Conocí a Manolo Tena a finales de los ochenta, cuando yo tenía unos doce años y él debía de andar por los treinta y muchos. Fue en casa de mi tío Pancho, en la calle San Bruno, un edificio casi en ruinas pero con unas vistas maravillosas a la iglesia de la calle Toledo. Yo me quedaba a dormir ahí esa noche -no sé por qué, supongo que porque yo quería mucho a mi tío- y justo cuando llegué, con mi mochila al hombro, Manolo Tena se iba. Pancho y él estaban colaborando en una serie de canciones para pasarle después a Ana Belén. En concreto, recuerdo una cuyo estribillo acababa con "Yo soy del sur, caballero" y que al final puso letra mi madre bajo el título de "Sin preguntar y deprisa".
Me hacía gracia que Manolo Tena compusiera con números. El ritmo lo daban los cardinales: cuarenta y tres-veintisiete-cincuenta y ocho- treintaidós-sesenta y seis-veintiuno-cincuenta y tres-dieciocho... y así hasta encajar en la música de Pancho, listo para luego pasar los números a sílabas. Al final, como digo, casi todo el disco lo compuso mi madre y quedó de maravilla, aunque vendió relativamente poco. Tena incluyó una canción, firmada también con mi tío y con Antonio García de Diego, que se llamaba "El fantasma del Estudio Uno". A Miguel Ríos, por ejemplo, le compusieron la preciosa "Directo al corazón".
Sinceramente, por entonces, yo no podía saber quién era. Alarma me había pillado demasiado joven y de Cucharada ya no hablamos. Uno o dos años después fuimos a verle a las Vistillas, en plena verbena de La Paloma. No fue un gran concierto. Por esas fechas ya estaba en la senda de los conductores suicidas, bajada a los infiernos que solo interrumpió el inesperado éxito de "Sangre española"... y con inesperado quiero decir una de las mayores sorpresas de la música española de los últimos treinta años.
Que un tío con casi cuarenta años y toda una carrera musical detrás venda de repente más de medio millón de discos casi de la nada es de lo más improbable. A partir de su éxito y del de Rosana, se puso de moda entre las compañías discográficas el rascar entre segundos espadas a ver si alguno escondía un cantante de éxito. Incluso mi tío acabó grabando en solitario con BMG, un disco que sin duda merecía más atención del que le prestaron los medios, los oyentes y la propia discográfica.
Por cierto, el primer single de aquel disco de Manolo Tena se llamaba "Quiero beber y no olvidar". Mucha gente no se acordará porque parece que todo empezó con lo del "todos me dicen qué te pasa y yo no sé qué contestar", pero, ya digo, antes salió esa preciosidad, compuesta también a medias con Pancho, y que mi tío cantaba en las pruebas de sonido de los conciertos de Sabina. Pancho siempre fue un buen cantante, con buen oído y buen gusto. Algo de voz rasgada, no dada a los excesos, lo que hacía que la canción sonara prácticamente igual a cuando la grabó después Tena.
En fin, pasado el bombazo -sí, llenó Las Ventas, aunque yo fui solamente a ver a Los Rodríguez y acabé conociendo a Christina Rosenvinge y Ray Loriga-, Tena lo intentó con un nuevo disco llamado "Las mentiras del viento". El primer single, con el mismo nombre, también tenía música de Pancho y era una canción preciosa, deslumbrante. Pocas veces -puede que esta fuera la única- levanté el teléfono para decirle a mi tío lo mucho que me había gustado su canción.
De nuevo, fue un fracaso. Difícil de explicar pero un fracaso. Igual los tiempos ya habían cambiado y los cantautores rock habían pasado de moda para dar paso a los inicios del reggaeton y el ritmo caribeño con sus tiburones y sus venaos. Luego desapareció. Creo que se fue a vivir a Miami. En casa solo se hablaba de él en términos dramáticos, como solía pasar con Antonio Vega. De los cuatro grandes yonkis de los ochenta -Antonio Vega, Antonio Flores, Enrique Urquijo y él- fue el que más tiempo aguantó. El último recuerdo que tendrá el público de él serán sus actuaciones en "A mi manera", ese extrañísimo programa de La Sexta.
Manolo Tena ya no estaba pero su música quedaba. Nunca fui un gran aficionado, pero eso se puede achacar sin más a mi falta de interés. No se puede escuchar todo y yo para entonces ya estaba con Blur y Nirvana. En los programas aparecía casi embalsamado, impertérrito, con cara de susto y ojos muy abiertos. Dijo que había dejado las drogas pero desde luego las drogas no le habían dejado a él, seguían ahí, en su rostro, en su perplejidad. La muerte le llegó de repente, al parecer, un cáncer fulminante. Todo esto para esto. Como yo ya he dicho que no seguí demasiado su música, dejo las palabras de mi madre, que algo sí sabe de componer canciones: era uno de los grandes. Otro grande que se va en 2016.