Garibaldi o Mazzini o Cavour y el país estuviera lleno de tropas austriacas de ocupación , me preguntaba qué pensaría aquella pareja que desayunaba sin hablarse. Qué pensaría la dueña del "Bed and Breakfast", siempre con ese gesto de fastidio.
Nunca lo sabremos. Puede que la vida bajo el fascismo sea así o puede, más bien, que el fascismo se imponga en el silencio. Cuando uno mira la cantidad de apellidos italianos que pueblan medio mundo, empezando por Estados Unidos, se pregunta si no sería mejor ser algo prudente con el tema de la inmigración. Cuando recuerda, además, lo que se decía de los italianos al llegar a Chicago, a Boston o a Nueva York -"delincuentes, mafiosos, asesinos, ladrones..."- cuadra aún menos que se repita el tópico tan impunemente con el que viene desde más abajo.
Luego, aparte, está el hecho de que aquello era Sicilia y no Milán. Sicilia, que para la Liga Norte es y ha sido siempre África, como lo es Nápoles o lo es en realidad Italia, puesto que ellos solo creen en la Padania, coincidente hasta cierto punto con la República de Saló de Mussolini. El fascismo consiste, entre otras cosas, en convertir a cualquier conciudadano en extranjero, apátrida, inmigrante en la tierra de los justos. De la Liga Norte ya lo sabemos todo y quien no se acuerde tiene la serie "1992" para recordar sus orígenes. Lo que no sabíamos es que Bosco era Salvini, sin matices. Un matón pululando por Europa y estableciendo ejes por las bravas.
En tiempos de escrutinio de políticos, en tiempos de tesis y cum laudes, me pregunto si realmente es necesario ser tan minuciosos mientras el mundo se tambalea. Quizá convendría limitar el escándalo y no convertir todo debate en un espectáculo. Es importante que los políticos sean conscientes de su responsabilidad y limiten las trampas. También es importante que la ciudadanía no se enzarce en los detalles porque vienen tiempos horribles y el problema que nos vamos a encontrar probablemente vaya más allá de si las citas de un trabajo sobrepasan o no determinado límite. O a lo mejor no, a lo mejor, me equivoco, pero eso seguro que ya lo ha decidido usted antes de llegar hasta esta última línea.