lunes, junio 30, 2014
The National Anthem
Dicen que los bebés se comunican mediante el llanto. En ese caso, el Niño Bonito es comunicativo de cojones. Al menos, a las tres y a las once, de manera casi infalible. No sé exactamente qué tiene que contarnos a esas horas pero cuando lo sepamos nos vamos a quedar a cuadros. Anoche estuvimos viendo el fútbol juntos. Costa Rica-Grecia. Él bostezaba y yo le explicaba los valores de la cultura helénica en la construcción de Europa. Luego empezó a llorar.
Estoy pensando en mandarlo a una tertulia, a opinar sobre Madina o Pablo Iglesias. Que le den paso y se ponga a llorar, que "buaaaa" sea su opinión sobre todo y el pobre Alfonso Rojo ahí, sin saber muy bien qué decir, por fin silente, abrumado. El fin de Al Rojo Vivo. Para compensar, la Chica Diploma le pone al Conde Lecquio y a veces le calma y a veces, no, eso depende de la paciencia que tenga.
También seguimos con la música, creo que hemos probado todos los grupos que conocemos y nos gustan mínimamente. Si la cosa sigue así, hoy probaré con Radiohead, el principio de "Planet Telex" o el principio del "The National Anthem". Ensayo y error. Zahara le calmó durante un disco, igual que Vetusta Morla. Al segundo, el niño pidió un cambio. Chico impaciente. Hablando de Radiohead y aprovechando que el niño duerme y eructa mientras la Chica Diploma ve un capítulo atrasado de "House of Cards", ayer me dio por tararear la canción que tienen arriba de manera obsesiva y recordar el día que fuimos a verles a Bilbao, con 24 años recién cumplidos, plaza de toros llena y viaje posterior a Santander con mi hermano y sus amigos.
Me cuesta olvidarles, lo que nos llevaría al "Why can´t you forget?" y a algo parecido a "Everything is broken, everyone is broken". Me cuesta olvidarles porque la cosa salió mal, si hubiera salido bien no habría más preguntas, señoría. Yo les echo la culpa a ellos y ellos me echan la culpa a mí y el problema en todo esto es que ellos son muchos. El caso es que fue un fin de semana de la leche: juntos en Bilbao, juntos en Santander, en casa de mi padre, mientras mi padre no sé muy bien qué hacía, partidos del Racing contra el Valencia y Multifutbol en una terraza de El Sardinero.
Al día siguiente fuimos a la playa y me llamaron de Pasapalabra para decirme que tenían que adelantar mi participación, que estudiara mucho y que me preparara para ir al día siguiente a San Sebastián de los Reyes. Yo les dije que sí a todo y seguí tomando el sol porque nada me gusta más en el mundo que mandar a tomar por culo a los que dan órdenes. En cualquier caso, sí, fui al programa e incluso lo gané pese a la poca ayuda de un tipo llamado Félix El Gato, que afortunadamente ha quedado en el olvido.
La intervención televisiva, que duró solo dos programas, dio para mucho en el colegio en el que daba clases. Era un grupo de adolescentes que ahora están cumpliendo 28 años y que cuando solo tenían 5 habían organizado una función de fin de curso que dirigí yo. Nuestra historia venía de lejos. Decían que eran los peores del colegio pero a mí me parecieron buenos chicos. Ninguna putadita, ningún vacile significativo. Me acababa de dejar mi novia y estaba destrozado. Cuando hablaban demasiado, a gritos, me asomaba a la ventana con aire melancólico y conseguía darles pena. Fueron unos meses jodidos, realmente jodidos. Tan jodidos que si le preguntaran a mi hijo qué opina de todo lo que tuvo que pasar su padre lo más seguro es que contestara: "Buaaaaa".